Muchas veces hemos escuchado que el estrés puede ser el principal enemigo de nuestra salud y forma física, quizá porque solemos engordar cuando estamos estresados. Hoy te contamos por qué sucede un aumento de peso ante el estrés y qué podemos hacer para evitarlo.
¿Por qué engorda el estrés?
Cuando estamos estresados, todo nuestro organismo se resiente, pasando por nuestro estado de ánimo, las hormonas del cuerpo, el rendimiento físico, el sistema de defensas y más, tal es así que por diferentes razones, el estrés puede hacernos engordar.
En primer lugar, como hemos dicho otras veces, el estrés puede generar un malestar en nuestro cuerpo que nos conduce a buscar alimentos placenteros para eliminar (temporalmente) esa sensación. Así, solemos ir en busca de alimentos grasos y/o cargados de azúcares.
Por otro lado, se ha probado que el consumo de azúcar reduce los niveles de estrés en el cuerpo y ello, puede volvernos más adictos a su consumo al necesitar de alimentos dulces o de azúcar cada vez que nos sentimos estresados.
Asimismo, el estrés puede promover el consumo excesivo de alimentos al volverlos más apetecibles para nuestro cuerpo y menos saciantes pero verdaderamente placenteros, según han demostrado científicos estadounidenses, de allí que el estrés puede incentivar la combinación de más alimentos y alimentos de peor calidad y con más calorías en nuestra dieta.
Como si fuera poco, el estrés puede cambiar el medio interno del organismo e incentivar la presencia de factores inflamatorios o de hormonas que favorecen la acumulación de grasas tales como la insulina, de allí que se ha demostrado un vínculo entre obesidad y estrés mediado por otros factores endocrinos.
Además, no debemos olvidar que el estrés puede afectar nuestros hábitos, llevándonos no sólo a comer peor y más sino también, a hacerlo en medio de un ambiente poco adecuado, o también, puede reducir nuestro descanso, así como la actividad física, ambos factores asociados a un mayor aumento de peso y una menor quema de grasas.
Entonces, es claro que el estrés afecta a nuestro organismo en diferentes áreas ocasionando que todo confluya para que sea muy fácil engordar cuando estamos estresados y muy complejo adelgazar en estas circunstancias.
¿Qué podemos hacer para evitar este efecto?
Si lo que buscamos es no engordar a causa del estrés, lo mejor es eliminar el factor desencadenante, es decir, actuar contra el estrés.
Para ello, lo recomendable es apuntarnos a una vida organizada y planificada, fijar prioridades e intentar conservar horas de descanso nocturno así como actividades relajantes que pueden reducir el impacto del estrés en el cuerpo.
Pero por supuesto, podemos aplicar muchas herramientas para reducir el estrés o el impacto de diferentes situaciones en nuestro cuerpo de manera que éstas no estresen ni afecten negativamente al organismo.
Sí aun con todas estas medidas no logramos disminuir el estrés en nuestra vida, podemos intentar compensar el efecto del mismo de manera de luchar contra los kilos de más en esta situación, por ejemplo, creando un ambiente seguro para nuestra dieta.
Es decir, si eliminamos el ambiente obesogénico y nos rodeamos de una casa con alimentos sanos, saciantes y que no sumen estrés a nuestro cuerpo sino que brinden antioxidantes, agua y buenos nutrientes, podemos quizá, aminorar el aumento de peso que puede ocasionar el estrés.
Asimismo, hacer actividad física aunque sea unos minutos al día es buena estrategia para mantener activo el gasto de calorías, y si podemos hacerlo a una intensidad adecuada que nos permita quemar grasas mucho mejor, por ejemplo, podemos dedicarle menos de 30 minutos a una rutina HIIT dos o tres veces por semana y lograremos resultados.
Claramente podemos actuar al respecto y aunque lo mejor siempre sea eliminar el estrés de nuestra vida, también podemos enfrentarlo con comportamientos saludables de manera de evitar engordar cuando estamos estresados.
Bibliografía consultada | The Journal of Clinical Endrocrinology and Metabolism, DOI: http://dx.doi.org/10.1210/jc.2014-4353, April 16, 2015; Physiology & Behavior, Volume 91, Issue 4, 24 July 2007, Pages 449–458; Biological Psychology, Volume 86, Issue 2, February 2011, Pages 114–120
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