Esta mañana me he levantado con una noticia que me ha dejado hecha polvo: David Bowie nos ha dejado. Pero es imposible que lo haya hecho para siempre porque no recuerdo ni un sólo día de los últimos treinta años en los que no haya estado presente en mi vida. Y estoy segura de que eso no va a cambiar y que su influencia será eterna.
Descubrí a David Bowie hace muchicientos años gracias a mi padre, un gran melómano y un adelantado a su tiempo. Mientras en las casas de mis amigos se escuchaba a Mocedades y a José Luis Perales en mi casa se escuchaba The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars.
Pero la canción que me hizo caer bajo su embrujo para siempre fue Space Oddity. Sí, Space Oddity tenía la virtud de ponerme los pelos de punta y años después, cuando lo recuperaron para que Kristen Wiig hiciera una versión muy particular en la película La vida secreta de Walter Mitty me puse a llorar en el cine de la pura emoción y mi pareja pensó que me estaba pasando de emotiva, que la escena tampoco era para tanto. Vosotros me diréis. Lo revisiono para ponerlo aquí y vuelvo a sentir las lágrimas rodando por mis mejillas.
La verdad es que me cuesta muchísimo hacer una lista de las canciones de Bowie que no me hayan impactado. Vale, lo reconozco, es imposible. Pero sí puedo hacer una lista de las que he escuchado tantas veces que puedo hasta repetir los suspiros del cantante entre estrofa y estrofa. Desde Fame o la ya nombrada Space Oddity, pasando por Ashes to Ashes, China Girl, Life on Mars, Diamond Dogs, The Jean Genie… ¡es que son demasiadas!
Él soñaba con parecerse a Mike Jagger y yo con ser la mitad de interesante que él.
Pero David Bowie era mucho más que su música, era un adelantado a su tiempo, un auténtico revolucionario que se reinventó una y otra vez y que era capaz de transformarse sobre un escenario hasta perder por completo la cordura. ¿Quién no ha soñado alguna vez con haber asistido a alguno de los conciertos de la gira Ziggy Stardust Tour donde se transformaba en Ziggy, aquel ficticio ídolo supremo del pop que parecía que acababa de aterrizar de Marte? Aquella estética tan impactante con aquellos trajes imposibles y el pelo teñido de rojo furia. Yo soñaba con ser tan atrevida. Con ser tan diferente y poner de punta mis cuatro pelillos de rata. Con tener su estilo y un ojo de cada color porque me parecía lo más de lo más. Aunque para conseguir lo último hubiera tenido que dejar pegarme por un tipo con un anillo en el ojo izquierdo, como le pasó a él. Porque resulta que David Bowie no tenía un ojo de cada color como creía, sino que por culpa de una pelea con su viejo amigo George Underwood, Bowie perdió la percepción de la profundidad y tenía una pupila dilatada permanentemente lo que le hacía parecer un ser de otro mundo. Y para mí lo era.
Y un día dejó de parecer un extraterrestre y se convirtió en un Duque. Y yo volví a caer rendida a sus pies. ¿Cómo podía alguien tener esa capacidad para ser tan diferente de los demás, tan fascinante e inquietante al mismo tiempo? Yo seguía siendo una niña y Dentro del Laberinto era la película infantil del momento. Y David Bowie el rey de los Goblins que ponía la B.S.O. y que bailaba como nadie. Un malo maravilloso que te invitaba al Lado Oscuro mucho más que otros malvados del cine.
En cada aparición conseguía sorprenderme y a la vez respondía a todo lo que estaba esperando de él. Conseguía siempre emocionarme, aunque me había preparado mentalmente para que me dejara epatada. Todas y cada una de las veces... Como aquel 20 de abril de 1992 en el que se celebró el concierto homenaje a Freddie Mercury para el conocimiento del sida, The Freddie Mercury Tribute Concert for AIDS Awareness, en el estadio de Wembley (Londres) y David Bowie salió al escenario a interpretar aquel Under Pressure que había compuesto junto al cantante de Queen, esta vez en la compañía de Annie Lennox. Imposible no emocionarse con los matices de su voz:
Él se ha ido, pero estoy segura de que es sólo una transformación de las suyas, porque en cualquier momento va a reaparecer de la forma que menos me lo espere. Y entonces yo volveré a caer fascinada bajo su embrujo, porque él es más de embrujar que de hechizar. Y yo de dejarme.
Hasta pronto, Mr. Bowie.
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