Al momento de comer hay muchos factores que influyen en nuestras decisiones además de la presencia de alimentos y nuestro nivel de hambre, y entre ellos, un aspecto que puede modificar notablemente nuestra ingesta es el humor. Por ello, te damos algunos trucos para que las emociones no lleven por mal camino tu dieta.
Las emociones pueden perjudicar tu dieta
Ya hemos dicho que no siempre comemos por hambre, sino que muchas veces iniciamos la búsqueda de alimento y la ingesta por otras razones. Una de las más influyentes son las emociones.
Cuando se trata de una alimentación emocional, es decir, cuando buscamos comer algo porque estamos estresados, aburridos, tensos o ansiosos, generalmente nuestra dieta no resulta beneficiada, pues se sabe que cuando comemos para calmar emociones elegimos alimentos más grasos y calóricos.
Además, cuando no comemos porque tenemos hambre sino porque nuestro cuerpo inquieto, intranquilo y nervioso busca ingerir alimentos, estamos consumiendo alimentos y calorías que nuestro cuerpo no necesita verdaderamente, es decir, tenemos más riesgo de propiciar excesos y un consecuente aumento de peso a causa del balance calórico positivo.
Entonces, cuando las emociones guían nuestras elecciones al momento de comer y nos conducen a ingerir alimentos, generalmente la dieta resulta en una peor calidad nutricional así como en una cantidad superior a la necesaria.
Por eso, si no quieres que tu dieta vaya por mal camino, sino que sea adecuada tanto en calidad como en cantidad, lo mejor es no dejar que las emociones determinen lo que comemos.
Cómo controlar las emociones al momento de comer
Si quieres evitar que tu dieta se desvíe del camino adecuado para estar en forma y con buena salud, os dejamos algunos trucos para controlar las emociones al momento de comer:
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Piensa antes de comer si realmente comes porque ya han pasado más de tres horas de tu última ingesta y sientes hambre o si en realidad, buscas comer algo porque estás nervioso, con sueño, estresado o bien, simplemente vas a comer porque hay alimento delante de tus ojos.
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Si descubres que no comes porque tienes hambre, come despacio, saboreando el alimento que estás por consumir y escogiendo una ración de pequeño tamaño, de manera de calmar los deseos de comer pero sin sumar muchas grasas, azúcares ni calorías a tu dieta.
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Realiza ejercicio físico regular, pues de esta forma reducirás tu nivel de estrés, tu nerviosismo y tu ansiedad y como consecuencia, tendrás menos influencia de las emociones al momento de decidir qué comer.
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Descansa lo suficiente cada noche, porque la falta de sueño también puede desencadenar una ingesta por emociones.
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Evita el aburrimiento, pues es una de las razones por las cuales solemos buscar alimentos. Para ello, organiza bien tus actividades diarias y en caso de tener un momento sin acción que te incite a comer, aléjate de la comida y sal a caminar, a pasear o ponte a leer un libro de tu agrado.
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No comas ansioso, enojado o con nervios, porque sin duda las emociones influirán en lo que ingieres. Intenta calmarte, relajarte y serenarte antes de sentarte a la mesa a comer.
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Bebe agua antes de comer alimentos sólidos, pues quizá la distensión del estómago que genera el consumo de líquidos sea suficiente para frenar tu ingesta por emociones.
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Si estás nervioso o ansioso, mastica chicle sin azúcar, con el objetivo de relajarte y mantener la boca ocupada sin sumar calorías, grasas ni azúcares a la dieta.
Con estos consejos puedes reducir la influencia de tu humor y tus sentimientos en las decisiones alimentarias y evitar que las emociones lleven por mal camino a tu dieta.
Recuerda que cuánto más se ajuste lo que comes a lo que realmente necesita tu cuerpo, más en forma y saludable te encontrarás. Por eso, no dejes que las emociones perjudiquen tu alimentación, sino mantenlas bajo control con los trucos antes dados.
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