Tres hábitos para conseguir que la gente haga lo que quieras dentro y fuera del trabajo, según un experto en liderazgo

Todo empieza por ser el cambio que quieres ver en los demás, porque no se puede inspirar responsabilidad en los demás sin responsabilidad propia. Ni dentro ni fuera del trabajo

Existen al menos dos formas de enfrentarse a un problema en el trabajo: buscar a alguien a quien culpar o hacerle frente. Para el experto en liderazgo Michael Timms, el primero de los instintos es más contraproducente de lo que piensas, seas o no jefe. Echar la culpa a otros sin hacer nada más puede provocar que pierdas su confianza, que disminuya su productividad y que se genere un mal ambiente de trabajo.

“La trampa en la que caen muchas personas que ocupan puestos de liderazgo es culpar a otras personas por un problema sin tener en cuenta su participación en él”, explicaba Michael Timms en una charla TED el pasado mes de enero. Es mucho mejor usar una estrategia llamada “dar ejemplo de responsabilidad” con tres sencillos hábitos que podemos implementar fácilmente. “Esta secuencia de hábitos tiene un efecto casi mágico en el comportamiento de otras personas. Y obtienes mejores resultados”, explicaba el experto. Y lo mejor es que no solo nos sirve para el trabajo, sino para cualquier ámbito de nuestra vida.

Primer hábito: no culpar

La Dra. Amy Edmondson realizó un estudio en el que analizó a diferentes equipos de hospitales para ver cómo la cultura afecta la disposición de las personas a denunciar los errores médicos. Esperaba descubrir que los equipos más eficaces cometían menos errores, pero lo que descubrió fue que los equipos que informaban de un mejor trabajo en equipo parecían cometer más errores. Cuando investigó los datos, empezó a sospechar que los mejores equipos podrían estar más dispuestos a informar de sus errores porque sentían seguridad psicológica al hacerlo como explican en Harvard Business Review.

La razón es que cuando no se culpa a las personas por los problemas, están más dispuestas a admitir sus errores y aprender de ellos. Sin embargo, nadie va a asumir la responsabilidad si cree que se le va a culpar por hacerlo. La culpa destruye el trabajo en equipo, la resolución de problemas, el aprendizaje y la iniciativa.

Timms explica en su charla que el cerebro interpreta la culpa de la misma manera que interpreta un ataque físico. “La culpa desencadena la respuesta de lucha o huida que bloquea de manera efectiva nuestra corteza prefrontal, que es la parte del cerebro que resuelve problemas”. Cuando nos enfadamos con otros y les culpamos, lo que hacemos en realidad según el experto es alterar su función cerebral. En lugar de culpar a otros es mejor mirarnos el ombligo y poner en práctica el segundo de los hábitos propuestos por el experto en liderazgo: mirarnos en el espejo.

Segundo hábito: mírate en el espejo

“Si es evidente para todos que has cometido un error, ser obstinado le muestra a la gente una debilidad de carácter, en vez de una fortaleza”, explicaba el investigador Tyler Okimoto al NY Times. Sin embargo, la mayoría somos muy buenos para darnos cuenta de los errores de otras personas pero terribles para ver cómo nosotros mismos contribuimos a los problemas. Lo que en el refranero español es “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. ¿Cuál es el origen de la dificultad para reconocer los errores? Pues según los expertos en psicología de Área Humana van desde la educación recibida a la necesidad de perfeccionismo, creencias irracionales e incluso necesidad de aprobación.

¿Significa eso que todos los problemas son culpa mía y no del resto? Ni mucho menos. Pero lo que dice Timms es que “si analizo mis problemas con suficiente atención, por lo general puedo descubrir cómo mis acciones o inacciones contribuyeron a ellos de alguna manera”. Y esto tiene un efecto, porque esa visión más profunda nos permite hacer algo al respecto. Además, lo que provoca que nos miremos al espejo y seamos sinceros con el resto sobre nuestra responsabilidad en los desafíos, conflictos o diferentes problemas, es que cuando entonamos el mea culpa delante de otros, los demás se animan a seguir nuestro ejemplo. “Antes de que otros nos permitan hacerlos responsables, primero deben ver que nos hacemos responsables nosotros mismos”, explica Timms, porque no puedes inspirar responsabilidad en los demás hasta que tú mismo la asumas.

Tercer hábito: diseña una solución

Ya hemos visto que cuando pasa algo malo estamos “programados” para culpar al resto del desastre e ignorar otras causas. Pero para evitarlo podemos usar el llamado "pensamiento sistémico" que consiste en evaluar el conjunto del problema y valorar cada parte del sistema pero tratando de ver cómo el entorno y los procesos influyen en el comportamiento.

En lugar de preguntar “¿De quién es la culpa?“ es mejor preguntarse “¿Dónde se interrumpió el proceso?” porque así buscaremos una solución a ese problema. Como explica Timms “esta pregunta es su arma secreta para cortocircuitar el juego de culpas y encontrar soluciones sostenibles a tus problemas”. Esto  hará que solucionemos los desafíos en lugar de obsesionarnos con buscar quién tiene la culpa de ellos.

Y todo empieza por ser el cambio que quieres ver en los demás y practicar esa estrategia de dar ejemplo de responsabilidad.

Fotos | Anastassia Anufrieva en Unsplash, Alex Tyson en Unsplash, Redmind Studio en Unsplash

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