Una buena memoria se basa en que olvidemos, pero la clave está en cuánto y en cómo lo hacemos

Los entendidos en neurociencia dicen que es necesario borrar detalles de nuestros recuerdos (o muchos de ellos) para poder almacenarlos en la memoria

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“Una de las primeras cosas que me sorprendió cuando empecé a meterme en neurociencia es lo poco que recordamos. Nuestra memoria está basada en recordar muy poca información y hacer una construcción en base a eso. Por eso tenemos falsas memorias”, dice el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga, en una reciente entrevista a El País.

Y es que según explica, estamos constantemente construyendo una realidad a partir de muy poca información porque la capacidad del cerebro es limitada. Cada persona tiende a encontrar las neuronas con los datos que le interesan basados, sobre todo, en cosas emocionalmente sobresalientes. Y vemos cómo esta teoría es constatada por otros neurocientíficos como es el caso de Santiago Canals, que en una de sus entrevistas dice “la memoria tiende a olvidarlo prácticamente todo, a no ser que resulte singular”. Y pone el siguiente ejemplo: si todos los días hacemos el mismo trayecto de casa al trabajo, no recordaremos nada específico de ese camino, no quedará nada registrado porque no ha pasado nada durante el trayecto que nos haya hecho tener un cambio emocional. Pero, si un día en el mismo camino, a la misma hora y realizando la misma rutina que, habitualmente, hacemos nos encontramos un elefante cruzando un semáforo en plena ciudad, ahí es cuando la memoria almacenará ese hecho como un recuerdo.

A partir de aquí, deducimos entonces que tiene que acontecer algo novedoso y que emocionalmente nos provoque algún sentimiento (ya sea de tristeza, de sorpresa, de felicidad…) para que la complicada maquinaria que hace posible las conexiones de nuestro cerebro pueda variar, aumentar, disminuir o almacenar nuestra memoria a medida que pasa el tiempo.

Ciencia Neuronas

La memoria es cambiante, va evolucionando

El cerebro funciona con estímulos y, por tanto, un sabor, un olor… son capaces de ser el estimulo que ponga en funcionamiento nuestro disco duro, pero es que, además, rizando el rizo, estos “circuitos sinápticos” son los que son capaces de asociar esos estímulos con experiencias negativas o positivas, es decir, tal y como explica Canals en su entrevista: “la relación que existe entre una acción determinada y la obtención de una recompensa o un castigo”.

Aunque bueno, citando la comparación que hacemos cotidianamente de nuestra memoria con un disco duro, según dicta la neurociencia a este respecto, estamos bastante confundidos con el concepto. Y es que si fuera tan fácil como que cada vez que almacenáramos una información la guardáramos en un 'pen drive' y la buscáramos en el momento en el que la necesitáramos, la vida sería muy diferente (y quizás muy aburrida). Todos seríamos unos ‘cracks’ en nuestros trabajos, nadie suspendería exámenes o, incluso, tendríamos las respuestas a muchas de las incógnitas que todavía planean sobre el estudio del cerebro, incluso la respuesta a enfermedades como el Alzhéimer. El sistema con el que actúa la memoria es mucho más complicado que todo eso, debido a que la memoria es cambiante, y esta evoluciona. Resumiéndolo en pocas palabras, podríamos decir que la memoria contribuye a que comprendamos el entorno que nos rodea.

¿Necesitamos olvidar, entonces?

Pues según dice Quian Quiroga, sí, de hecho, “está sobrevalorada”, y añade una frase muy reveladora y es que “la clave del funcionamiento de la inteligencia humana no es lo que recordamos, sino la cantidad que olvidamos”. Por lo tanto, ¿tenemos que perder el miedo a olvidar? Yo diría que sí y no, al mismo tiempo. Está claro que necesitamos nuestra memoria en determinados momentos de nuestra vida, y es importante en nuestro día a día, por supuesto, pero nuestro cerebro tiene la capacidad de almacenar la cantidad de información justa que nos permite vivir en este mundo cambiante.

Eso sí, la neurociencia sí que aboga por refrescar nuestros recuerdos, algo así como eliminar los detalles que son irrelevantes, resetearlos y quedarnos con el grueso de la información que nos interesa. Esto fue explicado por Chao Wang en su estudio sobre las células de la microglía, encargadas de borrar los recuerdos sin importancia. Y, precisamente esto es lo que separa a los humanos de las máquinas, que las personas somos capaces de poder extraer lo que es esencial y comprender lo abstracto de nuestros recuerdos, y entre otras cosas, citando a Quiroga, por este motivo, “la inteligencia artificial (IA) todavía está lejísimos de acercarse a la inteligencia humana”.

Fotos | Pixabay LinkedIn Sales Navigator vía Pexels

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