El positivismo extremo hace que nos lo creamos a pies juntillas y subestimemos nuestra verdadera capacidad de resiliencia
“No he fracasado. He encontrado 10 mil formas que no funcionan”. Esta famosa frase de Thomas Edison es un ejemplo perfecto de cómo el fracaso puede ser motor de cambio. De hecho la psicología apoya el fracaso como una oportunidad única de aprendizaje, y desde hace algún tiempo se reivindican las consecuencias positivas del fracaso en los negocios. Se piensa que el fracaso es el primer paso del éxito, y ahí está el problema.
De hecho, hay libros de autoayuda al respecto, como el de John Maxwell, experto en liderazgo, que en ‘El lado positivo del fracaso: ¿cómo convertir los errores en puentes hacia el éxito?,’ resume los puntos a través de los cuales podemos convertir el fracaso en un valor positivo en los negocios. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y parece que el mito de que el fracaso siempre es un buen maestro puede necesitar una actualización.
No es que no aprendamos de los fracasos, lo hacemos, es que es más complicado de lo que parece, y además no es imprescindible para tener éxito. A millennials y zetas nos han dicho que el éxito está en trabajar y que para tener éxito primero tenemos que fracasar para “aprender” de él. Pues la ciencia no opina lo mismo. Todo apunta a que fracasar no nos vuelve necesariamente mejores para alcanzar el éxito según un reciente análisis de 11 estudios y que asegura que tendemos a sobreestimar la capacidad de superar un fracaso y eso tiene ciertas implicaciones individuales y sociales.
Los “exagerados” beneficios del fracaso
La psicología positiva y el culto al positivismo nos empuja a ver los fracasos como oportunidades de éxito. Pero un equipo de investigadores de las escuelas de negocios de las universidades de Northwestern, Cornell, Yale y Columbia han estudiado "los exagerados beneficios" que creemos que tiene el fracaso usando 11 estudios diferentes realizados a más 1800 participantes. Fracasar no es algo que necesariamente nos ayuda a mejorar.
El mayor problema es que nos lo creemos a pies juntillas y subestimamos nuestra capacidad de resiliencia. Según sus datos, tendemos a sobreestimar la tasa en la que las personas conseguían un éxito tras un fracaso. Y no hablamos solo del ámbito laboral, sino de éxito en cualquier entorno, desde dejar de fumar hasta conseguir que salga adelante una empresa que montamos. En todos los casos, los participantes mostraron una sobrestimación de los éxitos que se producirían después de los fracasos. Creían que, tras fracasar, habría más éxitos de los que realmente hubo.
Al parecer nos enfocamos en aprender de los errores pero lo cierto es que no lo hacemos porque aprender de una mala experiencia no es fácil. Según el estudio, el fracaso actúa como desmotivante y amenaza la autoestima, lo que lleva a que se adopten estrategias de autodefensa que dificultan el aprendizaje correcto.
Además, exagerar la probabilidad de éxito después del fracaso puede hacer que estemos menos dispuestos a ayudar a otros que están pasando apuros. Es decir, cuando las personas creen que otros que han experimentado reveses crecerán por sí mismas a partir de sus fracasos, están menos motivados a ayudar a los necesitados porque creen que estos problemas se “autocorregirán”, según el informe.
Sin embargo, cuando los investigadores corrigieron las creencias exageradas sobre los beneficios del fracaso, los mismos participantes aumentaron su motivación para ayudar. El fracaso alimentó la empatía e hizo que sintiéramos con predisposición a ayudar quienes fracasan, pero solo cuando entendemos que la resiliencia no es nada fácil. Este era el objetivo del estudio. “Queríamos ver si la gente piensa mal sobre la resiliencia”, explicaba Lauren Eskreis-Winkler a la NBC News.
El estudio afirma que cuando no se menciona el fracaso, el exceso de optimismo decae, y tal y como explica Ryan Sultan, director del Mental Health Informatics Lab de la Universidad de Columbia y psiquiatra, la lección más importante que se extrae del estudio es para nuestro ego porque “si has fracasado en algo, es probable que volver a intentarlo no sea suficiente para cambiar el resultado”. En lugar de pensar que aprenderemos sin más, el experto recomienda reevaluar la situación preguntándonos qué nuevas estrategias podemos adoptar o qué herramientas podrían mejorar nuestras posibilidades de éxito en el futuro
Fracasar nos puede ayudar a aprender, sí. No es que si fallamos nos vayamos a quedar como estamos. Es solo que nos han hecho creer que sería más fácil y en realidad es un trabajo complejo que requiere de mucha inteligencia emocional. Lograr una meta muchas veces significa tolerar la incomodidad de fracasar para “crecer” como persona, y esa incomodidad no la experimentamos tanto como nos empeñamos en creer.
Los resultados del estudio no significan que si fracasas en algo no podrás tener éxito nunca. Como afirma Sultan, la clave es plantearse preguntas difíciles sobre lo que hiciste para contribuir a ese fracaso, para que puedas crecer y aprender de esa experiencia, pero creer sin más que el éxito llegará porque ya has fracasado una primera vez.
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