No todos ellos tenían las mismas oportunidades, ni el mismo nivel educativo ni económico y a pesar de ello, todos criaron a niños que ahora son personas de éxito
Margot Machol Bisnow trabajó durante veinte años en el gobierno de Estados Unidos, como comisionada de la FTC y jefa de personal del Consejo de asesores económicos del presidente. Pero es más conocida por su libre ‘Raising an Entrepreneur: How to Help Your Children Achieve Their Dream’. Lo que tiene de particular con respecto a otros libros de crianza, es que la autora se ha basado en entrevistas con 70 empresarios de éxito y sus madres, así que si buscamos que nuestros hijos tengan éxito en el futuro, ¿por qué no escuchar a aquellos que ya lo han conseguido?
En el grupo que formó parte del libro había diferentes razas, diferentes ingresos familiares, diferentes religiones y diferentes niveles educativos, pero esos niños, ahora adultos con un éxito rotundo, tenían en común que habían conseguido sobresalir porque “encontraron intereses y comunidades que encendieron su pasión”, como explicaba la autora en un artículo de la CNBC. Y para conseguirlo fue imprescindible la labor de los padres, que siempre hicieron estas cuatro cosas.
Apoyar las pasiones de sus hijos
La experta explica que “a excepción de los artistas que mantuvieron su profesión hasta la edad adulta, muchos de estos líderes siguieron carreras que no tenían nada que ver con lo que amaban cuando eran niños”. Entonces, ¿para qué sirve apoyar las pasiones de los niños si luego no van a dedicarse a ello? Pues como explica Machol Bisnow, el que la actividad fuera elegida por los niños y apoyada por sus padres fue la semilla de su coraje y de su autoconfianza.
Al tratarse de algo que les gustaba y habían elegido, los niños no tenían tantos problemas en emplearse a fondo en ellas y ese trabajo duro les hizo aprender a ser perseverantes, a tener coraje y a que practicando, se gana habilidad. La experta asegura que “estas experiencias les enseñaron a creer en su capacidad para tener éxito cuando ponen todo de sí en algo”.
Enseñar que el fracaso forma parte de la vida y hay que aceptarlo
Si hacemos caso a John Maxwell, experto en liderazgo y autor del libro ‘El lado positivo del fracaso: ¿cómo convertir los errores en puentes hacia el éxito?’, podemos convertir el fracaso en un valor positivo en los negocios, y en la vida. Cuando enseñamos a los niños a aceptar el fracaso y que lo vean como una oportunidad para aprender y crecer, estamos desarrollando su capacidad de resiliencia. Es más importante aplaudir y valorar el esfuerzo que el logro en sí.
No es que el fracaso sea el primer paso al éxito, es que fracasar es una forma de aprender. Durante su investigación, Margot Machol Bisnow descubrió que las personas con más éxito empresarial que había entrevistado, eran también las personas más dispuestas a asumir riesgos. “Son aquellas a las que no se les castigó por el fracaso ni se les enseñó a temerlo cuando eran jóvenes”, explica.
Fomentar la curiosidad y la autonomía
“Los niños a quienes se les invita a ser curiosos aprenden que si siguen explorando, descubrirán una manera de mejorar, ampliar o reinventar algo que aman y sobre lo que saben mucho”, asegura Bisnow. Y no se trata de resolver por ellos las dificultades, sino de darles las herramientas para que de forma autónoma, lo hagan ellos mismos.
Según Nir Eyal, profesor en la Escuela de Graduados en Negocios de Stanford, está bien que los niños tengan autonomía porque sólo cuando aprenden a practicar el control de su propio comportamiento aprenden a gestionar su propio tiempo y atención. Y eso tendrá valor en su vida como adultos, en la gestión de sus emociones y hasta en su inteligencia emocional.
Ser empáticos y compasivos
Una de las formas de aprender de los niños es por imitación. Y si queremos que nuestros hijos sean empáticos, tienen que verlo primero en nosotros. Margot Machol Bisnow asegura que a la mayoría de los empresarios de su libro “se les enseñó desde pequeños a empatizar con los demás, y crecieron queriendo resolver las preocupaciones y los problemas de las personas que los rodean y de sus comunidades”. Es decir, fueron criados con un deseo genuino de mejorar la vida de las personas.
El objetivo no era que se convirtieran en adultos con mucho dinero, sino en adultos capaces y con el propósito de ayudar a los demás y ese sentimiento de compasión y empatía que vieron en sus padres, fue la base de su éxito.
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