Tiene 97 años y ha trabajado en el mismo hospital durante casi 80. Este es su mejor consejo para una carrera larga y feliz

La historia inspiradora de Grace Carr y cómo saber disfrutar del día a día en el trabajo

Enfermera Grace Carr Portada
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Grace Carr estudió, trabajó y fue voluntaria en el mismo hospital toda una vida y es que a sus 97 años parece que todavía no hay nada que la pare.

Carr comenzó a formarse como enfermera en el Hospital Sacred Heart (ahora conocido como St. Luke's Sacred Heart Campus) en Allentown, Pensilvania, durante la Segunda Guerra Mundial, en 1944, cuando tenía solo 17 años. “Desde que tengo memoria, quería ser enfermera y trabajar en un hospital”, dice Carr, en este artículo de cnbc, quien de niña pasaba horas jugando a ser doctora con su hermano y envolviendo a sus muñecas en vendas y durante las últimas ocho décadas se ha convertido en una de las asiduas en "El Corazón", tal y como el personal del hospital llama cariñosamente al lugar.

Carr dejó su trabajo de enfermería en el hospital en 1989 y pasó los siguientes tres años trabajando en un consultorio médico afiliado al hospital, retirándose después a los 65 años. Pero aquí no acabó su colaboración con el centro médico ya que en 1993, después de la muerte de su esposo Edward, comenzó a hacer voluntariado en el hospital.

Enfermera Anciana

Ha sido voluntaria por más de 6.000 horas hasta la fecha, y asiste todos los miércoles para ayudar a los pacientes, alegrarles con flores, llevarlos a hacerse las pruebas o llevar muestras al laboratorio del hospital. “La llamamos 'amazing Grace'”, dice Beth Fogel, dice la encargada del voluntariado del hospital, quien conoce a Carr desde hace 20 años. “Desde que llega por la mañana hasta que se va por la tarde, es como un conejo Energizer, siempre ansiosa por ayudar y es muy divertida”.

Carr dice que siempre planeó ser voluntaria en el hospital después de jubilarse. “No podía imaginar mi vida sin estar ahí”, dice. “Amo a la gente allí, y mi salud es buena, así que estoy feliz de ayudar en lo que pueda”.

"Ver lo mejor y lo peor que la vida tiene para ofrecer"

Carr creció en Freeland, Pensilvania, un pequeño pueblo minero a pocos kilómetros del hospital. Dejó Freeland después de terminar la secundaria para formarse en la Escuela de Enfermería Sacred Heart, viviendo en una habitación compartida con otras estudiantes de enfermería en el campus del hospital.

Mientras estudiaba, Carr trabajó como enfermera cadete y el gobierno subvencionó su matrícula en la escuela de enfermería como parte del Cuerpo de Enfermeras Cadetes de EE. UU, un programa que tenía como objetivo prevenir la escasez de enfermeras durante la guerra. En este le pagaban $15 al mes durante su primer año, $20 al mes en el segundo año y $30 al mes en su último año.

En 1947, Carr se graduó de la Escuela de Enfermería de Sacred Heart y se casó con Edward, su novio de la secundaria, quien acababa de regresar de servir en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial.

Enfermera Cadete

Más tarde fue contratada para trabajar el turno nocturno de 23h a 7h de la mañana en las plantas médico-quirúrgicas de Sacred Heart, lo cual hizo durante casi 20 años mientras criaba a cuatro hijas y un hijo. “Ahora lo miro hacia atrás y no sé cómo lo hice. Dormía muy poco”, dice. “Pero no podía imaginarme haciendo otra cosa. Me encantaba ayudar a la gente y me sentía agradecida de hacer algo que me gustaba”.

El agotamiento es mucho en la profesión de enfermería, y Carr reconoce que ha experimentado breves episodios de estrés y cansancio a lo largo de su carrera. “Cuando trabajas en un hospital, ves tanto lo mejor como lo peor que la vida tiene para ofrecer”, dice. “Fue muy, muy difícil ver a alguien sufrir o morir de una enfermedad y saber que no podíamos hacer más para ayudarlo”.

Pero Carr dice que los momentos más felices como el nacimiento de un bebé o una cirugía exitosa, junto con las relaciones que construyó, la ayudaron a perseverar y superar todos los desafíos.

Los cinco hijos de Carr, y casi todos sus 12 nietos, nacieron en Sacred Heart. Su yerno, Vincent Burns, también nació en el hospital; Carr lo conoció horas después en la sala de recién nacidos. “Ese pequeño niño luego se casó con mi hija mayor, Janet, y ahora va a cumplor 70 años”, dice.

La hija de Carr, Grace Loring, dice que su madre la inspiró a convertirse en enfermera. “Ha dado sentido a mi vida”, dice, y es que la pasión de Carr es contagiosa: su hija, Grace Loring, trabajó en el área pediátrica del St. Luke's Sacred Heart Campus durante 35 años antes de retirarse. “Al principio, quería ser maestra cuando creciera, pero ver la dedicación y pasión de mi madre por la enfermería me inspiró a entrar en el campo de la salud”, dice Loring.

Ella es quien recoge a Carr en su casa en Allentown cada miércoles para su turno de voluntariado y la lleva de ida y vuelta al hospital.

Su mejor consejo para una carrera larga y feliz

El secreto para encontrar un trabajo que ames es "bastante simple", según Carr: trabaja con personas que te aporten cosas positivas. En Sacred Heart, Carr ha formado estrechas amistades con muchos de sus compañeros de trabajo, incluidas algunas de las enfermeras con las que comenzó su carrera. “Todavía nos reunimos en la casa de alguna para tomar café o cenar y ponernos al día”, dice.

El consejo profesional de Carr está respaldado por un estudio de 85 años realizado por investigadores de Harvard, que encontró que las relaciones positivas son lo que mantiene a las personas felices a lo largo de sus vidas. Esto también se aplica al mundo laboral en general puesto que el estudio encontró que los trabajos más infelices suelen ser los más solitarios y aquellos que implican más trabajo independiente que el de relaciones interpersonales.

“Las relaciones positivas en el trabajo llevan a menores niveles de estrés, trabajadores más sanos y menos días en los que llegamos a casa molestos”, escriben dos de los investigadores, Robert Waldinger y Marc Schulz, en su libro “La buena vida”.

Libro

Cuando Carr no está haciendo voluntariado, disfruta de leer, hacer jardinería, visitar a su familia y ver su seria favorita. Pero en las últimas tres décadas, su pasatiempo preferido no ha cambiado: entregar flores frescas a los pacientes y ponerse al día con sus amigos que trabajan en el hospital. “Para mí”, dice Carr, “la enfermería no es un trabajo, es una vocación”.

Fotos | Amazon e Instagram @mystlukes

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