En las últimas décadas, el mundo de los tatuajes y la visión que la sociedad tiene de ellos ha cambiado de forma radical. Ya poca gente los asocia a ambientes marginales, y cada vez es más común encontrar a personas, en cualquier ámbito, luciendo orgullosos sus tatuajes.
Pero, ¿cuánta gente se queda en un solo tatuaje? No hay estudios sobre el tema, pero seguro que todos tenemos a alguien en mente que se hizo un tatuaje... y luego otro, y otro, y otro más. Por eso, mucha gente habla ya de la adicción a los tatuajes, pero, ¿hay base científica que la confirme?
El grupo de trabajo sobre Nuevas adicciones de la Universidad Rey Juan Carlos considera que el dolor juega un importante papel en el enganche que los tatuajes ejercen sobre quien los ha probado. La segregación de endorfinas que se produce durante el proceso de creación del tatuaje puede llegar a ser similar a la que provocan algunas drogas, lo que explica, en parte, la sensación de adicción.
Todos conocemos ejemplos de personajes famosos multitatuados: David Beckham o Angelina Jolie son, quizá, los más adictos. Y es probable que también en nuestro entorno cercano tengamos a alguien que, tras tatuarse por primera vez, ha entrado en una carrera sin fin en la decoración de su piel.
Hemos recopilado las opiniones de tatuadores, psicólogos y personas tatuadas para arrojar un poco de luz sobre ese gusanillo que producen las agujas.
Graciela Amador, psicóloga de la Universidad Católica de Colombia, apoya la teoría de la adicción. Considera la adicción como cualquier acto compulsivo, repetitivo, que aporta una gratificación temporal, que se incrementa a largo plazo. Stuart Ross, de la Universidad de Newman (Reino Unido) añade, además, que esa gratificación no se desarrolla solo por el resultado final del tatuaje, sino por el propio proceso, dolor incluido.
En el bando contrario a la consideración del hecho de tatuarse reiteradamente como una adicción, se sitúa Viren Swami, psicóloga de la Universidad de Westminster (Reino Unido): «Las personas con más de un tatuaje tardan entre dos y siete años en hacerse el segundo; no suelen tomar decisiones apuradas porque ya saben lo que significa tener uno». Adriana Guraieb, psicoanalista argentina con diversas publicaciones sobre tatuajes, defiende que la razón por las que las personas se tatúan repetidamente no tiene nada que ver con una adicción, sino con la sensación de estar unido a algo que perdura, en una sociedad como la actual en la que todo parece temporal.
Los tatuadores son, probablemente, quienes más de cerca viven la realidad de clientes que regresan una y otra vez a sus estudios. Marco Venegas, del estudio Dermagraphic, no duda: «Rotundamente, sí. Hay una adicción a los tatuajes». Lo razona en función de distintas variables: el gusto por llevar en la piel una pequeña obra de arte, la vanidad de que los demás te alaben el tatuaje e, incluso, ha conocido casos de personas a las que el dolor que produce el proceso les ha llegado a resultar placentero.
Andrea Piña cree que el gusto por los tatuajes se define en dos vertientes: los apasionados, que consideran el hecho de tatuarse como parte de su vida, y quienes lo hacen por moda, porque cada vez más gente se tatúa y quieren formar parte de ese colectivo. Y puntualiza que «si realmente te apasionan los tatuajes y puedes permitírtelo económicamente... te vicias».
Pero, ¿qué opinan quienes lo han vivido en su propia piel? Elena P. nos dice que ella empezó con un sol pequeño en la adolescencia y, desde entonces, siempre ha querido continuar. De todos modos, rechaza en cierto modo la teoría de la adicción, ya que, aunque siempre tuvo en mente hacerse más tatuajes, tardó casi diez años en repetir la experiencia.
Carlota S. sí cree que se puede desarrollar adicción a los tatuajes. Reconoce que, cuando rondaba los veinte años empezó a tener sentido para ella la idea de grabarse algo para siempre en el cuerpo. «Me hice mi primer tatuaje hace dos años y, desde el mismo momento en que salí del estudio, he estado pensando en qué otra cosa hacerme, así que... supongo que, en cierto modo, sí puede considerarse adictivo».
También apoya la teoría de la adicción Isobel Varley, quien es considerada la mujer más tatuada del mundo. En una entrevista publicada hace algunos años, reconocía que tatuarse «es como una droga, una adicción. Todo es empezar, porque una vez que lo haces siempre quieres más y es difícil parar».
Por último, cabe preguntarse cuándo la supuesta adicción a los tatuajes se convierte en un problema. Fany Loya Reyes, licenciada en Psicología y Psicoterapia Familiar, afirma que «el momento de buscar ayuda surge cuando te das cuenta de que está afectando a tu vida, ya sea personal, familiar o laboralmente; cuando la persona pierde el control y distorsiona la realidad; cuando se involucra en situaciones que lo ponen en riesgo y esto le crea conflictos con la sociedad».
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