Desde que el Ministerio publicó los Índices de Referencia del Precio del Alquiler con los que la nueva Ley de Vivienda establece precios máximos para arrendar determinados pisos, en mi entorno no se habla de otra cosa. Sobre todo porque todos mis amigos y conocidos que viven de alquiler ya lo han usado a título informativo para comparar esta cifra con la de sus alquileres reales y no les ha gustado el resultado. A ninguno le ha dado esperanzas de un futuro en el que no se vean obligados a compartir piso, tener que vivir en pareja o incluso plantearse volver a casa de sus padres.
"Ahora tengo miedo a que me suban el alquiler"
Anahí, que prefiere permanecer en el anonimato, tiene 36 años, estudios universitarios, contrato indefinido a jornada completa y vive en el centro de Madrid. Allí comparte piso con dos compañeros más donde cada uno paga 500 euros (con gastos) por habitación. Este piso, de unos 150 metros cuadrados, fue construido a principios de 1900 y es una pesadilla ecológica, con certificado energético G y con solo algunas reformas hechas en los años 80. No obstante, según este índice (cuya calculadora se supone que tiene en cuenta todos estos factores) su casero, en teoría, podría estar sacándoles hasta más de 600 euros al mes por vivir en las mismas condiciones precarias.
Lo más indignante es que la calculadora considera la zona como "no tensionada". Este indicador del alquiler está pensado para ciudades donde el precio del alquiler haya subido mucho y sea realmente difícil conseguir un piso. Es allí donde se podrán aplicar los precios máximos, siempre que las Comunidades Autónomas lo acepten. Sin embargo, este aspecto es algo que no todas están dispuestas a reconocer... Porque si Madrid y, especialmente el centro, no es una zona tensionada ya no se qué lo será. De hecho, Anahí sabe de un sótano de 55 m² reconvertido a estudio, sin ventanas, que se alquila en su barrio por 1900 euros al mes.
"Virgencita, que me quede como estoy"
Como persona de 36 años que sigue compartiendo piso, Anahí ha barajado muchas alternativas pero compartir es la única que le permite trabajar sin tener que malvivir por destinar la mayor parte de su sueldo al alquiler y el resto a comer. Es decir, única y exclusivamente a sobrevivir. "Estoy harta de que me digan que busque en las afueras de Madrid o que me vaya a otra ciudad. El precio baja un poco y los metros cuadrados suben cuando te alejas de Madrid, sí, pero eso no significa que tengan un precio con el que pueda vivir sin trabajar solo para pagarle a mi casero principalmente", me confiesa.
Después de mucho darle vueltas e investigar, su única opción podría ser vivir en un pueblo de la España vaciada, lo que la obligaría, por un lado, a tener un coche que no quiere tener y a vivir aislada. Por el momento, no se ve viviendo ella sola "en medio de la nada. Sería como solucionar un problema para echarme otro", sentencia con todo el respeto por los pueblos pequeños.
Los otros amigos consultados, entre los que se encuentra una persona que vive en Málaga capital, otra de Córdoba, dos de Barcelona y otros dos de Madrid, todos aseguran entran dentro de la horquilla en la que tasa su casa el índice, aunque con margen de pagar todavía más. Solo la persona de Málaga está pagando 13,55 euros más del máximo estipulado y eso que afirma que ahora en su barrio se están pidiendo 1200 euros por lo mismo que hace dos años se pagaba la mitad.
A ella el índice le da un poco de consuelo, al menos, en lo que respecta a que puedan no subirle el alquiler cuando venza su contrato. Y lo mismo sucede con el resto de los que actualmente entran en la horquilla, a pesar de que consideran estar pagando más de lo que creen digno invertir en un alquiler.
Vivir con los padres como acto de rebelión
Nos han metido en la cabeza que vivir con tus padres siendo adulto es un síntoma de fracaso personal. Pero existen muchos motivos, tanto personales como estructurales, para no salir o volver al núcleo familiar. Incluso si significa renunciar a gran parte de tu privacidad e independencia. Una de ellas es negarse a vivir empobrecido a pesar de tener trabajo.
Lo cierto es que las cosas valen lo que uno esté dispuesto a pagar y Gerard, médico y treintañero, dice no estar dispuesto a "perder 1500 euros al mes en un piso de 50 metros cuadrados en el que el sofá está encajado al lado del frigorífico". Para poder pagar en Madrid o en Barcelona una casa en la que el salón, la cocina y el dormitorio estén separados, ha calculado que tendría que destinar más de un tercio de su salario y no está dispuesto.
De este modo, lleva dos años viviendo con sus padres porque le gusta estar con ellos y prefiere su casa de toda la vida a "un cuchitril" solo porque esté mal visto no pasar por el aro. Ha considerado cuáles son sus mejores opciones y, aunque nunca ha sido su objetivo tener un piso en propiedad, ha determinado que su mejor opción es ahorrar para dar la entrada de un piso que le guste u en un lugar en el que quiera vivir. No en el que le quiera imponer una burbuja de la vivienda. "Mis amigos médicos no entienden que viva con mis padres pero tengo claro cómo no quiero vivir".
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