Si quieres que tu hijo calme su rabieta prueba con este gesto que hacen los padres emocionalmente inteligentes

El objetivo es calmar las emociones de nuestro hijo, pero también establecer un límite firme sobre lo que está bien y mal en su comportamiento según una psicóloga

Imagina que estás en un supermercado en mitad del pasillo del tomate frito. Estás tranquilamente con tu carro de la compra pensando qué marca elegir, mirando ingredientes y sopesando si merece la pena pagar un pellizco más porque contenga aceite de oliva. De repente entran unos padres con su hijo que se pone como una moto y empieza a llorar hasta que termina tirado en el suelo, pataleando y gritando. La rabieta del niño lo inunda todo de repente y te quedas mirando, curiosa, cómo gestionan el percal.

Lo más normal es que los padres tengan una mezcla de preocupación y vergüenza por el escándalo que está montando el pequeño. Le dirán que pare, que ya está bien de liarla y le regañarán. Tal vez incluso le griten o le amenacen con un castigo ejemplar si no para. Aliza Pressman, psicóloga del desarrollo y cofundadora del Mount Sinai Parenting Center, no cree que sea lo mejor. El motivo es que al hacerlo, esos padres están invalidando las emociones del niño.

En su reciente libro ‘The 5 Principles of Parenting: Your Essential Guide to Raising Good Humans’, Aliza Pressman explica que si como padres usamos la inteligencia emocional en estas situaciones estresantes y aparentemente descontroladas, estamos ante la oportunidad ideal para enseñar al niño a autorregularse con nuestra ayuda.

La experta recomienda seguir estos siete pasos que te ayudarán a controlar la situación y favorecerán el desarrollo de la inteligencia emocional del niño usando la corregulación. El objetivo es calmar las emociones de nuestro hijo, pero también establecer un límite firme sobre lo que es y lo que no es un comportamiento apropiado.

Respira para calmarte antes de hacer nada

Cuando Pressman habla de “corregulación” en la crianza de los hijos se refiere a la presencia de un cuidador tranquilo y conectado que permite que un niño recupere el equilibrio cuando está molesto, enrabietado o asustado. “El cuidador, en cierto sentido, le está prestando su sistema nervioso al niño”, explica.

Evidentemente todo comienza porque como padres, aprendamos a manejar nuestra propia ira o frustración ante la rabieta del niño. Lo sé, tener paciencia en el 100% de los casos no es posible, pero si somos conscientes de nuestras propias emociones en esta situación, estaremos dando un paso de gigante en lo que a crianza positiva se refiere.

Si nos mostramos calmados ante nuestros hijos en estas situaciones, estamos enseñándoles sin necesidad de explicarles nada más, que pueden regularse por sí mismos cuando se enfadan. Para conseguir esa calma lo primero de todo es respirar. Un par de respiraciones profundas como haríamos ante una situación estresante para relajarnos. Este primer paso nunca debe olvidarse, es imprescindible para que lo que decimos y lo que el niño percibe, esté a la par. Si no respiramos antes y nos calmamos, está todo perdido.

Reconoce tu propia emoción

Como explica Pressman, “tú mismo regulas y la corregulación seguirá ese camino”, así que vamos a seguir con nuestra autorregulación reconociendo la emoción que sentimos en ese momento. ¿Me siento avergonzada por el espectáculo que está montando mi hijo? ¿Me siento frustrada porque nunca me hace caso? ¿Somos malos padres? Quizá mi hija tenga un trauma si no hago las cosas bien… Son miles las opciones que se nos pueden pasar por la cabeza, pero es el momento de reflexionar un segundo e identificar esa emoción.

Deja el pasado y el futuro atrás

Como explica Pressman en su libro, “es fácil quedar atrapado en cómo esta situación de crisis afectará al futuro o en cómo ha manejado situaciones similares en el pasado”. Pero no es el momento de pensarlo, es algo en lo que puedes reflexionar en otro momento y que ahora solo aporta más ruido a la situación. Déjalo ir y céntrate en el presente.

Evalúa el presente

Es el momento de evaluar no solo nuestro estado mental, sino también el de nuestro hijo. Vamos a hacer un balance del momento presente. ¿Estás tranquila? ¿Tú hijo está frenético? ¿Nervioso? ¿Enfadado? ¿Asustado? ¿Triste? Observa tu lenguaje corporal y el de tu hijo para ello. Y rectifica el tuyo, por ejemplo tratando de controlar tu respiración y frecuencia cardiaca, relajando los hombros y soltando los puños.

Conecta con tu hijo

Ya sabemos no solo cómo estamos nosotros sino cómo está nuestro hijo, y es el momento de que el niño sepa que estamos ahí. Es importante que hagamos saber al niño que le vemos y que nos preocupamos por sus sentimientos bien con nuestro cuerpo (mirándolo con ternura, tocándolo con suavidad, abrazándolo), o con nuestro lenguaje verbal. La experta explica que validar sus sentimientos puede calmar el sistema nervioso del niño y conseguir bajarle alguna marcha a la rabieta.

Actúa

Ahora que nos hemos autorregulado y hemos puesto en marcha la autorregulación, es el momento de decidir cómo vamos a responder a la rabieta de nuestro hijo. Estamos en calma y más tranquilas, así que podemos actuar. Eso no significa que le digamos que pobrecito y ya está. Es el momento de corregir el comportamiento del niño, pero desde la calma. “Si tu hijo está gritando, no le gritarás que deje de gritar; lo dirás con calma y autoridad”, afirma Pressman.

“No importa cuál sea el dilema de la crianza, tu autorregulación te ayudará a identificar y responder en un espacio entre la permisividad y la tiranía”, asegura. Es decir, usando la inteligencia emocional, conseguimos rebajar la intensidad de la rabieta del niño y transmitirle lo que está mal sin caer en la misma rabieta que él, pero en formato adulto. Nos regulamos y le mostramos qué está bien y mal desde esa posición de tranquilidad sin olvidar nuestra autoridad.

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