Mi madre es la mujer que me hizo enamorarme de la cocina. Imposible no hacerlo cuando hace las mejores croquetas del mundo, un cocido para ponerle un piso y una tortilla de patatas que huele y sabe a casa, de esos bocados que te calientan el corazón hasta en los peores días. Pero como buena cocinera, es exigente. Conmigo especialmente. Cuando preparé esta tortilla de calabacines pensé que le pondría pegas. En lugar de hacerlo, me dijo: “Necesito la receta de esto, está buenísimo”.
Se trata de unas sencillísimas tortillitas de calabacín en formato individual, perfectas como cena ligera. Una receta cargada de fibra, saciante y muy rica, que nos sirve como idea de cena si quieres perder peso y estás a dieta.
Cómo hacer tortillitas de calabacín
En mi caso la hago normalmente para una persona, usando dos huevos talla M, medio calabacín (mejor si es pequeño para que no tenga tantas semillas) y media cebolleta. También necesitarás aceite de oliva virgen extra y sal. Nada más. Comenzamos picando la cebolleta finita, en brunoise. Es importante que uses cebolleta y no cebolla porque le da un toque mucho más suave. Ponemos la sartén con un buen chorro de aceite de oliva y pochamos hasta que esté transparente.
Mientras se va haciendo la cebolleta, vamos a lavar bien el calabacín y a cortarlo. No lo peles, en la piel está gran parte de sus nutrientes y nos interesan. A mí me gusta mucho hacerlo como lo haría con la patata de una tortilla de patatas, así que uso una mandolina para hacer unos discos finos. De esta forma reducimos el tiempo de cocinado. Vamos a añadirlo a la cebolleta y dejamos que se poche bien hasta que quede blandito pero sin que se deshaga. Salamos, y escurrimos bien el aceite.
Batimos un par de huevos, mejor si usas el truco de la cuchara, y añadimos las verduras aún caliente. Truco extra: mezcla y deja que repose junto un minuto antes de devolverlo a la sartén donde habremos incorporado un poquito del aceite de pochar las verduras. En la sartén dejamos cuajar al gusto y servimos. Puedes acompañarla de una ensalada y, aunque fría está muy rica, caliente está aún mejor.
A mí madre le gustó tantísimo que ya forma parte de su recetario particular. Del mío lo es desde hace años y me salva muchas cenas en las que no sé qué preparar.
Fotos | Directo al Paladar
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