Ambas influyen más de lo que pensamos en el desarrollo y el aprendizaje de un niño, y sirve como primer paso para que desarrolle habilidades básicas desde muy pequeño
Hay mucho que enseñar a un niño. Desde que aprenda a leer, sumar y resolver problemas hasta que desarrolle la inteligencia emocional. Eso sin olvidarse de enseñarle a comportarse en la mesa, a tener una alimentación sana y un estilo de vida saludable o a enseñarle valores como la resiliencia, el respeto y la honestidad. Y un largo etcétera más que acorbardaría a cualquiera.
No cabe duda de que la educación de un niño es posiblemente, uno de los desafíos más grandes a los que se enfrentan los padres en la vida. Por no decir el más grande. Resulta abrumador, pero el psicólogo Dan O’Hare tiene una respuesta a la pregunta de por dónde empezar. Se formó en la Universidad de Bristol, está especializado en psicología educacional y ha fundado Edpsy, una comunidad en línea para psicólogos educativos.
Hay muchas cosas que enseñarle a tu hijo, pero según explicó O’Hare a la CNBC, estas dos están por encima en importancia sobre las otras: el juego y el aburrimiento. porque Ambas, le ayudan a desarrollar muchas habilidades desde una edad muy temprana.
La importancia del juego en el desarrollo infantil
Según O’Hare, el juego es intrínsecamente valioso para fomentar las habilidades básicas y ayudar al desarrollo. Además de estar contemplado como un derecho de la infancia según la ONU desde 1959, el juego es una necesidad antropológica de los niños, básica para su crecimiento y desarrollo personal.
De hecho la relación entre juego y aprendizaje se puede ver ya en los bebés, porque es a través del juego como crea sus primeros vínculos, por ejemplo, o como descubre su propio cuerpo. Según nos explica UNICEF, “las investigaciones científicas realizadas en los últimos 30 años nos han enseñado que el período más importante del desarrollo humano es el que comprende desde el nacimiento hasta los ocho años de edad.”
Es en ese período donde se produce el mayor desarrollo de las competencias cognitivas, el bienestar emocional, la competencia social y una buena salud física y mental, que forman en palabras de UNICEF “una sólida base para el éxito incluso bien entrada la edad adulta”. Y para conseguirlo el juego es imprescindible, aunque no lo parezca.
Tal y como explica Dan O’Hare, el juego es visto a menudo como un medio para demostrar las habilidades sociales de un niño, pero la actividad va más allá. Por ejemplo,el juego no estructurado, es decir, sin reglas establecidas de antemano, y dirigido por los propios niños, es esencial para el desarrollo de su imaginación. Además, este tipo de juegos permite desarrollar habilidades motoras, así como las habilidades de negociación e incluso de resolución de conflictos. Y no, no hace falta que los padres estén modo helicóptero porque evitando esos conflictos o resolviendolos por ello, solo conseguiremos que sean niños dependientes e infelices.
Tampoco pasa nada si nuestro hijo pequeño juega solo o al lado de otros niños pero sin interactuar. Es necesario que viva eso para que aprenda a jugar en juegos cooperativos después, porque en palabras del psicólogo “existe la opinión de que hay una manera correcta de jugar y esa parece jugar con otros niños en un juego cooperativo, pero es necesario tener muchas habilidades para lograrlo.”
El juego brusco y por qué los padres no deben detenerlo
Tampoco hay que olvidarse del llamado “juego brusco”. La educadora Rachel Giannini explicaba en No Small Matter que este tipo de juego en el que se simulan peleas o batallas, hay persecuciones y es más físico, no es algo malo, al contrario. Les permite aprender a ser estrategas, activa sus cuerpos, sus cerebros y sus emociones, aprende a confiar en otros, a negociar, a ser líderes y al mismo tiempo a ser parte de un equipo y a acatar órdenes, y según la experta, lo hacen a través de una comunicación no verbal.
Según O’Hare, este tipo de juego brusco que los padres intentan detener rápidamente, podría ayudar a que el niño aprenda también cómo manejar su cuerpo, su fuerza, su equilibrio y a aprender lo que es el riesgo. Si ves que los niños sonríen, se ríen y se lo pasan bien, no hay problema según el experto en dejarles jugar.
Jugar es importante, pero aburrirse también
Te contamos que el secreto para ser más creativos estaba en el aburrimiento. Lo dice la ciencia, no yo. Según este estudio de la Universidad de Pensilvania, la euforia y el aburrimiento promueven el pensamiento asociativo más que la angustia y la relajación, y según este otro realizar tareas sencillas o no hacer nada, da a nuestro cerebro la oportunidad de descansar y dejamos que la mente divague, se dispara la creatividad. O este estudio de la Universidad de Central Lancashire que sugiere que realizar una tarea aburrida podría ayudar a alguien a encontrar una solución más creativa a un problema.
En los niños, el aburrimiento resulta tan importante como el juego. O’Hare advierte que los padres no deberían intentar llenar todo el tiempo de sus hijos con actividades. De hecho la “autorregulación” de ese aburrimiento es beneficiosa para desarrollar habilidades. “Tener tiempo libre, tener tiempo en el que hay aburrimiento es realmente bueno en términos de gestionar y aprender a entretenerse, a ser creativo y a resolver problemas”, explicaba.
Ya sabes, si quieres empezar por algo, que sea por el juego. Y por dejar que tus hijos se aburran, también. Palabra de la psicología.
Fotos | Elizaveta Dushechkina, Katherine Hanlon, Allen Taylor y Marcus Wallis en Unsplash
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