Gran parte de nuestra vida gira en torno al trabajo, incluso antes de haber empezado a trabajar. Pasamos años estudiando y formándonos para ser especialistas en un trabajo concreto y tener la mayor cantidad de conocimientos al respecto posible, dedicamos mucho tiempo y esfuerzo a mejorar en nuestro trabajo, a aprender y a seguir creciendo.
Cuando llega el momento, invertimos dedicación y ganas - e incluso sudor y lágrimas - en conseguir mejorar nuestra posición o alcanzar un trabajo que deseamos con fuerza y, cuando por fin lo conseguimos, algo no se siente bien, o al menos no cómo esperabas.
Y es que, ahora que lo tienes, dudas de si lo mereces. No paras de cuestionarte si no habrá alguien más cualificado que tú. Llegas incluso a creer que en realidad no sabes nada, que estás fingiendo y que, en cualquier momento, se van a dar cuenta de que eres un fraude y no perteneces a ese sitio.
El síndrome del impostor
Esto, que nos ocurre a tantas y tantos, es un sentimiento tan común que ya tiene un nombre: el síndrome del impostor. Tan habitual es este síndrome que la mismísima Michelle Obama confesó hace unos meses ser víctima de él. ¿Cómo es posible que incluso una de las mujeres más poderosas y talentosas del mundo se sienta un fraude de vez en cuando?
No es la única: Kate Winslet o Emma Watson también han pasado por ello y, teniendo en cuenta que un alto porcentaje de personas lo sufrimos alguna vez, no sería raro pensar que muchas otras personas conocidas también lo sufren.
Se trata de un síndrome que afecta a ambos géneros, pero es especialmente acusado y habitual en las mujeres. El término 'Síndrome del impostor' fue acuñado en 1978 con el fin de definir a personas que, a pesar de tener un cierto éxito laboral, tenían dificultades para internalizar sus logros y padecían un importante de miedo de que resultara evidente que eran unos "fraudes".
Vivir creyendo que no eres merecedora de tu éxito
Y es que estas personas están convencidas, a pesar de las evidencias existentes en contra, de que no son merecedoras del éxito que tienen o de los logros que han obtenido. Lo más habitual es que consideren que todo se deba a la suerte o a que, de alguna manera, han hecho creer a otras personas que son más capaces y competentes de lo que realmente son.
Uno de los problemas de creer que no mereces nada de lo que tienes es que sientes que lo puedes perder y que tienes que trabajar durísimo para llegar a estar a la altura de lo que crees que los demás esperan de ti y, así, no "delatarte". Esto puede llevar a situaciones de gran estrés, problemas de ansiedad o burnout e, incluso, depresión.
Causas variadas
Como en otros casos, se trata de una situación que - a pesar de no ser considerada un trastorno - sí que puede afectar al bienestar de la persona que lo sufre. Las causas no están claras y pueden ser variadas, pero se cree que hay algunos factores que pueden influir.
Por una parte, se considera que el entorno familiar puede tener cierto peso: cuando los niños y las niñas crecen comparándose con sus hermanos u otros familiares y en esa comparación el capaz e inteligente es el otro. También cuando se da mucha presión para obtener buenos resultados académicos.
Los estereotipos de género son otro de los factores que se suelen tener en cuenta ya que, todavía hoy en día, es menos habitual ver a mujeres exitosas. Se puede presentar también a la hora de intentar combinar la maternidad con una carrera de éxito, debido a la presión que algunas madres pueden sentir.
El hecho de ser una persona muy exigente con una misma y el concepto que tengamos del fracaso también puede afectar a que aparezca este síndrome.
Comenzar por aceptar los halagos y cumplidos
Una de las cosas que más caracterizan a las personas que sufren el síndrome del impostor es que tienen serias dificultades aceptando cumplidos o halagos sobre su labor, su experiencia o su trabajo. Un buen primer paso para ir superando este síndrome es, simplemente, dar las gracias cuando nos hagan un cumplido y aceptarlo, en vez de intentar rebatirlo.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que los seres humanos solemos ser malos jueces de nosotros mismos y es habitual que pensemos que la otra persona es más capaz que nosotros y seguro se está dando cuenta de que nosotros no somos tan competentes. Sin embargo, los más probable es que esa otra persona esté demasiado preocupada imaginando lo que pensarán sobre ella, que no tiene un minuto para pensar en tus competencias y habilidades.
Por supuesto, acudir a terapia puede ayudarnos a intentar superar este tipo de pensamientos - tan relacionados con nuestra autoestima - y a ser capaces de reconocer nuestras fortalezas y nuestro valor real. Lo más probable es que, pensemos lo que pensemos nosotros, si hemos logrado el éxito laboral o hemos llegado a dónde queríamos, se deba a nuestro esfuerzo y a nuestra capacidad.
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