El truco que usan podemos aplicarlo en cualquier ámbito de nuestra vida para mejorar nuestro desarrollo personal, y está avalado por la psicología
Eric Potterat es un psicólogo experto en rendimiento que ayudó a crear el programa de fortaleza mental utilizado en el entrenamiento de los Navy SEALs y junto con Alan Eagle, consultor ejecutivo de comunicaciones, es coautor de ‘Learned Excellence’ un libro pensado por y para que cualquier ser humano pueda conseguir sus objetivos. Juntos han entrenado a 25.000 personas de éxito, desde atletas olímpicos hasta empleados de Google pasando por líderes empresariales. Por eso saben que las personas de éxito siempre usan este truco para lograr llegar donde están.
Como explicaban en la CNBC, “lo más importante que hacen estas estrellas para convertirse en las mejores es establecer grandes objetivos en todos los aspectos de sus vidas”. El trabajo, las relaciones, la salud, el ocio, el legado -como el concepto de lo que dejaremos cuando ya no estemos- y la espiritualidad o propósito son los aspectos que proponen como expertos, pero lo cierto es que es aplicable a cualquier ámbito de nuestra vida, sólo que siguiendo tres sencillos pasos para que ese desarrollo personal les conduzca al éxito.
Identifícalos
Charles R. Snyder, un profesor estadounidense especializado en psicología positiva afirmaba en este artículo que existen dos obstáculos para alcanzar nuestros objetivos. Por un lado, no creer que podemos alcanzar nuestras metas y por otro, no identificar los caminos para lograrlas, pero lo primero y más importante es saber cuáles son los objetivos a cumplir.
Potterat y Eagle siempre le hacen la misma pregunta a sus clientes, y es que “dentro de uno, tres y seis meses, ¿qué quieren que sea verdad en cada uno de los aspectos?” Podemos tener cientos de objetivos, pero siempre es mejor tener pocos y buenos que muchos y mediocres. Si seguimos la idea de Steve Jobs de “Make it simple”, estaremos concentrando nuestros recursos y eso es garantía de éxito. Es mejor tener como objetivo poder correr una carrera en diciembre, que sumarle a este objetivo otros cinco como mejorar nuestro tiempo nadando, disminuir nuestro peso corporal, controlar nuestra alimentación, aumentar el tiempo entrenando en el gimnasio y además, hacer senderismo los fines de semana.
Lo ideal para identificar un objetivo es hacerlo siguiendo un método, por ejemplo el llamado “SMART”. Este método es un acrónimo del inglés que explica cuáles serán las características básicas de los objetivos a cumplir: específicos (Specific), medibles (Measurable), alcanzables (Achievable), realistas (Realistic) y de duración limitada (Time-bound). Además, los expertos añaden que “el desarrollo de objetivos significativos debe ser un proceso reflexivo e iterativo”, así que correr está contraindicado y lo ideal es que con el paso del tiempo puedas modificarlos y adaptarlos para que no se queden en el olvido y dejemos de perseguirlos.
Sigamos con el caso anterior de querer correr una carrera el próximo año. No nos serviría un “me voy a poner en forma” sino más bien un “en diciembre correré la San Silvestre”. Debe ser medible, alcanzable y realista, por lo que podemos irnos fijando pequeños “objetivos de proceso”. Es decir, el objetivo de resultado es correr la San Silvestre de 2025, pero hasta que ese momento llegue nos plantearemos “objetivos de proceso” como correr todas las semanas 5 kilómetros, dedicar tres días a la semana a hacer cinta en el gimnasio o reducir el tiempo empleado o aumentar la distancia recorrida semanalmente. “Los aficionados se centran en el resultado, los profesionales en el proceso”, explican los expertos. Y es quizá en esto en lo que fallamos muchas veces al establecer un objetivo. Si es demasiado ambicioso podemos empezarlo con muchas ganas pero ir perdiendo fuerza con el tiempo. En cambio si nos marcamos objetivos más pequeños que se realizarán para lograr el objetivo final, nos iremos motivando con el paso del tiempo y no al revés.
Un truco extra que nos explican Potterat y Eagle es que los objetivos basados en los valores intrínsecos son más motivadores que aquellos basados en valores extrínsecos. Es decir, si vamos a correr la San Silvestre, ¿lo hago porque me sentiré bien y es un reto que quiero asumir, o porque otros pensarán que soy mejor si lo consigo?
Escríbelos
Según los expertos, el acto de escribir un objetivo crea responsabilidad “ahora que tiene presencia física, hay que hacer que suceda”. Si dejamos los objetivos solo en nuestra mente, no será tan probable que pasemos a la acción. La experta en desarrollo personas Allison Walsh explicaba en Harvard Business Review que no solo hay que apuntar los objetivos, también “hay que identificar y escribir tus posibles obstáculos, excusas o miedos, y cómo los superarás. Al escribir tus barreras, eliminas gran parte de su poder”. El motivo es que cuando escribes pensamientos “preocupantes” o “ansiedad”, los descargas y liberas espacio en tu mente para concentrarte en lo positivo”, asegura.
Además, en 1953 la Universidad de Yale realizó un estudio para medir cuánto afecta el hecho de escribir nuestros objetivos a los resultados finales. Veinte años después de inicio del estudio se comprobó que los alumnos que tenían sus objetivos por escrito y además un plan de acción desarrollado tenían más riqueza acumulada que el resto.
Cuéntalos
No solo nos comprometemos más cuando los escribimos. Lo hacemos mucho más cuando se los contamos a otros. Por ejemplo, el Ministerio de Sanidad tiene entre sus recomendaciones para dejar de fumar que se lo contemos a otros porque así nos ayudarán en el proceso. Lo mismo pasa con cualquier objetivo que tengas. Según un estudio de la psicóloga Gail Matthews solo el 43% que pensaron en sus objetivos los lograron, pero en cambio escribirlos y compartirlos con un amigo aumentó la cifra al 62%. Si íbamos haciendo actualizaciones semanales del progreso y compartiéndolos con un amigo la cifra llega al 76%.
Fotos | Estée Janssens en Unsplash, Nik en Unsplash, LinkedIn Sales Solutions en Unsplash
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