Aceptar que necesitamos ir a terapia y dar el paso es, todavía hoy en día, una decisión difícil. Tomar la decisión de hablar sobre ello es, si cabe, más complicado. Sin embargo, algo que he aprendido en los últimos años es que, una vez que te decides a buscar la ayuda que necesitas, la terapia puede ayudarte a obtener herramientas y estrategias más saludables y eficientes. Facilitándote a ser la mejor versión de ti mismo, no para los demás, si no para ti y tu vida.
La terapia no es nueva para mí, ya que, además de tener un trastorno de ansiedad generalizada, he sufrido desde bien jovencita de problemas de autoestima. Si algo ha dejado claro el movimiento body positive es que para las mujeres no es, precisamente, una novedad los problemas de autoestima relacionados con el cuerpo y los datos lo avalan.
Por poner solo algunos ejemplos, los trastornos de conducta alimentaria afectan nueve veces más a las mujeres que a los hombres - aunque la prevalencia ha ido aumentando en estos últimos -. En el caso de la dismorfia corporal, aunque la prevalencia es más similar en ambos géneros, sigue afectando algo más a las mujeres.
Y no solo se trata del cuerpo o la imagen física. Un estudio del Access Comercial Finance de Reino Unido encuentra que las mujeres sufrirían el Síndrome del impostor un 10% más que los hombres. En resumen, no soy ninguna excepción ni me pasa nada que no pase a muchas otras mujeres.
Pero, en mi caso, he necesitado la ayuda de una psicóloga para poder obtener estrategias que me permitieran sobreponerme a esta falta de autoestima. Y una de las cosas que he aprendido en estos meses ha sido la importancia que tiene no solo cuidarme por dentro, si no también por fuera y entender mi cuerpo como una parte de mí misma que merece respeto.
Toda una vida maltratando mi cuerpo
Este maltrato de mi cuerpo no ha sido nunca físico, pero si hay algo que me ha acompañado toda la vida, ha sido el hecho de no gustarme a mí misma. He estado más delgada, más gorda, más en forma y menos en forma y en ninguna de esas formas recuerdo haberme sentido a gusto conmigo misma.
Siempre tenía las piernas demasiado gordas, los brazos demasiado flácidos, la nariz demasiado ancha, las caderas demasiado excesivas. Y me lo repetía una y otra vez a mí misma, de las maneras más crueles posibles. Jamás hablaría a otras personas como me hablo a mí misma y si hubo un tiempo en el que no me hablaba así, no lo recuerdo.
Hasta el punto en que llegó un momento, hace no tanto, en el que me sentía agotada y triste de tratarme de manera tan negativa y de hablarme así. Y es aquí cuando introduje la terapia de nuevo en mi vida.
Apreciar y cuidar de tu cuerpo no es ser engreída
Hace mucho tiempo tuve un novio que me decía que yo era diferente a las demás porque "eres guapa, pero no te lo tienes creído como las demás". Me lo decía como un piropo y yo me creí que lo era, pero lo único que significaba era que no me apreciaba ni valoraba lo suficiente a mi misma como para mostrarlo abiertamente y pedir respeto para mi persona. Esa frase debería haberme hecho huir lo más lejos posible de él, porque, como dice Hailee Steinfeld, "yo quiero ser como las demás mujeres". En ese momento no lo sabía.
No sé si a todo el mundo le ha pasado lo mismo, pero los mensajes de que las chicas "buenas" eran modestas, no se lo tenían creído, no presumían de su cuerpo ni eran vanidosas caló profundamente en mi vida. Hace tiempo aprendí lo importante que era cuidarme por dentro, valorarme y respetarme como persona y pedir el mismo respeto por parte de los demás, pero todavía no había aprendido que mi cuerpo también es parte de quien soy y que cuidarlo y apreciarlo no es ser engreída, si no generosa conmigo misma. La terapia me ha enseñado eso.
Tratar bien tu cuerpo físico es también cuidarte a ti misma
Muchas veces cuando pensamos en autocuidados y su importancia pensamos en la salud mental, en hacer cosas que nos hagan sentir bien por dentro o nos relajen, cosas que nos gusten. Pero autocuidados también son mirarte en un espejo y verte como realmente eres, no como la imagen distorsionada que te ha devuelto durante años. Es saber que puede haber cosas de ti que no te gustan demasiado, pero que también hay otras que te gustan y darles la misma o más importancia.
Es abrazarte a ti misma si lo necesitas, permitirte a ti misma decirte que ese días estás guapa si lo piensas - igual que se lo dirías a una amiga -, disfrutar de todo lo que tu cuerpo puede sentir y del placer físico que puede proporcionarte, agradecerle todas las cosas - algunas fascinantes - que te permite hacer cada día.
