Está claro que vestirse correctamente para asistir a una boda es cuestión de llevar el vestido adecuado pero sobre todo, acertar con el estilismo, y que no parezca que nos hemos puesto encima un disfaz de madrina y una decena de años sino que sepamos adecuar nuestro estilo a las circunstancias.
No vale ponerse un vestido de boda, es decir, lo que muchas entienden por típico vestido de fiesta, con cuantos más brillos o volúmenes mejor; es mucho mejor tirar de vestido normalito que no te vaya a costar un dineral, y que además puedas reciclar, y complementarlo con unos buenos zapatos (básico, repito básico, porque un buenos zapatos pueden arreglar un mal look) y un tocado, un buen moño, y las joyas y bolso perfectos.
Sí, hay que tener cuidado con la etiqueta, pero es imperativo que de noche vayas de largo y de mañana de corto, en todo hay matices, y hombre, de mañana es preferible no ir de largo, pero de noche es totalmente correcto ir de corto: no hay que obsesionarse con las normas no escritas de protocolo nupcial.
Sobre todo tienes que atenerte a lo pidan los contrayentes en la invitación.
Sí, hay que evitar el blanco pero cada vez se lleva más el negro (básicamente de noche), así que tampoco os obcequéis con eso.
Si encontráis un vestido que os encanta en color marfil, nude, o champán, no pasa absolutamente nada (vamos, si yo encontrara un clon del vestido de Margherita Missoni, no me lo pensaría dos veces) .
Por favor, intentad huir de lo que dice a gritos “voy de boda y quiero que se vea”: no a los vestidos a conjunto con un chal, no a lentejuelas y pedrerías por kilos y no a las telas que se suponen majestuosas porque sí; no a los trajes a medida a menos que tengáis más de cincuenta y sí a tirar de Mango, Zara, Topshop, o Uterqüe, sobre todo ésta última que tiene por un módico precio looks al completo.
Si pasáis de vestidos y preferís un buen traje, aseguráos de que no vais a parecer vuestra madre.
Si tiráis de volantes y ostentosidades porque para una vez que os podéis comprar un vestido exagerado, queréis aprovechar, hacerlo con moderación , porque a menos que el evento sea de etiqueta, os vais a sentir como pez fuera del agua.
Este look por ejemplo, en otro tono más subido, es simplemente perfecto: pelo recogido, vestido de corte limpio y pendientes de largo alcance.
Y aquí, obviar a Jason Wu y centraros en Leighton Meester: de corto y estupenda con un estilismo totalmente extrapolable de pies a cabeza.
Apostad siempre por un vestido sencillo y luego, a complementarlo a vuestro gusto: no hay que pecar ni por exceso, ni por defecto.
Hay que encontrar el término medio.
A poder ser, evitad al máximo los escotes exagerados.
Aprovechad para compraros ese calzado y accesorios que nunca os compraríais, como he dicho antes, unos zapatos maravillosos pueden salvar un look mediocre.
Y elegid con tacto el peinado y las joyas: no os paséis con lo demasiado puesto (aunque tampoco vayáis despeinadas a lo Moss), sobre todo en cuestión de rizos artificiales. No a los tirabuzones horrorosos o esos semi recogidos horribles con retales de pelo por todas partes.
Si no os decidís, melena suelta lisa del todo o ligeramente ondulada, moño clásico (la cara bien despejada siempre es un plus), coleta o sutil trenza.
Eso si no sois atrevidísimas y os lanzáis al tocado (éste sí es de día, y solamente apto para determinadas ocasiones).
A falta de pendientes, collares y pulseras “buenos”, la fantasía hace milagros siempre que sea con prudencia, si no, optad por una sencillas perlas o brillantes, sin más.
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