Franz Schubert vuelve a estar en boca de todos. Su Sinfonía Inacabada ha sido foco de información y tendencia en las redes sociales. Huawei ha presentado una versión sobre como podría ser el final de la misma y esta nueva partitura ha sido creada por la Inteligencia Artificial de su Mate 20 Pro y un afamado compositor, Lucas Cantor (ganador de varios Emmy). La tecnológica china ha realizado un algoritmo a partir de la música de Schubert y, aunque no ha podido reproducir el alma de uno de los compositores más grandes de todos los tiempos, hemos disfrutado de un maravilloso concierto, entendemos un poco mejor para qué nos puede servir al Inteligencia Artificial y tenemos una buena excusa para escuchar a Schubert y hablar de su misteriosa historia.
Schubert murió con 31 años. Tras de sí dejó una obra que ya la querrían muchos con ochenta años, y un misterio: La llamada Sinfonía Inacabada. Hay quién dice que no la terminó porque no quiso (vivió seis años más y fueron muy prolíficos musicalmente hablando). Sus biógrafos lo relacionan con el descubrimiento de su enfermedad (le diagnosticaron sífilis en aquel tiempo). Hay quién dice que se extravió la parte que falta (algo extremadamente dudoso porque en vida fue un artista muy valorado, no un desconocido). La cuestión es que de la citada sinfonía, solo se conocen los dos primeros tiempos. Ahora, casi doscientos años después de la muerte de su autor, Huawei ha convertido en un reto propio crear un final para esta obra. Un reto en manos de la tecnología, la Inteligencia Artificial, que habita en su Huawei Mate 20 Pro. Eso sí, insisten mucho desde la marca: "sin la intervención final del ser humano, no sería posible". En este caso, ese ser humano es el compositor Lucas Cantor. El resultado final lo han presentado en Londres a la prensa del mundo entero invitando a críticos y especialistas en música en un delicioso concierto.
El proceso de la Inteligencia Artificial antes del concierto
Durante 6 meses la Inteligencia Artificial de Huawei ha trabajado un algoritmo introduciendo el timbre, el tono y el compás de la obra de Schubert. De ahí ha salido la base para el tercer y cuarto tiempo de la sinfonía. Posteriormente, Cantor ha seleccionado lo que le ha gustado y ha rellenado los vacíos para luego orquestarla en cuatro semanas. Lucas Cantor nos ha contado que era muy cómodo trabajar con la I.A.: "un compañero que nunca se opone a lo que dices. Siempre tienes razón y no hay "egos" a los que contentar". Cuándo le preguntan si hay peligro de que un compositor se abandone a la pereza y deje a la Inteligencia Artificial trabajar en su lugar, él dice que sí: "existe esa posibilidad que es dejar que los ordenadores trabajen por el compositor. Aunque el "ego" mismo del compositor no dejará que eso suceda." Hablan los responsables de Huawei también en este terreno: "La máquina sin el hombre no sería nada, es el hombre quién decide al final". Parece que estén leyendo en nuestros pensamientos los miedos a los bots y la Inteligencia Artificial que aparecen cada vez que hablamos de las redes sociales, del futuro, del trabajo...
Huawei nos reúne a prensa de tendencias, cultural y musical para escuchar el final de la Octava Sinfonía en el Cadogan Hall de Londres. Muchos comentarios, expectación y dudas antes de oírlo. ¿Escucharíamos a Schubert realmente? Lo cierto es que nadie sabe lo que hubiera hecho Schubert. Por muchos parámetros que incluyas, no se puede sumar el alma, el humor, el amor, las emociones o la evolución que recorren un cuerpo y una mente humana. Al menos, de momento. Así que se puede decir que esta versión es una posibilidad de lo que podría haber hecho Schubert.
Suena la orquesta. Disfrutamos muchísimo de la música en directo. Del clarinete maravilloso que tiene un papel fundamental en los dos primeros tiempos. Violines y violonchelo tremendos... Y llega el tercer y cuarto tiempo: vuelven algunas notas, los instrumentos protagonistas siguen en su papel, se siente el estilo de Schubert al principio, pronto se torna un poco más moderno y sin duda más cinematográfico. Sobre todo, el colofón final. El público aplaude, se levanta. Todos en pie. No será Schubert, pero de su esencia, de su recuerdo, de "su algoritmo", nace una música maravillosa.
Nos vamos a cenar con mucha música en el alma y muchas cosas en la cabeza. Los presentes en el concierto seguimos dándole vueltas... Cenamos y conversamos de cosas muy interesantes: ¿cuál es el futuro de la música?, ¿se podría hacer un nuevo disco de Nirvana o de Queen sin ellos presentes? ¿Y si suena mejor que sus originales? Si se empieza a componer con algoritmos (ya se estudia en alguna universidad, según leemos en Xataka), ¿quién es el autor? Y si la Inteligencia Artificial es eterna, ¿cuándo se liberan esos derechos? Si sabemos que existe la composición por algoritmo, ¿dudaremos de la composición de los autores que carecen de esa ayuda? ¿Llegará un día en que la noticia será: "Una sinfonía ha sido acabada por un humano"? De momento, podemos brindar por un proyecto bonito que hace que la música clásica esté en boca de todos y por una partitura de la que hay muchas incógnitas, pero nos ha gustado y nos ha hecho aplaudir, tanto como las cámaras Leica de al menos uno de sus coautores: la de los móviles Huawei.
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