La psicología tiene claro que existe una conexión entre nuestra infancia y cómo nos relacionamos con nuestra pareja y amigos cuando somos adultos
Cuando crecemos, lo que aprendimos siendo niños es la base de nuestro comportamiento como adultos. A veces imitamos lo que vivimos en la infancia y otras, ese modelaje provoca que tengamos algunos comportamientos determinados. Por ejemplo, la dependencia emocional se relaciona con una infancia en la que no recibías demasiados elogios.
Evidentemente, que te reconozcas en estos rasgos, o que reconozcas a alguien de tu entorno en ellos, no significa en el 100% de los casos que tus padres fueran emocionalmente inmaduros al criarte, pero sí existen ciertos comportamientos de relación comunes que suelen mostrar aquellos que crecieron con padres emocionalmente inmaduros. Y tampoco significa que tú vayas a repetir los errores que tus padres cometieron sin saberlo. Todos cambiamos y podemos aprender de ellos para no repetirlos.
Pueden ser demasiado independientes
Como seres sociales que somos, necesitamos a otras personas, y aunque la independencia de por sí no es algo negativo y puede resultarnos útil, lo cierto es que en exceso todo es malo. Cuando somos demasiado independientes, nos cuesta pedir y aceptar ayuda o apoyo de los demás, incluso en los momentos en que lo necesitas. Crees que puedes con todo tú solo, como si la vida fuera una frase motivacional pero olvidándote de que la independencia y la vulnerabilidad pueden coexistir. La independencia puede crear una barrera en tus relaciones si no te permites mostrarte vulnerable.
Les cuesta tener intimidad emocional con otra persona
Las personas maduras emocionalmente son aquellas “capaces de afrontar todo lo que les sucede en la vida de manera equilibrada, escuchando sus emociones, deseos y necesidades. Son esas personas que pueden elegir sus prioridades y recurren a todas las herramientas que tienen para poder conseguir dichos objetivos y vivir una vida llena de sentido", según nos explicaba Marina Mammoliti, psicóloga clínica.
A nivel psicológico, la inmadurez emocional, puede presentarse de diferentes maneras según la psicóloga Raquel Rodríguez Cortés, entre las que se incluyen miedo al compromiso, desconocimiento de su persona, incapacidad para expresar los sentimientos e inestabilidad emocional, poca tolerancia a la frustración o una escasa o nula responsabilidad afectiva, lo que lleva a dificultades en la intimidad emocional.
La intimidad emocional es un vínculo emocional estrecho en el que la comprensión mutua, la confianza, la vulnerabilidad y la comunicación son las bases. Si faltó intimidad emocional en su educación, es posible que no hayan aprendido a manejar la vulnerabilidad que ella conlleva y que, a pesar de no presentar dificultades para generar nuevas relaciones, sí que las tengan para crear un vínculo profundo una conexión con ellas.
Temen el conflicto
Existen personas que tienen una tendencia a evitar discusiones y está relacionado en muchas ocasiones con cómo vivieron el conflicto durante su infancia. Como explica el psicólogo Ramón Soler, “estas personas incapaces de contradecir suelen caer presa de los abusos de amigos, parejas y familiares”. Si tus padres no sabían discutir bien, desde el respeto y de forma madura, es probable que tú estés evitando cualquier tipo de desacuerdo incluso cuando es necesario para resolver problemas o establecer límites en tus relaciones.
Aceptar el conflicto y verlo como una herramienta para el crecimiento en lugar de algo que debe evitarse a toda costa es el primer paso, pero si te cuesta hacerlo, no descartes acudir a terapia para averiguar de dónde viene ese miedo y cómo erradicarlo.
Les cuesta poner límites
Usamos los límites como una herramienta imprescindible en cualquier relación pero para aquellos criados por padres emocionalmente inmaduros, establecer y mantener límites puede ser complicado. Pueden haber crecido en un entorno en el que las necesidades y los límites de los niños se ignoren o que simplemente no hayan aprendido a comunicarlos porque en su casa no han visto cómo se hacía.
Se puede aprender a comunicar los límites, no es una tarea imposible y pasa por entender que una comunicación asertiva es necesaria en todas las relaciones. Comunicarnos de manera más efectiva, abierta y honesta, y también aprender a escuchar las necesidades de los demás, nos ayuda a mantener y cultivar relaciones más saludables.
Son demasiado responsables
Los padres emocionalmente desregulados pueden parecer demasiado dramáticos, reaccionar de forma exagerada a las situaciones o parecer indefensos y "necesitados", como explica la Dra. Annie Tanasugarn en Psychology Today. Si tus padres eran así es posible que te hayas visto forzado a asumir un nivel de responsabilidad mayor del necesario para tu edad. Esto puede conducir a un patrón de excesiva responsabilidad en sus relaciones adultas y hasta un sentimiento de culpa cuando no puedes arreglarlo todo.
Pueden tener problemas de autoestima
Crecen sin validación emocional debido a tus padres no daban importancia a las emociones (una crianza típica de los baby boomer, por ejemplo), puede tener un efecto directo en tu autoestima siendo adulto. Como de niño tus sentimientos y pensamientos fueron constantemente invalidados o descartados, creciste creyendo que eras menos valioso o importante.
Les falta empatía por los demás
Si un niño se crió con un padre que le rechaza, otro tipo de inmadurez emocional, puede convertirse en un adulto que tiene una empatía limitada por las necesidades de otras personas o convertirse en padres emocionalmente rechazadores. Es más, como explica Tanasugarn “los padres que rechazaban a menudo fueron niños rechazados que crecieron "valiéndose por sí mismos" y cuyos padres interactúan con ellos de forma exigente e incluso abusiva”. Este tipo de dinámica también se relaciona con el apego evitativo, lo que puede dificultar la conexión en las relaciones.
Son demasiado perfeccionistas
Según la Dra. Tanasugarn, los niños que han sido criados por padres impulsivos y controladores, otro tipo de inmadurez emocional, a menudo se vuelven perfeccionistas y muy críticos consigo mismos. “En sus relaciones pueden exigir la perfección en su pareja, minimizar los problemas en la relación o intelectualizar en lugar de permitirse sentir sus emociones”. Es decir, no consiguen una regulación emocional y no dan espacio a sus emociones en ningún caso, racionalizándolo todo.
Pueden tener ansiedad
La ansiedad es otro rasgo común observado en aquellos que crecieron con padres emocionalmente inmaduros. Tal y como explica Tanasugarn, ser criado por un padre que es emocionalmente inmaduro “puede incluir mayores riesgos de ansiedad, depresión u otros diagnósticos de salud mental”. Si pensamos en que han podido crecer en un entorno inestable e impredecible, vivir en un estado de alerta puede haberse convertido en un hábito que se manifieste, por ejemplo, con el miedo al abandono, una preocupación excesiva por las relaciones e incluso ansiedad social.
Fotos | Sai De Silva en Unsplash, Daiga Ellaby en Unsplash, Shelby Deeter en Unsplash, Toa Heftiba en Unsplash
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