Era la técnica más popular para ligar en el Imperio Romano. Ahora la usa la generación Z

La palabra tiene mucho poder y más si se trata de enamorar, lo que no quiere decir que se use siempre para el bien

Se ve que si hay algo que tenían en común las técnicas para ligar en el Imperio romano y las de ahora es que son todas bien tóxicas y no se las recomendaría ni a mi peor enemigo. Ovidio, conocido poeta al que Augusto desterró - no se sabe bien por qué, pero yo creo que es porque sus truquitos para ligar no le funcionaron - escribió, entre el 2 a. C. y el  2 d. C, el conocido libro Ars Amatoria. Básicamente, un manual para ligar.

Os advierto desde ya que yo a Ovidio lo compararía con Álvaro Reyes, el gurú del ligue tóxico. A los dos habría que hacerles el mismo caso: ninguno. Porque, aquí el amigo Ovidio, entre sus recomendaciones para hacerse con una romana guapa, incluía el 'love bombing' y el 'empuja y tira'. Vale que él no las llamaba así, pero la misma cosa son y, en la actualidad, resulta que son dos de las técnicas favoritas para ligar y olvidar de la generación Z. Aunque, aquí muchas somos millenials y también nos las hicieron.

El 'Love Bombing' en el Imperio romano

Ya sabemos que todos estos términos en inglés son algo nuevo y, evidentemente, no se habían inventado en el Imperio romano. Ovidio, en 'Ars Amatoria', se refería a ello como seducir usando las palabras. Comer la oreja, que se conoce popularmente. Pero no de cualquier forma, claro, había que vender la moto, bajar el cielo y las estrellas: "Prodiga sin vacilación tus alabanzas a la belleza de su rostro, a la profusión de sus cabellos, a sus finos dedos y su pie diminuto".

Y, si con eso no es suficiente, haz promesas: "No seas tímido en prometer; las jóvenes claudican por las promesas, y pon a los dioses que quieras como testigos de tu sinceridad". Claro que sí, guapi. A mí eso me parece animar a mentir, pero qué sabré yo. Aunque: "Si sois listos, engañad impunemente a las jóvenes", a lo mejor no ando tan alejada.

Pero no se queda ahí la cosa, por supuesto. El poeta recordaba que no se pasaran de sofocantes: "Sea tu razonamiento sencillo, tu estilo natural y a la vez insinuante, de modo que imagine verte y oírte al mismo tiempo". Un buen truquito para hacer el 'love bombing' sin que sea muy evidente. Ovidio procede a informar a quien quiera saberlo que hay formas de obligar al ganado a arar, de enseñar a las potras a sentir que la broca es la correcta, o que hay técnicas para cómo los anillos de hierro se adelgazan por el desgaste constante igual que las suaves olas desgastan las rocas duras. Qué romántico, Ovi, corazón.

En el libro dos va un poquito más allá: "persuádela que estás hechizado por su
hermosura (...) asegúrale que sus formas tienen más precio que el rico metal. Pondera sus graciosos rizos. Admira sus brazos en la danza, su voz cuando cante, y así que termine, duélete de que haya acabado tan pronto". Vamos, sé increíblemente romántico con ella, aunque no lo sientas, véndele la moto y pinta una imagen de ti que nada tiene que ver con la realidad.

Ahora que la tienes, vamos a hacer un poco de maltrato psicológico

Esto parecía pensar Ovidio y es que, después de hacer el 'Love Boming' animaba a lo que se conoce ahora como 'empuja y tira'. Básicamente, bombardear a alguien de amor, buscarla, conquistarla y, cuando esa persona ya solo piensa en ti, desaparecer y tardar días en volver a dar señales de vida.

Por eso, Ovidio recomendaba que. cuando habías mandado esas cartas de amor a la chica en cuestión, si ella la devolvía la carta sin leer, lo que viene a ser no abrir tu mensaje: "“no te deprimas, pero persevera y nunca pierdas la esperanza”. Si, por otro lado, la ha leído, pero no responde - que te ha dejado en visto, vaya- : “no te preocupes; Al menos leyó las palabras que escribiste. Quien quiera leer, al final volverá a escribir”.

En el libro dos, seguía insistiendo en la importancia de perseverar y no darse por vencido, hasta el punto del acoso: "Que se acostumbre a tratarte, tiene gran poder el hábito. Que te vea y escuche a todas horas, y que noche y día estés presente a su imaginación". Una vez que hayas sido un poquito acosador, pasa a maltratarla psicológicamente con tu ausencia: "cuando abrigues la absoluta confianza de que sólo piensa en ti, emprendes un viaje, para que tu ausencia la llene de inquietud".

Eso sí, calcula bien cuánto tardas en volver a darle la brasa: "pero no retardes la vuelta, en obsequió a tu seguridad; el tiempo debilita los recuerdos, el ausente cae en el olvido, y otro nuevo amante viene a reemplazarlo". Estoy convencida de que más de un chico que me ha gustado ha leído este libro.

Y es que, por desgracia, estos truquitos no son nuevos, pero que se les hayan puesto nombres modernos deja claro que siguen muy vigentes. Funcionan bajo el refuerzo intermitente, nos enganchan, generan dependencia y pueden acabar en una tremenda ansiedad. Los recomendaría Ovidio, y los practicará ahora la generación Z, pero nos pongamos como pongamos, no son más que manipulación y toxicidad.

Fotos | Cleopatra 

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