Fiarnos de las primeras impresiones tiene muy pocas ventajas, y este sesgo cognitivo es la prueba
Nicolás Maquiavelo decía que “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”. Y la culpa es de nuestro cerebro y del llamado efecto halo que nos hace cambiar la forma en la que vemos los comportamientos de una persona basándonos solo en una primera impresión.
Me ha pasado mucho en la vida, el fiarme de alguien que después no era como pensé en un primer momento porque el efecto halo me atrapaba y yo rebajaba la realidad para adaptarla a esa idea que mi cabeza se había hecho de ellos. No usé el pensamiento crítico para ver la realidad de lo que vivía, y ahora sé que este sesgo afecta a las relaciones laborales, de pareja y familiares y no solo a la percepción que tengo de los hombres más guapos del mundo.
Te contamos con ayuda de la psicología qué es y qué podemos hacer para mitigar el efecto halo, que llena nuestra cabeza de prejuicios y de ideas erróneas de cómo es alguien sin conocerlo realmente.
Qué es el efecto halo
Lo acuñó en 1920 el psicólogo Edward L. Thorndike en el informe “El error constante en Puntuaciones psicológicas” en el que realizó diferentes investigaciones en el ejército, y observó que los evaluadores militares tendían a atribuir características positivas o negativas a los soldados basándose en una única cualidad, de un único rasgo observado.
El efecto halo es, en psicología, un sesgo cognitivo que influye en la percepción y juicio que las personas hacemos sobre los demás y que nos lleva a hacer una generalización errónea en base a la impresión positiva o negativa que se tiene de una persona en función de una característica específica, ya sea física, social, intelectual o emocional. Es decir, atribuimos presuntas características en base a una impresión positiva o negativa que se tiene sobre alguien y que condiciona la opinión general. Y sí, no solo hablamos de que a los guapos les veamos más majos, porque nos puede pasar con cualquier cualidad y a los simpáticos verlos más atractivos y hasta mejores personas sin serlo de verdad.
Es uno de los sesgos cognitivos más conocidos de la psicología y también uno de los más habituales. Te pongo un ejemplo extremo para que lo entiendas. En los juicios a Ted Bundy muchas personas aseguraban que el acusado era inocente solo por el mero hecho de ser atractivo y “parecer” agradable por su aspecto físico. Sin embargo, es uno de los asesinos en serie más despiadados de la historia de Estados Unidos.
El efecto halo explica así que la percepción de un rasgo particular influye en la percepción de rasgos posteriores en una secuencia de interpretaciones, es decir, realizamos un juicio previo a partir del cual generalizamos el resto de características. La llamada primera impresión.
El efecto halo es eso que nos invita a tener prejuicios sobre una persona por su ropa. Y es que una de las consecuencias del efecto halo: la tendencia a que nos guste o nos disguste todo de una persona, producto o idea. No sólo eso, también adaptamos los atributos “neutros” o “negativos” a esa realidad positiva y les restamos importancia y lo hacemos a la inversa, magnificamos lo neutro para darle una connotación negativa si ese efecto halo nos ha hecho ver algo en una primera instancia que no nos gusta.
Por qué nos afecta el efecto halo
En palabras del psicólogo Hermann Ebbinghaus, tenemos una capacidad cognitiva limitada. debido a lo que él llamó “la curva del olvido”. Según el experto, lo que memorizas se desintegra pasadas unas horas y solo recuerdas aproximadamente el 50% de la información, y los primeros elementos saturan la memoria y reducen nuestra capacidad para recordar los últimos.
“El efecto halo es una muestra de que el cerebro humano está dispuesto a rellenar vacíos de información con los pocos datos de los que se disponen con tal de hacer que la incertidumbre desaparezca”, explica el psicólogo Adrián Triglia. Y de esto han sacado provecho hasta en marketing, que usa este sesgo para vendernos todo tipo de cosas.
El psicólogo Daniel Kahneman estudió el fenómeno del efecto halo en su libro “Pensar rápido, pensar despacio” en el que nos explica cómo este sesgo forma parte de cualquier ámbito de nuestra vida y cómo afecta a las decisiones que tomamos. Por ejemplo, podemos confiar en alguien solo por su aspecto y desconfiar por su manera de vestir, lo que provoca que dejemos de conocer a las personas como realmente son por esos prejuicios.
Nos pasa en nuestro día a día constantemente. Vemos a un actor en un película y nos pensamos que es una excelente persona sin conocerle, solo viéndole en un papel. Conocemos a una nueva compañera de trabajo y nos da “mala espina” solo porque ha dicho “holi”. Los alumnos favoritos del profesor (y lo que “siempre” lo hacen mal), el cuñado de turno o el nuevo novio de tu amiga, pueden verse afectados por ese efecto halo sin siquiera abrir la boca.
El efecto halo contribuye a que tengamos un juicio simple y poco coherente en el que exageramos las evaluaciones en un sentido u otro sin dejar que sea el pensamiento crítico el que nos ayude a evaluar. Esto puede tener consecuencias en las interacciones sociales que tenemos, pero también en las decisiones que tomamos y en la formación de estereotipos. Hasta nos puede llegar a hacer que confiemos en alguien solo por la idea que tenemos de esa persona en la cabeza.
Cómo mitigar el efecto halo
Desde el centro de psicología Mentes Abiertas de Madrid nos dan algunos trucos para mitigar el efecto halo y mejorar así nuestras percepción real sobre otra persona:
- Sé consciente de que existe. Este sesgo condiciona (y mucho) nuestro juicio y nuestras acciones, pero reconocer su existencia es el primer paso para mitigar su influencia y promover una evaluación más real de las personas, que nos afecte positivamente en nuestras relaciones.
- Realiza un análisis crítico. Cuando conocemos a alguien es importante analizar y evaluar todo lo que vemos antes de emitir un juicio de valor, y usando diferentes fuentes para ello.
- Recopila datos y sobretodo, diferentes perspectivas para tener una comprensión más equilibrada.
- Mejor un enfoque con evidencias. Trata de que tus juicios siempre se acompañen de hechos y no de impresiones subjetivas.
- Conócete a ti misma y reflexiona. Los expertos nos dicen que “es importante cuestionar nuestras propias creencias y prejuicios. Reflexiona sobre tus propios sesgos y cómo podrían influir en tus evaluaciones”. De esta manera podemos evitar que actúen en nuestra contra a la hora de decidir.
- Tómate tu tiempo. Hacer una pausa reflexiva y no dejarnos llevar por ese efecto halo a la hora de tomar decisiones, te permite que estas sean más informadas y fundamentadas.
- Practica el pensamiento crítico. Es importante cuestionarnos lo que pensamos para mantener una mentalidad abierta y evitar la inflexibilidad (eso que tantas relaciones rompe). Cambiar no solo es normal, también es recomendable.
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