Que el 58% de los hombres fantasea con la idea de hacer un trío es algo que no nos pilla por sorpresa a ninguna, ¿cierto? Pero descubrir que tu chico pertenece a ese 58% y que estaría encantado de compartir su cama y a ti con una tercera es…, como mínimo, inquietante. Y digo “inquietante” porque así definió mi amiga (llamémosla Lisa, para salvaguardar su anonimato) ese batiburrillo de emociones que sintió al descubrir la fantasía favorita de su chico.
La historia de Lisa
Madrid, año 1999. Lisa y su (por fin) novio formal disfrutaban de un concierto memorable de Hole a pleno sol y rodeados de miles de fans. Justo a su derecha, una chica morena bailaba (o coceaba) al ritmo de 'Celebrity Skin'. Una disculpa tras un pisotón, un comentario en voz alta sobre el entusiasmo de la cantante por enseñar las bragas más otro empujón desencadenaron el inicio de una conversación: «¿es la primera vez que ves a Courtney Love en directo?», preguntó la desconocida. «Ajá», respondió escuetamente mi amiga. «¿No te parece fantástica?» «Sí, es increíble»; «¿Quieres un poco de mi cerveza?» «Eeeh, no gracias».
Tras un sin fin de gritos, guitarreos machacones y Courtney berreando a pleno pulmón, la morena volvió a dirigirse a Lisa: «he perdido a mis amigos, ¿te importa si me quedo con vosotros?» «No, claro que no».
Mentira. A Lisa no le hacía ni pizca de gracia que aquella extraña se les acoplara. No le gustaba la gente que se tomaba demasiada confianza y tampoco le gustaba nada la melena rizada de la morena, ni el top crochet que apenas le cubría la pechuga, ni ese abdomen liso, ni el vaquero caído a las cadera y, mucho menos, el feo detalle de mostrar la gomita de las bragas. Se pasó el resto del concierto comprobando de refilón a su novio.
Para su sorpresa, el (por fin) novio parecía más interesado en el concierto que en la morena, o incluso en la propia Lisa. Hecho curioso también, la desconocida rara vez interactuó con él. Se limitaba a beber, bailar y bromear con mi amiga. Varias horas después, cuando Hole y el resto de grupos que sucedieron dieron fin al festival, su nueva BFF le preguntó qué plan tenían para el resto de la noche. «Nos vamos a su casa. Sus padres están de viaje y…» La acoplada la interrumpió: «¿Y puedo apuntarme a vuestro plan? Ya sabes a qué me refiero… si os hace, claro».
¡¿Si os hace?! Lisa necesitó varios segundos y tres profundas inhalaciones de oxígeno para procesar el mensaje, salir del shock y recuperar la voz: «Lo… lo… siento. Ese rollo no va con nosotros». La morena rompió a reír: «¿Seguro? Yo creo que deberías hablar por ti».
Cuando sospechas que tu chico fantasea con un ménage
Mi amiga clavó la mirada en su novio y, ¡sorpresa!, la morena tenía toda razón: jamás debió hablar por los dos. Él chico las observaba con tal deleite que cualquiera hubiera pensado que se estaba zampando una copa doble de helado: chocolate + nata. Asombro, celos, inseguridad, morbo… y una Lisa despanzurrada en un hoyo de dos metros de profundidad pidiendo a gritos que la enterrasen y viva, a poder ser.
¿Qué esconden las fantasías?
Salvo las particularidades que esconde cada hijo de vecino en su cabeza, por norma general una fantasía sexual no es signo de frustraciones, represión ni el manifiesto de un deseo latente por hacerla realidad. A todos nos encanta parafrasear a Freud, pero sus teorías no son verdades universales.
Brett Karh, psicoterapeuta y autor de una de las investigaciones más exhaustas y extensas sobre las fantasías sexuales (‘¿Quién ha estado durmiendo en tu cabeza?’, 2007), asegura que la gran mayoría de los humanos fantaseamos con sexo; que este contenido erótico no es más que el proceso creativo natural de una mente despierta y sana y que una mente sin dicha capacidad imaginativa la convierte en un “lugar frío y lúgubre”. Vacío.
