Aunque mi autoestima se quedó tocada por la ruptura, me he descubierto como una mujer resiliente y mi desarrollo personal se ha impulsado en los dos últimos años
Shakespeare escribía en ‘Romeo y Julia que “el amor es un humo que sale del vaho de los suspiros; al disiparse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes; al ser sofocado, un mar nutrido por las lágrimas de los amantes. ¿Qué más es? Es una locura muy sensata, una hiel que ahoga, dulzura que conserva.” Para mí el amor ha sido aprendizaje. Ha sido un camino bonito, pero también lleno de sombras, especialmente en mi relación más larga.
No te contaré demasiados detalles pero aquí tienes una pequeña sinopsis muy resumida de lo que me pasó. Conocí a un chico, nos enamoramos y a los cuatro años me dejó. Ya estábamos viviendo juntos y yo volví con mis padres, me compré un piso y él regresó. Le abrí las puertas de mi corazón una vez más y diez años más tarde de esa primera ruptura volvió a cortar conmigo. Lo que yo no sabía es que en las dos ocasiones rompió conmigo para estar con otra mujer. Han pasado dos años desde esa segunda ruptura. Ahora él está casado y yo he reflexionado sobre todo lo que he aprendido de mí misma en el proceso.
Lo que tenemos y lo que queremos no siempre coincide
Yami Safdie tiene una canción llamada ‘En otra vida’ que te invito a escuchar. “En otra vida se nos alineó la Luna y los planetas. La rutina no pasó a ser un problema. Nunca hubo un tercero en la cuenta. Lo sé porque a veces lo sueño y se siente tan real que casi empiezo a pensar que el mal sueño es este y esa es nuestra realidad”.
Cuando volví con mi pareja después de la primera vez que lo dejamos no podía dejar de imaginarme en esa otra vida de la que habla Safdie en su canción. Ese error de vivir en una realidad paralela me hizo dejar de disfrutar del presente y sobre todo, centró mis esperanzas y mi vida en un futuro que no podía ser. Imaginaba que mi ex volvía a ser el hombre del que me enamoré. Nunca ocurrió, y yo viví anclada en un pasado y un futuro que solo estaba en mis recuerdos y en mi imaginación. Aprendí que lo que tenemos y lo que queremos no siempre es lo mismo y que está en nuestra mano decidir si nos quedamos. Y lo valiente en este caso hubiera sido priorizarme y dejar la relación cuando me di cuenta de que lo que tenía y lo que quería no coincidían.
Mostrarme vulnerable no me hace menos fuerte
A las dos semanas de la segunda ruptura celebré con mi familia una comida de Acción de Gracias. Vivo en España y puede sonar algo raro, pero tengo tendencia a agenciarme celebraciones que sirvan como excusa para hacer planes en familia. Decidí hablar, porque soy intensita si me preguntan, y les di las gracias a todos por apoyarme en uno de los peores momentos de mi vida. Mi familia y amigos habían visto mi versión más vulnerable de mí y sin su apoyo no hubiera sido posible seguir. Aprendí que cuando me muestro vulnerable ante otros, su ayuda me hace más fuerte y no más débil como tenía en mi cabeza.
Soy más fuerte de lo que creo
En mi caso, una parte de mi trabajo lo hacía con mi ex pareja y tuve que aprender a separar lo personal de lo laboral para no perder el trabajo. Creí que no sería capaz. Tiendo a pensar que soy una mujer débil. Que me falta asertividad, que tengo grandes capacidades para poner límites y que no soy merecedora de amor. Mejor dicho, tendía a pensar que soy una mujer débil. Ahora sé que soy una mujer fuerte y que superar los desafíos de la vida es algo para lo que tengo todas las herramientas disponibles. Conseguí separar la parte laboral de la personal sin más problema que un aumento en mis niveles de estrés, pero hasta que él decidió que dejábamos de colaborar, actúe de forma profesional en todo momento. La razón es que soy más fuerte y capaz de lo que pienso siempre en un primer momento.
Mi amor por otra persona no puede estar por encima de mi amor propio
La verdad más incómoda que aprendí de la ruptura es que el amor no lo puede todo, especialmente si ese amor es unilateral. El desequilibrio extremo que viví me costó la autoestima. Puse mis necesidades, mi crecimiento personal y mi persona siempre por detrás de mi amor por él. Y no es nada sano. Como explica María Esclapez en su libro 'Me quiero, te quiero', uno de los mitos del amor romántico es que “el amor lo puede todo”, pero no es una realidad. Cuando pongo mi amor por otra persona, la que sea, por encima de mi amor propio, le estoy regalando algo que debería ser solo mío. Querernos bien para querer a otros mejor es algo que he aprendido a golpes, pero ahora me permite habitar en una relación en la que no siento un desequilibrio.
Nunca estoy menos sola que cuando estoy conmigo
Después de tantos años viviendo con alguien, volver a vivir sola fue aterrador. Pasaba de estar siempre acompañada hasta cuando estaba teletrabajando, a estar sola el 95% del tiempo. Dormir sola. Comer sola. Hacer planes sola. Tenía muchas ganas, pero me daba miedo la soledad, no me escondo. Tras la primera ruptura huí de la soledad. En la segunda la abracé con todo el amor del mundo. Aprendí a disfrutar de hacer planes a solas que iban desde tomarme un café en una cafetería del barrio hasta ir al cine o viajar. Y descubrí que cuando estoy sola, en realidad estoy conmigo misma.
No tienes que borrar tu pasado para escribir tu futuro
Cuando rompió conmigo la segunda vez confieso que repetí mucho eso de “he perdido los mejores años de mi vida con él”. No es cierto, aunque al principio duela horrores. No son años perdidos. He crecido en todo este tiempo y con todo lo que he vivido. He viajado, he conocido lugares increíbles y a personas maravillosas estando con él. Me he reído, he llorado de alegría y de pena y he vivido muchísimo. Mantengo amistades preciosas que nunca hubieran sido posibles de no estar en mi relación de pareja.
Si algo me ha enseñado la película ‘Olvídate de mí’ es que todo lo vivido, bueno y malo, hace de nosotros quienes somos. No es necesario intentar borrar los recuerdos. El dolor pasará y cuando se vaya, quedarán los buenos recuerdos. Son parte de tu vida como los míos lo son de la mía.
Todo empieza… y termina. Y podemos aprender cosas preciosas de ello
La primera vez que mi ex pareja me dejó creí que me moría. Llevábamos algo menos de cuatro años y yo seguía en plena fase de enamoramiento. Su “ya no te quiero” fue devastador. Sin embargo, una década más tarde de ese momento volví a vivirlo de nuevo y mi respuesta no fue la desesperación. Fue la calma. Ya había aprendido que de amor nadie se muere y esta vez lo que aprendí es que hay relaciones que simplemente tiene un final diferente al que imaginamos.
Cuando pensamos en cualquier tipo de relación hay algo que está claro: no es para siempre. No quiero explicarme mal, soy una romántica pero de un modo u otro todo termina. Bien sea porque cambiamos y no encontramos en nuestra pareja lo que necesitamos en ese momento, o porque llevamos toda la vida juntos y uno de ellos fallece. Es dramático, pero es así.
En mi caso en ocasiones viví una relación preciosa y otras veces muy fea, pero aceptar que no sería para siempre no lo sentí como un fracaso o una pérdida porque aunque no tuviera ya esa relación de pareja, seguía teniendo una vida feliz rodeada de personas que me querían. Y esos momento es que necesité sostén, fueron un recordatorio precioso de la suerte que tengo de tener a tantas personas que me quieren a mi alrededor.
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