Mi madre también le echaba quesitos a la crema de calabacín. Ahora la hace más sana y proteica cambiando un solo ingrediente

Contra el frío no hay nada mejor que un buen plato de cuchara reconfortante y lleno de sabor que nos haga entrar en calor

Creo que mi amor por la gastronomía empezó entre los fogones en el pueblo de mi madre. En la cocina de gas de mi abuela las veía a las dos con su mandil haciendo pollo en salsa, cociendo la leche que acabábamos de traer recién ordeñada y oliendo los huevos fritos con lomo que hacían las dos mano a mano.

Muchas de las recetas que hago ahora con mis 38 años son heredadas de mi madre y aunque a muchas no les he cambiado ni una coma, como es el caso de su bizcocho de yogur, a otras les he hecho ligeras modificaciones para que se adaptaran a mi ritmo de vida o para conseguir que fueran más saludables. Es el caso de la clásica crema de calabacín con quesitos que estoy convencida de que en tu casa también se comía.

Mi madre le echaba quesitos a las cremas de verduras para darle cremosidad, aportar sabor y porque así, comíamos un plato más completo. Sin embargo, los quesitos no son el alimento más sano del mundo. La realidad es que es uno de los peores alimentos que podemos dar a un niño o comer como adultos, como nos explican en Vitónica. Se trata de “un sucedáneo del queso que incluye mantequilla, conservantes y otros ingredientes que no nos interesan”. El queso sí es saludable, los quesitos no. Y aunque la crema de calabacín siempre los ha llevado en mi casa, cuando decidí interesarme más por la salud y empecé a cuidar mi alimentación me deshice de ellos. Lo malo es que no conseguía esa cremosidad que le daba mi madre a las cremas. Hasta que descubrí esta maravillosa crema de calabacín y garbanzos que me sabe a casa y a niñez, pero es mucho más saludable.

Cómo hacer una crema de calabacín y garbanzos perfecta para días de frío

Lo que haremos es modificar ligeramente la crema de calabacín clásica que podemos hacer partiendo de una base de verduras con dos cebolletas medianas, un pimiento verde y uno amarillo (o medio rojo) y dos calabacines grandes. Para conseguir un sabor extra vamos a pochar las verduras. Puedes ponerlas todas juntas, pero te recomiendo hacer un sofrito empezando por la cebolla picada fina a la que añadiremos los pimientos cuando empiece a transparentar.


Cuando haya sofrito todo junto, añadimos una cucharada de cúrcuma, otra de tomillo y sal, y damos algunas vueltas para que se cocinen las especias. Luego le metemos los calabacines picados y dejamos que todo siga haciéndose junto. Una vez rehogado, vamos a desglasar el fondo con vino blanco (unos 150 ml) y dejamos que el alcohol se evapore antes de añadirle algo menos de un litro de caldo de verduras (mejor casero). Tapamos y dejamos cocer a fuego medio-bajo hasta que la verdura esté tierna.

Ahora llega la magia porque vamos a darle cremosidad y un extra de sabor que además, suma proteínas vegetales de calidad a nuestra dieta. La clave para que quede una crema suave, cremosa y reconfortante es añadirle un bote de garbanzos cocidos que habremos lavado y escurrido bien antes.

Cocinamos todo unos minutos más y apagamos el fuego. Si quieres puedes añadirle un toque de parmesano rallado e incluso levadura de cerveza antes de triturarlo todo con la batidora. Ajusta el punto de sal y disfruta de esta maravilla porque está deliciosa. Tan buena que ahora es la que hace mi madre en su casa después de probarla en la mía.

Fotos | Vitónica

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