Frida Giannini apostó ayer por resucitar el espíritu de la fabulosa Italia de finales de los sesenta, principios de los setenta: la época en la que Elizabeth Taylor y Richard Burton paseaban su amor por las calles de Roma, un breve periodo de tiempo en el que el glamour hollywoodiense se trasladó a Italia. Gucci presenta una potente primavera de colores ácidos como el rosa, el amarillo cítrico o el cobalto que envuelven a una mujer de aires aristocráticos.
En Gucci las siluetas variaban entre las de una musa romana, con grandes hojas en los hombros y alrededor del vestido, hasta largas túnicas ideales para lucir en un lujoso crucero. Los vestidos y conjuntos eran rematados con vistosos accesorios: collares y pendientes de plástico. Imagino a una joven Sofia Loren con unas enormes gafas de sol en la cubierta de un yate luciendo alguno de estos diseños.
Inspiración oriental
Los estampados en algunos de los diseños hacían referencia al mundo oriental, según la diseñadora eran inspiración japonesa.
Largos vestidos cargados de color
Cada vez son más los diseñadores que apuestan por un solo color, muy potente en una serie de vestidos o juegos de camisa y pantalón, para así después centrarse en el diseño, algo muy característico en los desfiles de Jil Sander. En el caso de Gucci, largos vestidos trabajados al detalle, inspirados en las hojas de las columnas romanas creando hombreras y cuellos que rozan el exceso.
En definitiva, Gucci no decepcionó, inspirándose en los setenta presentó a una “diva italiana“, una mujer a la que sinceramente, no la veo trabajando duro, más bien viviendo la dolce vita a costa del dinero de su marido. Una fabulosa mujer florero. Falta quizás, algo para la mujer trabajadora, esa que compagina una vida laboral con momentos de glamour.
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