Querida amiga.
Aún recuerdo los sandwiches de jamón york y queso que hacíamos con la sandwichera de tu abuela y que me parecían un bocado casi perfecto. Cuando era pequeña y me peleaba en la clase de preescolar contigo no imaginaba que terminaríamos siendo tan amigas.
Recuerdo el olor de tu cuarto y las risas en clase. Llevabas siempre coleta y tenías un abrigo rojo que me maravillaba. Querías ser escritora mientras yo soñaba con ser profesora de infantil y el destino (o la vida) quiso que se cruzaran nuestros sueños y yo consiguiera el tuyo y tú el mío.
Cuando llegamos al instituto dejamos de tener contacto pero encontré en otra amiga eso que tenía contigo. El cariño y el apoyo algunos de los años más complicados de la vida. La adolescencia hacía mella pero juntas éramos más fuertes. Nada podía pararnos. Nos volvimos tan necesarias la una para la otra como el oxígeno. No dábamos un paso sin que la otra lo supiera.
Esa amistad dio paso a nuevas amistades. Muchas pasaron por mi vida, algunas incluso comienzan ahora, y descubrí una verdad única: las amigas son un regalo que puedes recibir en cualquier momento de la vida.
Cuando llegué a la universidad mi vida cambió y me di cuenta de que hay mil lugares donde puedes encontrar una amistad que te marque para siempre. Las clases, el trabajo, el último bar abierto. Y entendí que la amistad no tiene por qué ser lógica sino verdadera, y no tiene por qué ser única, sino generosa.
Una buena amiga es aquella con la que compartes la vida, tanto en su parte más bonita como en la más oscura. Es aquella que sabe qué cara tienes sin maquillaje, que conoce tu color favorito, tus crushes, tus coletillas y la canción que te alegra el día. Es la que te da los mejores consejos para superar una ruptura y la que sabe exactamente qué vaqueros te hacen mejor culo. Una amiga con la que podrías pasar horas hablando tanto del sentido de la vida como de vídeos de gatitos.
Amigas de mi vida, me habéis aportado tanto en todos estos años que no podría haber llegado donde lo hice sin vuestro apoyo incondicional, como el de una madre. Sin juicios ni reproches, solo siendo el sostén que necesité en mis peores momentos. No podría haber alcanzado mis metas sin que os te alegráseis de mis logros. No sería quien soy sin vosotras.
Hemos compartido cervezas, cafés, pipas en el parque, croquetas, viajes, paseos, películas, compras, confesiones, secretos, amores y risas. A todas las que habéis pasado por mi vida, las que os perdísteis por el camino, las que me faltáis y las que no faltáis nunca, las que estáis por llegar. A todas, gracias.
Tengo la enorme suerte de estar rodeada de mujeres fuertes, luchadoras y ambiciosas que son a la vez dulces y tiernas. Que se ríen con mis chistes malos y que cuando me abrazan, me resetean.
Sois la inspiración en mis peores días y mi mayor motivo de orgullo en cada uno de los vuestros. Perfectas compañeras de viaje y las personas con las que siempre elegiré pasar mi tiempo. En los malos momentos, en los buenos y en los mejores, sois esa hermana que nunca tuve y que siempre siento que tengo cuando estoy a vuestro lado.
Mi Galentine’s Day sois vosotras. Os adoro.
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