En ocasiones, la aprobación de una ley de la que nunca habíamos oído hablar puede tener una influencia capital en nuestro estilo de vida o en nuestro consumo de determinados productos. Es lo que ha ocurrido con una nueva ley aprobada por el Parlamento Europeo que ha ampliado el copyright del diseño de muebles de 25 a 70 años después de la muerte del autor. ¿Qué significa esto? Que ya podemos ir despidiéndonos de comprar piezas icónicas a bajo precio. Y muchas cosas más.
¿A qué piezas afecta esta nueva ley?
Hasta el momento, la ley permitía que se realizaran réplicas de cualquier pieza de mobiliario una vez transcurridos 25 años desde la muerte de su autor. Ahora, ese plazo se amplía a 70 años. Tirando de matemáticas, por tanto, se deduce que la ley afecta a las piezas diseñadas por autores fallecidos entre 1946 y 1991. Si a esta horquilla temporal le sumamos el auge, que dura ya algunos años, por las piezas icónicas de mediados del siglo pasado, es fácil imaginar que serán estas las más afectadas.
La silla MR90, de Mies van der Rohe, más conocida como 'silla Barcelona' es un buen ejemplo. El modelo original, comercializado por Knoll, cuesta 5.592 dólares (unos 5.000 euros, aproximadamente), en su configuración más barata. Las réplicas, en cambio, se pueden encontrar a partir de 399 euros. Lo mismo ocurre con la Egg Chair de Arne Jacobsen, las mesas de Eileen Gray o la omnipresente lámpara Arco, por poner solo algunos ejemplos.
¿Qué ocurrirá a partir de ahora?
El Reino Unido ha sido el primer país en legislar a partir de la nueva normativa europea. Aunque, en un principio, la idea era promulgar una moratoria para que se pudieran seguir vendiendo réplicas hasta 2020, la presión de los impulsores de la ley ha hecho que el gobierno haya decidido que entre en vigor en enero de 2017. Es decir, los distribuidores de réplicas (la mayoría de ellas, fabricadas en China) tienen estos cuatro meses para deshacerse del stock. Ya se habla, en algunos medios, de una auténtica fiebre por hacerse con las últimas piezas de mobiliario antes de que los precios se multipliquen exponencialmente.
Pero, como casi siempre... hecha la ley, hecha la trampa. David Woods, un abogado especializado en copyright consultado por The Guardian, pone el foco en la palabra clave: inspiración. Porque es cierto que a partir de enero no se podrán comprar réplicas exactas de las famosas piezas de mobiliario, pero estamos seguros de que surgirán cientos de piezas inspiradas en ellas. «Identificar qué línea no se puede cruzar a la hora de inspirarse en una pieza clásica no es una ciencia exacta, por lo que tendrán que ser los tribunales quienes decidan si hay o no una infracción de los derechos de autor».
¿Y qué ocurre con el mundo de la moda?
La protección de los derechos de autor en la industria de la moda es complicada. Aun dejando fuera de cuestión las falsificaciones, que constituyen delito penal, ya que alguien está utilizando la imagen de una marca que no le pertenece, hay mucho que hablar sobre los derechos de los autores de diseños clonados.
Por una parte, se puede considerar que las prendas de vestir son algo utilitario, por lo que no es aplicable a ellas el derecho de propiedad intelectual. Sí es posible registrar una prenda (o una colección completa) en el marco de la Ley de Diseño Industrial, aunque, según explica la abogada Ana Soto, socia del bufete Cuatrecasas, Gonçalves Pereira, en este artículo, el registro de una colección de unas 300 prendas puede costar entre 25.000 y 40.000 euros.
Nos hemos puesto en contacto con los abogados especialistas en derechos de marcas José Mariano Cruz e Inmaculada López, del despacho Eversheds Nicea, para arrojar algo de luz sobre el asunto. En primer lugar, nos explican que la Ley de Diseño Industrial fija en 5 años el tiempo de protección de los derechos de un diseño de moda registrado. Ese periodo se puede renovar cada 5 años de nuevo, hasta un máximo de 25 en total.
En el caso de las empresas, se aplicaría el concepto de 'diseño comunitario'. En este caso, se limita a 3 años y es una especie de registro por defecto, es decir, no es necesario registrar las prendas en ningún lugar, ya que su salida a la venta ya lo hace relevante y no se necesitan más pruebas en el futuro sobre su propiedad. En realidad, este registro no otorga ningún reconocimiento al autor, sino que simplemente impide utilizar los diseños a terceros.
Pero existe otra posibilidad. Según nos explican José Mariano Cruz e Inmaculada López, un diseño de moda podría entrar en el marco de la Ley de Propiedad Intelectual si se considera una obra artística (esta ley protege, literalmente, obras científicas, literarias y artísticas). Si fuese así, como en el caso de los muebles, habría que esperar 70 años desde la muerte del autor para poder comercializar una réplica exacta. Es decir, que ya nos podríamos ir despidiendo de las copias exactas de los little black dress de Chanel o Givenchy o de los smoking al más puro estilo Saint Laurent (aunque eso nunca pasa porque siempre son versiones inspiradas). Con conceptos tan difíciles de demostrar como estos, el debate está servido: ¿cuánto hay de arte y cuánto de utilidad en el mundo de la moda?
Imágenes | Knoll, Select Light, Mueble Design y David Hilowitz.
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