La gente que no recibió muchos elogios en su infancia suele mostrar este comportamiento según la psicología

Lo que aprendemos de niños lo replicamos de adultos, y por eso es importante que nuestros hijos sientan que estamos pendientes y tenemos interés en sus logros

Todo lo que hacemos como padres influye en nuestros hijos, para bien y para mal. Esto es algo que cualquier psicólogo o experto en crianza defiende. En los primeros seis años de vida, aprendemos el 80% de los aprendizajes emocionales que repetiremos cuando seamos adultos. Es durante la infancia y según los expertos, cuando se produce la primera etapa del desarrollo emocional en la que los niños aprenden a reconocer y expresar sus emociones. Empiezan a nombrarlas y a identificarlas, y también se produce una regulación emocional en la que como padres podemos contribuir con la corregulación.

Según la Dra. Yasmine Liénard, psicoterapeuta cognitivo-conductual, las señales de atención a los niños son vitales y necesarias para el correcto progreso del niño a nivel emocional. Esos estímulos que recibimos cuando somos niños en forma de elogios, son clave para desarrollar la confianza y autoestima. “El estímulo de los padres demuestra que están atentos y entusiasmados con los logros de sus hijos”, explica Liénard, y es tan importante porque “fomentar el progreso de un niño, lo estimula y lo alienta a hacerlo mejor en el futuro". ¿Y qué ocurre si no lo hacemos? Que los niños pueden crecer con carencias afectivas y sentir cierto abandono y desinterés por nuestra parte.

Lo que afirma la experta es que “si los padres pueden mostrar cierta forma de abandono es porque ellos mismos no fueron alentados y elogiados durante su infancia. Luego reproducirán estos comportamientos con su propio hijo”. También es posible que los padres estén experimentando patologías psicológicas como depresión o estrés intenso, que le impiden “tener las capacidades psíquicas para alegrarse o entusiasmarse con lo que el niño puede hacer”, como explicaba la experta. Sea por lo que sea, si viven esta situación, cuando sean adultos repetirán ese patrón de abandono con sus hijos.

Lo que aprendemos de niños lo replicamos de adultos

Según explicaba la psicóloga Ana María Ángel Esteban al medio El Español, “todas las carencias afectivas en la niñez se traducen siempre en una baja autoestima, inseguridad, autoconcepto alterado, un mal control de las situaciones y, por tanto, dificultad de adaptación al entorno”. Puede derivar en relaciones de dependencia emocional, miedo a la soledad y hasta desconfianza de los sentimientos del resto.

Es imposible elogiar continuamente a un niño para evitar esto, porque los niños también cometen errores y se equivocan, y hacerlo conduciría a una sobrevaloración del niño como explica Liénard. Eso no significa tampoco que no haya elogios. Cuando nunca elogiamos al niño le quitamos ese estímulo para crecer, lo que a la larga supone una carencia emocional como decíamos antes. En esto de los halagos a los niños, como en muchas cosas de la vida, la clave está en encontrar el equilibrio.

Decirle a los niños lo que hacen bien les ayuda a seguir creciendo y desarrollando su confianza. Y no significa que todo el rato repitamos “muy bien”. Es más, decir “muy bien” a los niños no es tan bueno como parece. El método Montessori afirma que es mejor sustituir la alabanza evaluativa (ese “muy bien”) por el elogio descriptivo. Rheta DeVries, profesora de educación, denomina “control con cubierta de azúcar” a la alabanza evaluativa. En su libro ‘Moral Classrooms, Moral Children’ habla de ese “control edulcorado” en el que describe las recompensas como “control a través de la seducción”. Por ejemplo, si le digo “saca buenas notas y te compraré un videojuego”, o si elogio lo que hace con un “muy bien”, estoy usando mi poder para obligarlo a obedecer. Estoy usando algo que el niño necesita, como mi aprobación, y lo estoy convirtiendo en un instrumento de manipulación.

Estos elogios no aumentan la autoestima del niño y sí su dependencia emocional. Buscarán el elogio para conseguir la recompensa, pero una vez la recompensa desaparezca, perderán el interés en hacer las cosas bien. Además, y según el autor experto en crianza Alfie Kohn, este tipo de elogios “los llevará a medir su valor en término de lo que a nosotros nos hará sonreír y no en lo que ellos piensan en realidad”.

El equilibrio en el ánimo a los niños: el elogio descriptivo

Entonces, espera, ¿no tengo que decirle lo que hace bien? Sí tienes que hacerlo, pero de otra manera, con el elogio descriptivo. Juzgar lo que vemos en vez de describirlo es un elogio evaluativo. Un elogio descriptivo no evalúa lo que un niño ha hecho sino que lo describe, y esto favorece su capacidad de reflexión, su pensamiento independiente y su autoestima, evitando también que necesiten de otra persona para su aprobación.

Vamos a ponerlo en práctica que seguro que se entiende mejor. En lugar de decir “buen trabajo, has recogido tu cuarto”, puedes decir “has conseguido recoger tu cuarto tú solo, ¿estás orgulloso?”. Otro ejemplo, en lugar de decirle a tu hijo que ha pintado una casa preciosa, descríbela. Podemos decir algo como “has pintado una casa con tres ventanas y una puerta roja, y has usado el color gris para hacer el humo de la chimenea”, o incluso preguntarle cómo ha conseguido que las nubes parezcan de verdad. El niño recibe atención, percibe que nos hemos fijado en su trabajo, pero haciendo un elogio descriptivo. Así, se fomenta su autocrítica y su seguridad en sí mismo. Él mismo será capaz de evaluar lo que hace.

Más ejemplos para entenderlo. Cuando ayuden en las tareas de la casa, algo vital para que se desarrolle autonomía y sea también más feliz, dale las gracias en lugar de decirle que ha hecho un buen trabajo. También puedes decirle cómo te sientes, por ejemplo con un “me hace sentir muy bien que hayas terminado todos los deberes sin ayuda” o valorar su esfuerzo con un “seguro que te ha costado un montón, pero has conseguido terminar todo tú solo”.

No hay padres perfectos, así que no te preocupes porque si queremos ser buenos padres, podemos empezar por intentar situarnos entre los dos extremos de nada de elogios y elogios constantes. Prueba con los elogios descriptivos para demostrar que estás atento sin caer en la trampa del control edulcorado. Por nuestra parte nos quedamos más tranquilas con esta afirmación del método Montessori de que “lo que los niños necesitan es apoyo incondicional y un amor sin compromisos”, porque de eso tenemos a montones.

Fotos | Annie Spratt en Unsplash, Vitaly Gariev en Unsplash, Igor Meghega en Unsplash

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