Ayer hablamos en nuestro especial Cuerpo en Forma de tres claves para prevenir los excesos al comer, hoy comentaremos otro aspecto importante a tener en cuenta cuando queremos adelgazar o simplemente no engordar (sea o no Navidad) y es distinguir qué factores nos hacen sentir hambre, cuando quizá en ese momento no necesitamos comer.
¿Os suena la frase “Tengo hambre a todas horas”? Yo no sé cuántas veces la habré pronunciado (pensado seguro que muchas más), pero prestando un poco de atención a lo que ocurre y a cómo nos sentimos, es más fácil evitar esta sensación.
¿Por qué tenemos hambre?
El hambre aparece con el fin de prevenir un déficit de energía en nuestro organismo y a la vez hacer que nuestro peso corporal se mantenga estable. Necesitamos comer para poder desarrollar las funciones vitales, reparar los posibles desgastes y contribuir al crecimiento.
La glucosa y la insulina son reguladores de la sensación de hambre, la primera aumentándola cuando los niveles son bajos y la segunda disminuyéndola, pero es el cerebro el que al final controla el estado interno de nuestro cuerpo, a través del hipotálamo, y el que recibe las señales del estómago, el intestino o el hígado que hacen que nos sintamos hambrientos o saciados cuando corresponde.
Sin entrar a profundizar más en el tema (si os interesa especialmente podéis descargar este PDF de la Fisiología de la ingesta alimentaria) ya os habréis dado cuenta de que en la gran mayoría de ocasiones en las que sentimos ganas de comer, nada de esto está ocurriendo en nuestro cuerpo. Hay otros elementos externos que nos condicionan y reconocerlos es una buena forma de evitarlos cuando lo consideremos necesario.
Factores que nos incitan a comer de más
Aparte de esto los sabores dulces y salados nos llaman, ya que inconscientemente los asociamos con la presencia de nutrientes. El problema está en que hemos pasado del dulce por ejemplo de la fruta a sentirnos atraídos por alimentos cargados de azúcares refinados, que parecen fabricados a conciencia para poner a prueba nuestra debilidad.
Recuperar los sabores naturales de verduras, frutas, cereales integrales etc. y descartar en nuestras comidas habituales precocinados o preparaciones “artificialmente muy sabrosas” nos ayudará a comer en su justa medida, además de a mantenernos en forma y acostumbrar al paladar a disfrutar hasta de las recetas más sencillas.
Ante una gran variedad y cantidad, nuestro cuerpo quiere llevarse un poco (o mucho) de todo y eso hará que la sensación de saciedad aparezca más tarde y casi con toda seguridad comamos más de lo necesario.
Así que no está de más prestar un poco de atención a todo lo que nos llevamos a la boca cuando estamos rodeados de gente, es sorprendente todos los alimentos que podemos llegar a ingerir, sin apenas darnos cuenta.
Por lo demás, a disfrutar de la compañía, que al fin y al cabo es lo más importante, cuando se aprende a distinguir el hambre real, del hambre que nos causan algunos alimentos o circunstancias, siempre podemos decidir dejarnos llevar por la tentación ocasionalmente, pero resulta mucho más fácil no caer en atracones, ni acumular kilos sin saber cómo.
Lo digo por experiencia propia, así que espero que también os sirva de ayuda.
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