Corría octubre de 1928 cuando una Virginia Woolf en plena madurez fue invitada a dar una serie de charlas sobre las mujeres y la novela en la Universidad de Cambridge. Fue allí donde se enfrentó a la famosa pregunta: "¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas?", una contestación que acabaría dando pie a un clásico de la literatura feminista y que, para bien o para mal, sigue teniendo vigencia casi un siglo después. Ahora el sello Seix Barral lo reedita en una preciosa edición a cargo de la escritora Elena Medel e ilustrada por Sara Morante, que nos cuenta que siempre había querido ilustrar algún texto de Woolf porque le parece "una voz única con mucha fuerza".
Aquel fue el mismo año que el parlamento del Reino Unido le concedió el voto a la mujer en igualdad de condiciones a las de los hombres. En 1918, justo una década antes, las sufragistas lo habían conseguido por primera vez en este país para las electoras que hubieran cumplido 30 años y tuvieran tierras o bien un arrendamiento anual superior a 5 libras o bien fueran diplomadas de universidades británicas. Sin embargo, tanto en 1928, como en 2021, todavía quedaba y queda mucho camino por recorrer.
Actualizar un clásico atemporal
No es la primera ocasión en la que Sara Morante pone color en la obra de una autora fundamental de la literatura universal, lo había hecho previamente con nombres de la talla de Emily Brontë y su Cumbres borrascosas, además de con las portadas de toda la obra de Carson McCullers en lengua española (también en Seix Barral), entre otras. No obstante, sí que es su primera vez con algún libro de la londinense.
Antes de recibir el encargo, ya había leído con anterioridad este ensayo tan importante dentro del feminismo, aunque "de forma lúdica", según cuenta a Trendencias. Hace diferenciación porque asegura que "la lectura de un texto que se va a ilustrar es mucho más profunda, con una atención a los detalles y significados mayor". De hecho, describe el papel de sus ilustraciones en la obra como "la digestión" de la lectura tras haber "masticado el texto".
En su labor como editora, Elena Medel señala en el epílogo algunas de las dificultades que supone revisar la traducción medio siglo después de la primera edición de la obra. En especial se detiene en un par de aspectos sobre los que consideraba que merecía la pena pararse a reflexionar.
Habla, por ejemplo, de la decisión de nombrar en femenino las alusiones a sí misma que realizaba la autora, sin marca de género en la gramática inglesa ("uno", etcétera). La traductora Laura Pujol las trasladaba al español en masculino y Medel consideró que debían aparecer en femenino, puesto que de la otra forma "despersonalizaban en cierto modo la conciencia de la autora sobre ella misma; el papel activo que de forma voluntaria toma en el texto".
Más allá de cuestiones lingüísticas que reflejan las ideas de una época o del hecho de que la mujer tiene desde 1970 derecho a la educación en las mismas condiciones que los hombres, pocos problemas más de desactualización presenta un clásico que "a pesar de aportar una mirada muy local, todo cuanto en el se dice es universal y atemporal". Morante lo describe así y añade que, aunque estamos en el año 2021, es fácil encontrar símiles actuales en sus reflexiones. En eso se ha basado su trabajo con las ilustraciones: "si ella habla del poco espacio que se le da a las mujeres escritoras, yo respondo con la imagen de una mujer rodeada por dos hombres que hablan y no le dejan apenas espacio físico".
Por lo tanto, sus referentes e inspiración han estado en sus propias experiencias y en lo que observa. "Se trata de una conversación entre una mujer en 1928 y otra mujer en 2021", nos comenta. No es difícil, ya a principios del siglo XX, Woolf denuncia aquí la precariedad de la mujer, "de las manos vacías porque es imposible criar hijos y ganar dinero, de hombres que escriben y escriben sobre las mujeres, enfurecidos, ofendidos". Todos esos temas siguen vigentes de alguna manera, solo tenemos que mirar los estudios más recientes.
Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), las mujeres seguimos trabajando mayoritariamente en el sector de los cuidados y seguimos siendo las que más renuncian a nuestra carrera laboral para dedicarnos a la crianza y atención a los familiares.
Independencia económica y personal
Lejos de cualquier dogmatismo, Woolf planteó en su día la cuestión desde un punto de vista realista y valiente. Y es que solo cabía dar una respuesta: "una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas", es decir, independencia económica y personal. De ahí el título del ensayo que en su formato conferencia se tituló Mujeres y ficción.
Tal y como señalaba la propia autora, tener una habitación propia era algo impensable aún a principios del siglo diecinueve, a no ser que sus padres fueran ricos o nobles. Partiendo de este legado, examina en el ensayo si las mujeres eran capaces de crear atendiendo a las limitaciones que encontraban, la libertad que tenían para producir un trabajo de la calidad de William Shakespeare y advierte a las lectoras de la precariedad de su posición como mujeres en la sociedad.
Una de las grandes renovadoras del idioma inglés sin estudios
Novelista, intelectual y una de las mujeres más poderosas del siglo XX según la revista Time, Virginia Woolf fue privada de escolarización formal. La escritora era hija del conocido hombre de letras Sir Leslie Stephen quien, afín al pensamiento de la época, creía que solo los varones de la familia podían ser enviados a la escuela. Aunque Woolf recibió clases de profesores particulares y de sus padres y por el domicilio familiar del número 22 de Hyde Park Gate pasaron personalidades de la sociedad literaria victoriana como Thomas Hardy o Henry James. Además de estas influencias, también tenía a su disposición la inmensa biblioteca de la casa de los Stephen.
Al contrario que su padre, Woolf insistió en este ensayo sobre la importancia de que las mujeres recibieran una educación formal. Para ello inventó un personaje: La hermana de Shakespeare, mediante la que ilustra cómo una mujer con las habilidades del escritor inglés habría sido privada de la oportunidad de desarrollarlas a causa de todas las puertas que, por su género, se le cerraban. De este modo, mientras Shakespeare va estableciéndose en la vida, Judith se encuentra limitada por las expectativas sociales de ser mujer.
También con Una habitación propia, que entremezcla un espacio literal con otro ficticio, hace un repaso histórico de escritoras (hasta esa fecha) incluyendo a Jane Austen, las hermanas Brontë o George Eliot, entre otras escritoras que se enmarcan en una tradición literaria dominada por hombres.
Habrá que seguir leyendo a Virginia durante otro siglo más, pues.
Una habitación propia (edición ilustrada): Ilustraciones de Sara Morante (Biblioteca Formentor)
Fotos | National Portrait Gallery y Seix Barral.