Estos hábitos de liderazgo pueden tener un efecto devastador en los trabajadores
Puedes encontrarte personas tóxicas en cualquier ámbito de tu vida. No se reducen a las relaciones de pareja, y hay un ambiente en el que su efecto es devastador: el trabajo. Los jefes tóxicos son la causa de la renuncia silenciosa, por ejemplo. Del burnout. Y de que no te apetezca ir a trabajar cada día.
Según Jordi Alemany, Business Humanizer y elegido como uno de los mejores creadores de contenido de 2023 según Forbes, hablamos de jefes tóxicos sobre aquellos que, a través de sus comportamientos, actitudes y prácticas, generan un ambiente laboral hostil y poco saludable, donde los miembros del equipo sufren más tiempo del que disfrutan de su trabajo.” Por suerte, existen algunas claves para identificar a un jefe tóxico, según Daniel Goleman, psicólogo de Harvard, periodista científico y el autor más vendido del NY Times.
Claves para identificar a un jefe tóxico
Te regaña en público y te humilla delante los demás
Evidentemente un jefe debe decirnos cuando algo no está bien, cuando hemos cometido errores o informarnos cuando no hemos llegado a objetivos, pero un jefe con inteligencia emocional lo hará en privado y desde el respeto, sin humillar y como una crítica constructiva. Un jefe tóxico no. Usará la violencia verbal para amedrentar a sus empleados, con faltas de respeto recurrentes o esporádicas para provocar miedo.
Gritar a un empleado, por mucho que seas su jefe, es tóxico lo mires por donde lo mires. Según datos de la Sociedad para la Gestión de Recursos Humanos, un 48% de profesionales de RRHH tuvo en 2019 casos en sus empresas de “violencia en el lugar de trabajo” que incluían acoso, gritos, intimidación y/o insultos.
Utiliza un lenguaje pasivo-agresivo
Puede que no sea tan claro como el anterior punto, pero usar un lenguaje pasivo-agresivo es un clásico de un jefe tóxico. La psicóloga Mamen Jiménez nos explicaba que “cuando alguien con este estilo de interacción se enfada lo demuestra, pero no de un modo directo, no lo expresa abiertamente, sino que utiliza vías que no son obvias y patentes para los demás, con lo cual no siempre obtiene respuesta... y más se enfada”.
No te dice de forma directa que no sabes hacer algo, y en lugar de ello te explica algo que haces a diario como si fuera tu primer día. Son comunes las frases como "como he dicho en mi anterior correo", "obviamente" y derivados.
Busca la productividad y perfección de manera obsesiva
Comenzaré diciendo que sufro de productivitis (estoy trabajando en ella). En esta línea, un jefe tóxico exige y aplaude la productividad tóxica. Horas extras y dedicación absoluta, que como ya te hemos explicado en otras ocasiones, no es sinónimo de productividad, al contrario. Trabajar menos es lo más productivo.
Además, la perfección es lo único válido para un jefe tóxico, pero no desde un punto de vista de liderazgo, sino de forma obsesiva. Goleman asegura que el problema está cuando “no deja lugar a una retroalimentación positiva”, y añade además que un jefe tóxico nunca ve lo que hacen bien sus empleados, solo sus errores.
"El éxito de un líder se mide por las personas a las que dirige, por lo que cuando un proyecto triunfa debe agradecérselo a su equipo y dejarse de dar una palmadita en la espalda", aseguraba Kathleen Davis en un artículo de Fast & Company. Un jefe tóxico no piensa que su equipo esté haciendo un buen trabajo.
Discute sin motivos constantemente (y con todos)
“Los líderes que siempre están discutiendo y nunca están de acuerdo pueden causar que los trabajadores sientan que sus opiniones no se valoran o que no son capaces de cumplir con su trabajo”, afirma en su libro Goleman. No es querer debatir, ojo, es discutir. Un jefe tóxico no busca una mejor solución hablando, discute porque nada le parece bien. Si tuviera inteligencia emocional, ese jefe sería capaz de validar el trabajo, experiencia, sentimientos y emociones de su equipo, haciendo que el sentimiento de grupo creciera.
El problema de tener un jefe tóxico
Un jefe tóxico destaca por su falta de inteligencia emocional. Daniel Goleman explicaba en su libro de 1995, ‘Inteligencia emocional’, que el término “inteligencia emocional” (IE) se define como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”.
Es una de las habilidades más demandadas en las empresas, porque se vincula con una mejor comunicación, desempeño y liderazgo, por lo que es una de las aptitudes que cualquier jefe debería tener. De hecho, en su libro ‘Liderazgo: El poder de la inteligencia emocional’ el psicólogo se ayuda de los trabajos de más de veinte años sobre la IE en relación con las relaciones laborales y la excelencia organizativa. En el libro da algunas herramientas que “ayudarán a líderes, entrenadores, directivos de recursos humanos, instructores y educadores a guiar y motivar de manera efectiva”, como él mismo afirma.
Un jefe sin inteligencia emocional tiene mucho efecto en los trabajadores porque un jefe tóxico genera miedo, ansiedad y desconfianza, afecta la salud física y mental de los trabajadores, y genera menos motivación. Es más, el 60% de las renuncias se deben a un ambiente laboral tóxico según un informe de la consultora Mckinsey.
Steve Taylor, profesor de psicología en la Universidad Leeds Beckett e investigador de psicología transpersonal, identifica en su libro 'DesConectados. Las raíces de la crueldad humana y cómo la conexión puede salvar el mundo' a un jefe tóxico como un líder hiperdesconectado.
En ese mismo libro nos explica que una persona conectada tiene la capacidad de "adoptar la perspectiva de los demás y sentir su sufrimiento", es decir, es una persona empática y con inteligencia emocional. Una persona desconectada es justo lo contrario, y lo malo es que en palabras de Taylor, "el entorno empresarial es ideal porque, en lugar de castigarlos por su inclemencia y crueldad, se les recompensa ampliamente".
Según un estudio de la Universidad de San Diego, uno de cada cinco jefes es un psicópata, y los tóxicos en muchas ocasiones lo son tal y como se ve en el libro de Taylor. Ojalá no sea el tuyo, aunque si lo es, ya sabes cómo identificarlo.
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