Durante toda nuestra vida se nos ha repetido en numerosas ocasiones que la piel del pollo es algo que debemos evitar a la hora de incluir en nuestras comidas esta carne. Es cierto que muchos se empeñan en quitar esta parte del alimento de sus platos por motivos de salud, mientras que otros se declaran fieles amantes del conjunto, y optan por no dejar nada más en el plato que los huesos. Pero, ¿cuál de las dos opciones mejor para nuestro organismo?
A lo largo del tiempo se ha puesto el punto de mira en la piel del pollo asado, señalándola de forma constante por comprometer en cierta medida la salud cardiovascular, ya que aporta más grasa al plato, ayudando a aumentar los niveles de colesterol en nuestro cuerpo.
Sin embargo, según ha indicado un estudio reciente realizado en Harvard, la piel del pollo no resulta ser tan maligna como se ha comentado de forma reiterada a lo largo de estas décadas, y es que contiene ácidos grasos insaturados, presentes en otros alimentos esenciales en nuestra dieta como pueden ser el aguacate o el salmón. Componentes que son de gran valor para la salud de nuestro organismo.
En este estudio se explica como la piel del pollo ha tenido a lo largo de los años una mala reputación por tener un alto contenido de grasa, sin tener en cuenta que la mayor parte de la grasa de la piel del pollo es grasa saludable e insaturada. Además, ésta ayuda a mantener el pollo más sabroso, por lo que podemos disminuir la cantidad de sal que le echamos al mismo.
Bien es cierto que no debemos tampoco abusar del consumo de la piel del pollo, ya que lo ideal es no apartarla del plato cuando consumimos pollo asado, sino incluirla en nuestra dieta siempre con cantidades razonables. De esta forma añadimos esos ácidos grasos insaturados a nuestro cuerpo y a su vez no desperdiciamos esta parte del alimento, que si no fuera de otra forma, acabaría en la basura.
Fotos | Karolina Grabowska en Pexels, furkanfdemir en Pexels
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