Es un hecho que durante la última década las webs de cine X han proliferado exponencialmente. Al día de hoy, los ingresos anuales de esta industria ascienden a los 13.000 millones de dólares anuales, sólo en EEUU. El éxito de los contenidos pornográficos obedece a una demanda cada vez mayor de un público alentado, en muchos casos, por el fácil acceso a este material a través del móvil.
Para que te hagas una idea de la magnitud de este consumo, el canal Pornhub demostraba en un estudio de mercado realizado en el 2015 que sus usuarios consumían durante un año alrededor de 87.849 vídeos pornográficos, el equivalente a 4.392 millones de horas de visionado.
Pero ¿qué tiene el porno online que cada vez goza de más adeptos? ¿es el manifiesto de una clara liberación sexual o de carencias en sus usuarios? Y lo más importante, ¿es tan inofensivo como sus seguidores defienden? Pues bien, lo que muchos sospechan es confirmado por los especialistas…
Las dos caras del porno
Sexólogos y terapeutas aseguran que el cine X puede funcionar como recurso para despertar la libido dormida o como fuente de inspiración para esas parejas que han caído en la monotonía sexual; bajo el precepto, eso sí, de que ambos miembros se sientan cómodos al contemplar contenido sexual explícito.
También, una parte del público asegura buscar en estas películas el efecto sorpresa o, sencillamente, echarse unas risas gracias a esos diálogos (en su mayoría) absurdos y las “grandes dotes” de sus actores.
Sin embargo, los últimos estudios psico-sociológicos sobre el consumo de pornografía afirman que este tipo de material no es tan inocuo como pensamos y que, además de crear adicción en muchos de sus usuarios, también pone en peligro la vida en pareja.
La teoría de los estímulos supernormales
Hombres superdotados, mujeres de capacidades excepcionales, coitos con tiempos de horneado como los de un cordero asado… En fin, salvo raras excepciones, el material pornográfico nos muestra una versión del sexo que se acerca muy poco a la realidad. Según los expertos, tratar de reproducir estos patrones y convertirlos en un modelo a seguir puede generar frustración, baja autoestima e insatisfacción sexual en ambos miembros de la pareja.
Deirdre Barret, profesora de psicología en Harvard explica por qué los usuarios que idealizan la pornografía sufren un deterioro de sus relaciones sexuales en la vida real. Para ello se basa en la teoría etológica de los “estímulos supernormales”: estímulos, que modificados de manera artificial para que sean más llamativos o impactantes, provocan en el sujeto una respuesta más potente de la que está programado biológicamente.
Por ejemplo, el etólogo Tinbergen (1907-1988) comprobó que si pintaba huevos azules (más llamativos), las aves experimentales abandonaban sus huevos por los manipulados por él. Este ‘efecto superestimulo’ extrapolado al porno explicaría, según Barret, dos patrones de conducta:
Uno: que los adictos al porno respondan mejor ante una imagen erótica exagerada a través de la pantalla (por muy falsa que sea) que al sexo real y cotidiano en pareja.
Y dos: que a largo plazo esos individuos terminen por dejar de mostrar interés por sus relaciones sexuales y sentimentales.
El consumo continuado genera estrés en el otro
Ana J. Bridges, psicóloga de la Universidad de Arkansas y autora de diversos manuales sobre conducta social y pornografía, afirma que el principal problema del consumo continuado de pornografía sería la adicción que despierta en algunas personas debido a la respuesta de recompensa inmediata que genera tanto a nivel psicológico y neurológico (placer/endorfinas). El film Don Jon (2013), protagonizado por Joseph Gordon-Levitt y Scarlett Johansson, refleja bastante bien el perfil de este tipo de usuario-adicto al porno online.
Aunque los usuarios como Don Jon pueden mostrar interés por compartir esta afición con sus parejas, la psicóloga Bridges asegura que tarde o temprano suelen consumirlo en momentos de soledad y a escondidas. Y justo es ahí dónde reside el problema: ese secretismo despierta un sentimiento de traición y culpa en ellos mismos y en sus compañeros/as. Estos últimos pueden vivirlo, incluso, como una infidelidad en toda regla. Se sienten menospreciados.
Bajo este mismo prisma, Nathaniel M. Lambert (psicólogo social de la Universidad de Utah) revelaba en su estudio sobre los efectos de la pornografía que, entre las mujeres encuestadas, aquellas que eran conscientes del consumo de porno de sus maridos accedían a ver dichas películas por un solo motivo: el miedo a perder la estabilidad de su relación. Ni por interés sexual ni como acto de generosidad: por inseguridad.
Sexo, mentiras, cintas de vídeo y… soledad
Una de las terribles secuelas de la adicción a Internet es el temible aislamiento social. Y con ello la falta de madurez emocional, la escasez de habilidades sociales y del desarrollo personal. El consumo excesivo de porno online, que suele ir muy ligado a esa postración frente a la pantalla de un móvil u ordenador (o así lo constatan Cooper, Griffin-Shelley, Delmonico y Marthy en su guía clínica ‘Sexo e Internet’, 2001 ) también podría ser causa y consecuencia de una vida solitaria.
Por el contrario, el filósofo y escritor Alain de Botton toma una postura intermedia en esta diatriba. El fundador del website ‘Porn as therapy’ considera el porno beneficioso para contrarrestar la soledad, superar miedos y frustraciones; siempre y cuando las tramas se adapten a la realidad y los protagonistas sean mujeres y hombres “más reales”.
En resumen: el cine X puede ser la sal y la pimienta de las relaciones sexuales; pero como casi todo en esta vida, el exceso podría poner en peligro la relación en pareja, especialmente en aquellos con problemas psicológicos o emocionales. Imagínate qué sería de Don Quijote de la Mancha en los tiempos del porno online.
Fotos: pixabay.com
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