Jamás deberías contar estas seis cosas de ti. Podrían cambiar la opinión de quien te acaba de conocer

Ser sincera está bien pero, según la psicología, contar ciertas cosas de tu persona podría ser un obstáculo para cultivar mejores relaciones

Cuando era pequeña mi madre me enseñó que había cosas que era mejor no contar. Fue después de una visita a casa de unos conocidos. Yo era pequeña y había contado que mi madre se había puesto a trabajar porque no teníamos dinero. A ella le cambió la cara al escucharme. Nunca se me olvidará su frase al volver a casa: hay cosas que no hay que contar. Al menos no a todo el mundo o no en todo momento.

La línea que separa nuestra parte privada de la social es a veces pequeña y para lograr un equilibrio saludable entre ellas, tenemos que entender que es necesario proteger algunas cosas de tu vida cuando acabas de conocer a alguien. Estas son las seis cosas de las que no deberías hablar según la psicología. Al menos cuando acabas de conocer a alguien.

Tu salud financiera

El dinero es uno de esos temas que más tabúes arrastra. No hay nada malo en hablar de dinero con tus amigos más cercanos, en mostrarte abierto con tu familia en un momento económico complicado, pero hablar de tu situación financiera con personas que no son de tu círculo de confianza puede provocar que se te juzgue de una forma errónea. Te pongo un ejemplo. Ves en redes sociales una casa enorme, ordenada, minimalista y pensamos que esa persona sabe cómo manejar su dinero, o que simplemente lo tiene. No sabemos nada de ella, pero asumimos no solo cuál es su situación económica, sino su estilo de vida y hasta su forma de ser.

Debemos hablar de dinero en las entrevistas de trabajo, con nuestras personas con más confianza, pero llegar a una primera cita y que esa persona diga que tiene un BMW y 200.000 euros ahorrados en el banco no siempre dará la imagen que esperan. Puede ser incluso una red flag que nos haga pensar que está alardeando.

Tus errores del pasado

Existe un principio psicológico conocido como “efecto halo”, un sesgo cognitivo que influye en la percepción y juicio que hacemos sobre los demás y que nos lleva a hacer una generalización errónea en base a la impresión positiva o negativa que se tiene de una persona en función de una característica específica. Así, un aspecto negativo de una persona puede eclipsar todos sus rasgos positivos a ojos de los demás. Si compartes tus errores pasados es posible que alguien que no te conozca te juzgue únicamente por ellos en lugar de ver quién eres ahora. No significa que no tengas que contarlos, sino que de nuevo, el momento de hacerlo debe ser el adecuado.

Tus buenas acciones

Cuando compartimos abiertamente nuestras buenas acciones, puede parecer que estamos alardeando o buscando validación. ¿Lo hace por altruismo o porque busca reconocimiento? ¿Existe una motivación subyacente que no me ha contado? Puede incluso que nos cuestionemos la sinceridad de sus actos aunque no todas las personas que comparten sus buenas acciones lo hacen con malas intenciones. Puede que quieran inspirar a otros o crear conciencia sobre algo, pero alardear de esto puede hacernos poco auténticos a ojos del resto, desviar la atención de las acciones en sí o generar resentimiento. Deja que tus acciones hablen por sí solas. Si siempre eres amable y servicial, la gente lo notará sin que tengas que decírselo.

Tus vulnerabilidades

Mostrarse vulnerable con tu círculo más cercano no solo es algo que no deberías evitar, sino que te recomiendo firmemente porque consigue relaciones más profundas y significativas. Es más, la vulnerabilidad, entendida como una apertura emocional en la que expresamos lo que sentimos y necesitamos, es clave para crear relaciones de pareja más saludables y auténticas. En el caso de compartir nuestros miedos e inseguridades más íntimos, es normal hacerlo con personas en las que confiamos, pero decirle a una persona que acabas de conocer que tienes miedo al abandono porque tu padre se marchó cuando eras una niña, o contarle a un compañero que acaba de llegar que tienes miedo al fracaso, puede que no sea la mejor de las ideas. El momento en que mostramos nuestros mayores miedos es un factor a tener en cuenta.

Por ejemplo, la teoría de la penetración social sugiere que la revelación de información personal es un proceso gradual. Contar demasiado y demasiado pronto puede generar una sensación de invasión de la privacidad y hacer que la otra persona se sienta incómoda o presionada. Además, la teoría de la atribución de Heider afirma que la forma en que interpretamos las acciones de los demás influye en nuestras relaciones. Si alguien revela demasiadas vulnerabilidades al inicio, podríamos pensar que tiene una necesidad excesiva de validación o a una incapacidad para manejar sus emociones, lo que podría generar desconfianza al principio de la relación.

Todos tenemos inseguridades y reconocerlas es un paso importante hacia el crecimiento personal, pero revelarlas abiertamente puede ser contraproducente, bien porque se malinterpreten o porque te encuentres con alguien que las use para perjudicarte o en su propio beneficio.

Tus rencores personales

Déjame contarte una historia. Había una vez una chica que se enamoró de un chico. Lo dejaron (decenas de veces) y dió la casualidad de que ambos conocieron por separado a una tercera persona. Uno de ellos se dedicó a hablar de todos los rencores que guardaba a su ex. La otra persona, que te aseguro que hubiera tenido mucho más que contar, no soltó prenda. Adivina de quién se hizo amiga finalmente la tercera persona.

Aunque es natural sentirse molesto si alguien nos hace daño, sacar ese rencor a relucir una y otra vez no es saludable, ni siquiera a nivel físico. El estrés crónico asociado al rencor puede provocar insomnio, dolores de cabeza, trastornos digestivos y hasta problemas en el sistema inmunológico. A nivel personal, anclarse en el rencor es un obstáculo para el crecimiento personal que nos impide aprender de nuestras experiencias. Si hablamos de nuestros rencores personales a la primera de cambio estaremos alimentando nuestra negatividad, porque cada vez que volvemos a esos pensamientos, reforzamos las emociones negativas asociadas que nos impiden ver perspectivas más positivas y evidentemente el resto puede percibirnos como resentidos o amargados.

Tus opiniones negativas sobre los demás

En psicología existe algo llamado “transferencia espontánea de rasgos”: si decimos cosas agradables sobre otros, quien nos escuche nos verá como personas agradables. Pero si no dejamos de hablar mal de ellos o criticarles, la gente asociará con nosotros esos rasgos negativos de manera inconsciente. Evidentemente todos tenemos nuestros propios gustos y no tiene por qué caernos mal todo el mundo, pero compartir opiniones negativas sobre los demás puede dañar tu propia reputación y generar desconfianza a tus interlocutores. Si habla así de Fulanito, ¿qué dirá de mí cuando no esté presente?

Fotos | Emma Dau en Unsplash, Kelsey Chance en Unsplash, Omar Lopez en Unsplash

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