Si asumimos la perspectiva de Karh, sería tan injusto condenar a un hombre con pareja estable por fantasear con “sexo a tres” como a nosotras por imaginar nuestra casa invadida por cientos y cientos de zapatos, ¿no crees?
¿Es positivo que te confiese su fantasía?
Compartir nuestras fantasías sexuales con la pareja o mostrar interés por las suyas va a enriquecer nuestra relación y mejorar la confianza entre ambos, siempre y cuando sea de mutuo acuerdo y los contenidos no atenten contra la ética, los valores y sensibilidades del otro. Esto significa que unas fantasías son aptas para contar y otras conviene guardarlas para uno mismo.
El ménage à trois, por ejemplo, suele despertar en muchas mujeres inseguridades del tipo: ¿no soy suficiente para él?, ¿se escuda en su fantasía porque quiere ser infiel?… Como ya he explicado, existe una diferencia entre fantasía y deseo real, por lo tanto la respuesta sería NO. Pero si una es incapaz de superar sus inseguridades o excitarse con la idea de un trío, sería un buen momento para aclarar términos con su pareja y/o compartir otro tipo de fantasías más afín a ambos.
Donde caben dos ¿caben tres?
Para disfrutar de un trío es necesario que la pareja comparta un gusto especial por dicha fantasía, una mente liberal respecto a prácticas poco convencionales y seguridad máxima en uno mismo y su relación. Si él te propone practicarlo y tú respondes con un SÍ por complacerle te estarás lanzando desde dos mil metros de altura, en paracaídas pero sin comprobar antes el dichoso cordón. El morrazo contra la realidad puede ser de órdago.
Para resolver dudas y tomar la decisión correcta, te recomiendo que imagines por ti misma la situación y/o contemples una película erótica de dichas características (aunque te advierto que de la fantasía al hecho hay un trecho). Eso te ayudará a analizar los sentimientos y emociones que esas escenas generan en ti.
Y cuando la fantasía se hace realidad
Repito: de la fantasía al hecho hay un trecho. Yo diría que un viaje lunar entre lo que imaginamos y lo real. Nuestra mente, que de tonta no tiene un pelo, puesta a pasarlo bien no escatima en todo lujos y detalles: el escenario perfecto (cama con doseles, sábanas de seda, velas titilantes, cortinas que flotan con la brisa del mar); tres amantes absolutamente sincronizados, tres cuerpos que nacieron para encajar como piezas de un puzle; cada movimiento, cada suspiro, cada embiste perfectamente coreografiado. A ninguno se le ocurre decir “jopé , ¡qué cansado estoy!”, “cuidado con la rodilla, monina”, “¿empiezas tú o empiezo yo?”
En fin, lo dice Kahr en su estudio y lo dice el sentido común: cualquier fantasía dista bastante de la realidad. Pasado el hechizo, la cama con doseles se convierte en la de Ikea y la sábanas de seda… resultan un asco porque escurren y se adhieren al cuerpo con el sudor.
Y así terminó la historia de Lisa, su novio y la morena
Esa noche, de vuelta a casa y a solas, Lisa no paró de lanzar pullitas a su novio hasta que al chico no le quedó más remedio que confesar: «sí, me pone pensar en un trío; y ¡sí! me hubiera gustado hacerlo con las dos, pero era obvio que tú no querías; pues ya está, no pasa nada, olvídalo».
Si un hombre dice «no pasa nada, olvídalo» significa sí que pasa pero no quiero hablarlo, concluyó Lisa. Tras unos minutos de reflexión encontró la manera de solucionarlo: «¿te gustaría hacer un trío? De acuerdo, pues hagámoslo. Si quieres, mañana llama a Pedro. Él siempre me ha parecido monísimo y, como sois tan colegas, seguro que no le importa echarte un cable con esto, ¿no te parece?»
Fotos: giphy.com
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