El feminismo va más allá de ir a la manifestación del 8M y empieza con pequeños cambios cotidianos que todos podemos poner en práctica
Tengo tres sobrinas maravillosas de las que me enorgullezco cada día, pero también tengo tres sobrinas maravillosas por las que cada día me preocupo. Como bien reflexionaba Inés Hernand en la ‘Cadena Ser’ tras el nuevo caso Errejón, “la violencia machista es inherentemente estructural y no entiende de clase social, política, raza o religión”. Y contra esa violencia machista, el camino del feminismo no es una opción sino una obligación. Por eso desde hace años mis sobrinas y yo tenemos cinco hábitos que compartimos para convertir este mundo que vivimos, en uno más feminista. Por ellas y por todas.
Tenemos un espacio seguro
Hace unos años creamos un grupo de whatsapp llamado “womansplanning” en el que nos enviamos cualquier tipo de contenido relacionado con el feminismo. Por ejemplo, artículos como este sobre el Imperio Romano feminino, o este otro sobre todo lo que RoRo ha dado que hablar, nos sirven como punto de inicio para iniciar un debate. Todas opinamos, nos escuchamos y tratamos de entender el punto de vista de cada una. Nos sirve para aprender, para crecer y para tener un entorno seguro en el que expresarnos.
Los halagos, fuera del físico
En una sociedad donde los estereotipos y las formas tradicionales de educación se imponen sin que nos demos ni cuenta, el lenguaje tiene un poder mucho mayor del que pensamos. Por eso hemos dejado de decirnos “qué guapa estás” por otros halagos como “me encanta cómo te has enfrentado a esto”. Parece una tontería, pero el mero hecho de que pongamos el foco al hablar en otros aspectos que no sean nuestro físico, es una manera de conseguir aumentar nuestra autoestima sin usar esos estereotipos en los que la mujer siempre se ha movido.
El pebbling feminista
Cada vez que una de nosotras lee un libro sobre feminismo, o escucha un podcast nuevo o conoce a alguien en TikTok que resulta interesante, se lo pasa a las demás. No nos obligamos a verlo. Explicamos de qué va y si alguna quiere, lo consume y luego comentamos. Esta especie de pebbling en el que nos envíamos por redes sociales contenido feminista es nuestra forma de dar a conocer a las demás cosas que nos interesan, y también una forma de demostrarnos que hemos pensado en la otra persona.
Debate abierto siempre y con respeto
Recuerdo una conversación que tuvimos con mi padre sobre el hecho de que dijera que “ayudaba” en casa. Sobre cómo esa palabra, “ayudar”, implicaba en realidad que la responsabilidad de las tareas domésticas era de mi madre y no compartida. Mis sobrinas usaron sus argumentos y mi padre los suyos. Se abrió un debate sobre el feminismo y el lenguaje de una forma natural y orgánica, sin forzar nada. Si queremos avanzar, escuchar lo que otros tienen que decirnos es tan importante como decir lo que queremos decir. Cuando nos juntamos para comer en familia, especialmente con mis padres, solemos sacar temas de este estilo porque escuchar la opinión de otras personas (y de otras generaciones), es una oportunidad de aprender. Discutimos sobre feminismo con mis padres que pasan de los 70, y no se trata de convencerles, sino de intentar entender cómo ven ellos el mundo. Escuchamos, nos escuchan y todos salimos con un aprendizaje y nos llevamos una reflexión para casa. Y puede que hasta alguna de las personas que participamos, cambiemos de opinión sobre algún tema.
Una red sostenida por mujeres
Ellas luchan juntas por el feminismo, yendo a manifestaciones juntas, luchando por sus derechos y viendo en esa red de mujeres que les rodean una poderosa comunidad con la que avanzar. A nivel más pequeño, nosotras también hemos creado una pequeña red sostenida por fuerza femenina, una de las mejores cosas en las que he participado en toda mi vida. Nos apoyamos, nos escuchamos y nos sostenemos.
Tengo la suerte (y la responsabilidad) de que mis sobrinas hablan conmigo de muchos temas diferentes que les interesan, les preocupan y hasta les asustan. Y cuando lo hacemos el mensaje en el fondo siempre es el mismo: hagas lo que hagas estoy contigo. No solo porque soy su familia, sino porque quiero que entiendan la importancia de tener una red de mujeres que les inspiren, les ayuden y les sostengan. Por eso no dudo en decirles lo orgullosa estoy de lo que consiguen, ni dudo en validar sus emociones cuando se encuentran mal. Tampoco dudo en decirles cuando creo que están haciendo algo que va en contra de sus valores o en insistirles para que vean que ese fracaso es una fuente de aprendizaje. Lo mejor de todo es que ellas lo hacen conmigo también.
No quiero que mis sobrinas vivan una situación como la sufrió Mar Lucas con Naim Darrechi. No quiero que tengan que escuchar un día sí y otro también noticias como la de Gisèle Pelicot, ni que tengan que habitar un mundo en el que se nos exige estar siempre jóvenes y guapas. No quiero que vivan en un mundo en el que cobras menos por ser mujer, en el que si no eres madre estás incompleta o en el que se infantiliza la moda femenina. Por todo esto, estamos trabajando juntas y sumando hábitos que aunque sean pequeños, marcan la diferencia.
Fotos | Chang Duong en Unsplash, Melissa Askew en Unsplash, Joel Muniz en Unsplash
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