Sin venir a cuento, llegó y me pregunto: «¿Y tú qué eres: zanahoria, huevo o café?» No entendí nada. Pensé en el truco y no en la respuesta. Pronto sospeché que la pregunta poco tenía que ver con ser vegetariana, comedora de huevos o cafeinómana. O con qué cosa me quedaría si sólo pudiese comer de una. Y yo qué sé. Y efectivamente, no sabía nada.
Ser zanahoria, huevo o café no se elige, ya lo eres.
Agua hirviendo es la vida y sus movidas. Un contexto líquido que parece que no puede ir a más pero lo hace. Parece que siempre está rozando el límite pero lo supera. Lo peor es que en el fondo ya nada nos sorprende. Eso es lo peor. Vemos el agua hirviendo y nos da igual. El vapor que inunda la situación ni siquiera molesta. Solo gritas y te quejas cuando te quemas. Cuando te hace daño y te duele. Pongamos que el agua hirviendo es ahora nuestro presente. Tampoco hace falta suponer mucho… Este es nuestro terrero de juego. Nuestro ring. Nuestra olla a presión. Nuestro contexto de mierda, vaya. Y ahora es cuando tienes que elegir.
Muchos, si pudieran, elegirían ser zanahoria. De apariencia flexible, elástica, dinámica, fuerte, robusta, sana… pero se olvidan de que al ponerse en contacto con el agua hirviendo la zanahoria se ablanda. No se hace pequeña pero se debilita. Se ablanda. La tocas y se rompe. Rompe tus expectativas y no puedes contar con ella. En parte te decepciona. Y en parte, se veía venir.
Una misma adversidad tiene reacciones casi infinitas
Ser huevo es una de las opciones más válidas. El huevo llega ligeramente protegido pero su interior está nervioso. Tiembla. Tirita sin parar. Parece Sin embargo, cuando le roza el agua hirviendo, se va moldeando y haciendo fuerte dentro de su fino caparazón. Estar al límite le hace más robusto. Podría estar en esa agua hirviendo indefinidamente. Sabe que puede. No pasará nada. Aguantará. A menos con un golpe sin querer le roce antes de tiempo.
Nadie elige el café y con razón. Normalmente, pensamos que de café no vive el hombre aún sabiendo que esa no es la cuestión. El café parece inútil y su finalidad es casi irreconocible. No se puede hacer nada con esos granos de café. Son como piedrecitas marrones en mitad de un camino. De hecho, son las que hacen el camino. Los granos de café son los que cambian al agua al mezclarse. No se someten. Mejoran el sabor y el olor del agua. Cambian y hacen que algo cambie. Lo hacen. El café no cambia por nada, más bien cambia ese algo.
El agua hirviendo lo puede transformar todo. Y así lo hará. El agua hirviendo está aquí. Y la ebullición acaba de empezar. ¿Y tú qué eres? O mejor, ¿en qué te quieres convertir?
[
](https://www.instagram.com/accounts/login/?next=https%3A%2F%2Fwww.instagram.com%2Ftrendencias%2F)
En Trendencias|Menos locuras por amor y más amarnos