Muchas personas se encontraban ayer en Barcelona durante el ataque terrorista. La ciudad entera ha respondido con gestos de solidaridad, cada uno intentando aportar su granito de arena para ayudar y tratar de salir adelante después de la barbarie. Pero mientras esto sucedía, también había quien seguía en su puesto de trabajo atendiendo. Y también quién seguía comprando.
Ayer los barceloneses abrieron sus casas a los afectados por el atentado. Los taxistas ofrecieron sus coches para trasladar gratis a todo aquel que lo necesitara. Los hoteles, sus habitaciones. Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo bajo la etiqueta #TotsSomBarcelona. Y todo aquel que podía hacía colas para donar sangre y ofrecer su ayuda.
Y mientras todo esto sucedía, Patricia Castro, una trabajadora en un centro comercial de la ciudad, no pudo abandonar su puesto de trabajo tal y como le aconsejaban amigos y familiares. Y ha denunciado a través de su cuenta de Twitter la indiferencia y la falta de empatía, tanto de los responsables de la tienda como de los clientes que seguían haciendo sus compras como si a pocos metros de allí no hubiese ocurrido un terrible atentado terrorista con trece muertos y más de cien heridos.
Os voy a contar mi experiencia como trabajadora en un centro comercial muy grande de Barcelona y como he vivido el atentado.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
En cuanto nos hemos ido enterando de lo ocurrido nuestro primer pensamiento ha sido cerrar la tienda y largarnos pitando. Pero no podíamos.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
La gente no dejaba de entrar, todo el mundo con sus móviles viendo vídeos del atentado mientras seguían comprando como si nada.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Repito, un gran centro comercial de Barcelona puede ser fácilmente un objetivo para hacer un atentado. No es nada descabellado.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Hemos pasado tres horas queriendo cerrar y presionando a los jefes, hasta que una encargada ha decidido cerrar por su cuenta y riesgo.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Lo peor es que el centro sigue abierto y vendiendo como si nada, cuando ha habido un atropello masivo y muertos en la misma ciudad.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Imaginaos la situación, familiares y amigos diciéndonos que nos fuésemos de allí pero nosotros no podíamos abandonar el puesto de trabajo.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Supongo que si los jefes que deciden tuviesen a sus familiares trabajando jamás hubiéramos estado en esta situación. Lo de siempre.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Si la gente hubiese dejado de comprar nosotros podríamos habernos ido antes. He visto mucha falta de empatia, de individualismo atroz.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Y me sabe mal por todos los trabajadores que a pesar de lo ocurrido tienen que seguir estando en sus puestos de trabajo. Es inhumano.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Esto es un golpe de realidad para todo aquel que no quiera ver como de reemplazables somos para el sistema. Sólo somos números.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Recalcar que mi jefa directa ha estado pendiente de nosotrxs, y mi encargada puede que se haya jugado el puesto por nuestro bienestar.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Los que mandan nos han dado largas. No querían que cerrasemos. No interesa, las pérdidas son malas, aún a costa de nuestra integridad.
— Patricia Castro (@_espatricia) 17 de agosto de 2017
Es en un acontecimiento de estas características cuando se demuestra de qué pasta está hecho cada uno: los terroristas de la peor, los que abren sus casas y ofrecen todo lo que tienen, de la mejor y luego hay una tercera clase de personas, aquellos que son indiferentes a todo lo que ocurre a su alrededor y siguen adelante con su vida como si nada hubiera pasado. También existe el margen de la duda de que no todo el mundo supiera qué estaba pasando en realidad y no se tratase de falta de empatía.
Pero hay que tener en cuenta otra actitud ante este terrorismo que quiere acabar contra nuestro estilo de vida, nuestros valores democráticos y contra nuestra libertad: la de aquellas personas que piensan que actuar con normalidad, seguir adelante y demostrarles que no tienen miedo es la mejor respuesta posible.
Fotos| Pexels.com
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