Siete hábitos que repites a diario y te están impidiendo avanzar en la vida

Puede que te sientas estancada, pero gracias a la psicología podemos identificar algunos hábitos que repetimos a diario sin saber que afectan a nuestro desarrollo personal

“Soy la misma persona que era el año pasado”. Aunque pueda parecer algo normal, no es bueno si estamos buscando cambiar nuestra vida o desarrollar al máximo nuestro potencial. Estancarnos puede hacer que nos sintamos insatisfechos e infelices, y en más ocasiones de las que nos gustaría admitir, es todo culpa nuestra. No me gustaría que pensaras que este es un artículo más de “tu puedes con todo”. Es que hay momentos en que somos nuestros propios autoboicoteadores por culpa de hábitos que están muy integrados en nuestra vida diaria y que nos impiden avanzar sin que nos demos ni cuenta.

Miedo al cambio

¿Y si el primero de los motivos por los que no avanzas es porque tienes miedo a que cambien las cosas? Aunque el miedo al cambio es algo natural en el ser humano, este patrón puede llegar a resultar paralizante. Como nos explica la psicóloga y directora de Trendencias Iria Reguera, “nos hace adoptar comportamientos poco adaptativos como la pereza o el autoengaño para no tener que cambiar” por miedo a lo desconocido, a equivocarnos o a no controlar la situación. Sin embargo, aceptar el cambio es crucial para el crecimiento y el desarrollo personal.

Si te ocurre, Reguera nos da varias claves para vencer ese miedo al cambio empezando por aceptar lo inevitable y los riesgos, y mostrarnos flexibles y positivas ante esa nueva situación. Cuando se pierde el miedo a dar ese paso, podemos “encontrarnos ante la posibilidad de seguir creciendo y convirtiéndonos en una mejor versión de nosotros mismos” como indica la experta. Por mi parte, el miedo a lo desconocido me lo quité de encima después de pasar por más de cinco trabajos y descubrir que era capaz de encontrar algo maravilloso en cada uno de ellos. Si había conseguido aprender algo de todo, ¿por qué no iba a pasar así en el futuro?

La procrastinación

Entendemos la procrastinación como “el retraso voluntario e innecesario de una tarea importante, a pesar de saber que estarás peor si no la haces”, según Fuschia M. Sirois, profesora de psicología de la Universidad de Durham en Reino Unido. Explicaba en The Washington Post que dicha procrastinación “tiene que ver con la autorregulación emocional y, en particular, con la incapacidad de manejar los estados de ánimo negativos en torno a una determinada tarea”. Por lo general, no postergamos las cosas divertidas, dijo. Procrastinamos en tareas que consideramos “difíciles, desagradables, aversivas o simplemente aburridas o estresantes”. Una especie de autoengaño cuántico, como bien explican los expertos de Xataka, en el que “la persona que lo practica se convierte simultáneamente en víctima y verdugo de su propia mentira”.

Por mi parte admito que soy una procrastinadora nata. Hay quien procrastina por falta de inteligencia emocional, por miedo al fracaso o por falta de motivación. Pero da igual el motivo porque lo realmente importante aquí es que la procrastinación es un hábito que se convierte en un impedimento para nuestro desarrollo personal. Cuando procrastinamos, estamos perdiendo oportunidades de aprender, crecer y alcanzar nuestros objetivos sin darnos cuenta. Si quieres evitarlo, a mí me funciona pensar en por qué estoy procrastinando. ¿Es por lo que pasará después? ¿Es por miedo a que no esté bien resuelto? ¿Es por el síndrome de la impostora?

Cuando consigues dar respuesta a la raíz del problema, es importante pensar en lo que implica, tanto a nivel práctico como emocional, el hecho de completar la tarea como explicaba Sirois. Esa respuesta puede resultar muy motivadora y en mi caso es un impulso que me anima a empezar, que es el paso más difícil. Una vez empiezo, todo va rodado.

Nuestro diálogo interno es negativo

“Eres tonta, tía”. “No sabes hacer nada bien”. “¿Para qué te metes en esto si ya sabías que saldría mal?” Podría ser un diálogo entre dos personas pero lo cierto es que esas frases me las he dicho a mí misma. En algunos casos hasta en voz alta. Es uno de los hábitos que más tiempo me está llevando romper, pero poco a poco lo estoy consiguiendo y eso afecta a mi confianza y a mi autoestima.