En mi caso, he pasado años pensado en mi cuerpo como si fuera solo el recipiente que me ha tocado. Como la botella de plástico que contiene al agua. Creía que la persona que soy era solo la consciencia en mi cabeza, la que piensa, la que siente, la que habla con otras personas y registra lo que los demás le dicen. Como si mi persona real, mi esencia, estuviera limitada a lo que habitara en mi cerebro y el cuerpo no fuera yo. Es mío, pero no soy yo. Y, encima, ni siquiera me gustaba demasiado. ¿Por qué iba a cuidarlo? ¿Por qué iba a hablarle bien?
Acudir a terapia me ha ayudado a entender que mi cuerpo también es lo que soy. También soy yo. Y, por lo tanto, no tiene nada de malo que quiera cuidarlo y cuidarme a mí misma en el proceso. Igual que me cuido y cultivo por dentro, no tiene nada de malo hacerlo por fuera.
Gracias a esto que he aprendido en la terapia y a todas las claves y herramientas que he ido obteniendo durante estos meses, hace meses que no insulto a mi cuerpo, he descubierto que tenía una seria dismorfia corporal y ahora, cuando me miro en el espejo o en las fotografías, me sorprende que no veo el mismo cuerpo que veía antes ni la realidad distorsionada que solía ver y, poco a poco, empiezo a apreciar mi cuerpo como la parte indivisible de mí misma que es.
Tres cosas que podemos hacer para empezar a cuidar y apreciar nuestro cuerpo
No se trata de negar lo que no nos gusta, sino de poner en valor lo que sí
Las cosas no suelen ser blancas o negras en la vida y tampoco lo son en nuestro cuerpo. Esto quiere decir que esa parte del cuerpo que tiene algo que no nos gusta, también puede tener algo que sí y la clave está en dónde nos enfocamos. En terapia he aprendido que no se trata de negar lo que no me gusta o cambiarlo, sino de pensar en lo que sí me gusta.
¿Mi nariz me parece demasiado ancha? Sí, pero también es verdad que me recuerda a la de mi abuela o que me gusta que no sea aguileña como la de mi padre. Mis brazos me parecen demasiado gruesos y no me gusta, pero también es verdad que la piel es lisa y suave al tacto, lo que me resulta muy agradable. ¿Y por qué tendría que tener más valor lo que no me gusta que lo que sí me gusta? Ya os lo digo yo: no lo tiene.
Usa un momento agradable con tu cuerpo para repasar esa reinterpretación que has hecho
Replantearnos cómo vemos nuestro cuerpo y cambiar el foco a lo que sí nos gusta - sin negar lo que no -, o al menos ponerlo en valor, nos permite hacer una reinterpretación del mismo. Pero para que lo asimilemos es importante que nos lo repitamos muchas veces, al menos tantas como nos hemos repetido las cosas feas.
Para ello, podemos elegir un momento del día en el día en el que podamos repasar nuestro cuerpo en un contexto agradable. En la ducha con nuestro gel favorito, mientras nos aplicamos la crema hidratante con la textura que tanto nos gusta. En ese momento podemos ir repasando cada parte de nuestro cuerpo y repetirnos lo que sí nos gusta.
Pararnos a percibir el placer que nuestro cuerpo siente y nos aporta
Una técnica muy utilizada en psicología para tratar la ansiedad es intentar pensar en qué percibimos, olemos y vemos, aquí y ahora. A veces estamos tan metidos en el día a día que funcionamos en modo automático y no nos paramos fijarnos en cómo nos sentimos o en qué notamos. Esto es muy verdad también con nuestro cuerpo, pero la realidad es que este es una fuente de gran placer y de cosas agradables de manera diaria.
Dedicar tiempo consciente a enfocarnos en lo que siente nuestro cuerpo nos puede ayudar a apreciarlo más. ¿Qué sientes en tu piel cuando le pones una prenda calentita o suave? ¿Cómo se siente el calor del sol en la cara? ¿Qué notas en tu cuerpo cuando bebes tu bebida favorita? ¿Qué sensaciones te provoca la mano de tu pareja cuando está posada sobre tu piel de manera casual? Dedicar un rato al día para centrarnos en esto y notarlo todo puede ser de gran ayuda.
El cuerpo humano, tu cuerpo, puede hacer maravillas que no valoramos y por las que no le damos el crédito que se merece. Y es el momento de que empieces a dárselo: no hay nada de malo en cuidar tu cuerpo, en mimarlo y cultivarlo. Pensar que tu cuerpo tiene cosas bonitas no te hace engreída, te hace realista, porque en todos los cuerpos hay cosas bonitas.
Puedes maravillarte cuando tu cuerpo consigue hacer ese ejercicio que no habías podido hacer hasta ahora, cuando aguanta muchas horas de pie sin fallarte o cuando todavía le quedan energías para mimar a tus seres queridos después de un día eterno.
Imágenes |I Feel Pretty