Reguera nos explica que “la forma en la que nos hablamos y las cosas que nos decimos afectan a nuestro autoconcepto”. Cuando nos decimos constantemente que no somos lo suficientemente buenas, inteligentes o capaces, comenzamos a creerlo. Para liberarse del diálogo interno negativo es necesario practicar la autocompasión, reconocer las fortalezas y reformular los pensamientos de una manera más positiva. En lugar de decir “no puedo hacerlo”, prueba con un “todavía no puedo hacerlo”. O si algo te ha salido mal no uses el “siempre te equivocas” sino un “te has equivocado, pero has aprendido X de esto”.

La atleta Simone Biles sabe que la intencionalidad en nuestras conversaciones internas afecta a nuestro éxito y por eso utiliza habitualmente la frase “Puedes con esto”, porque puede reducir el estrés y mejorar el rendimiento. Un diálogo interno positivo nos impulsa a avanzar.

Falta de autocrítica

Seguro que tienes alguien en tu entorno que siempre culpa al mundo de su aparente “mala suerte”. Son personas que van de víctimas y que no asumen la responsabilidad de sus acciones y decisiones. Cuando las personas carecen de autocrítica, suelen culpar a factores externos de sus fracasos y esa mentalidad les impide aprender de sus errores y hacer los cambios necesarios para mejorar sus vidas. Asumir un error es un signo de inteligencia y es el primer paso para el aprendizaje y para el desarrollo personal.

Para conseguir una mayor autocrítica, aléjate de la culpa. No es tanto que tengas la culpa de lo que te ocurre sino que asumas responsabilidad sobre lo que te pasa para poder cambiar aquello que salió mal. Por ejemplo, no te culpes por haber vuelto a confiar en esa persona que te ha vuelto a hacer daño. Aprende de la experiencia vivida y procura no volver a cometer el mismo error. Es un cambio que nos ayudará a desarrollar resiliencia para, en el futuro, responder a los obstáculos de otra manera.

Dar demasiada importancia a la validación externa

Buscar validación constantemente y tratar de complacer a los que nos rodean es un error que muchos cometemos sin darnos cuenta. Aquellos que pasan su tiempo tratando de complacer a los demás y midiendo su valor y logros por las opiniones de otros, no suelen ser personas felices y su autoestima no es tan saludable como debería.

La manera de romper con este hábito empieza en trabajar nuestra autoestima desde la percepción que tenemos de nuestra persona porque la única validación que necesitas es la tuya. Identifica tus fortalezas, debilidades y aspectos a mejorar y mide tus logros evitando compararte con el resto. Si notas que dudas constantemente de ti misma, recuerda que  eres capaz, digna y tienes el poder de dar forma a tu propia vida.

Malos hábitos físicos

Aunque pueda parecer que no tienen nada que ver, los hábitos saludables como hacer ejercicio, dormir bien o tener una alimentación saludable, influyen (y mucho) en nuestras capacidades y en nuestro desarrollo personal. No es que hacer cien burpees vaya a hacerte rico como dice Amadeo Lladós, es que descuidar nuestra salud reduce nuestros niveles de energía, nuestra concentración y hasta nuestra motivación. Llevar una vida sana en todos los sentidos es un impulso para nuestro desarrollo personal.

No tener unos objetivos definidos y dejarte llevar

Te sientes estancada, pero no sabes ni por qué. Tu vida es maravillosa, al menos a ojos del resto, pero tú te sientes apática y notas que necesitas un cambio. Sin un objetivo claro a conseguir es imposible llegar a ningún sitio. Es como andar sin rumbo, pero por la vida. Cuando no tenemos unos objetivos definidos es muy fácil que nos estanquemos. Por eso es importante centrarte en qué quieres conseguir. Esas metas u objetivos es imprescindible que sean realistas y alcanzables para evitar frustrarnos.

En mi caso el objetivo de crecimiento personal era aprender a poner límites para no trabajar 14 horas todos los días. Una vez tienes el objetivo claro, investiga cómo trabajarlo. En mi caso era dejar de contestar emails a las 6 de la tarde y decir “no” a peticiones para las que no me pagaban. Con los objetivos en mente es más fácil trabajar en esa dirección y que el cambio se produzca.

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