Iria Reguera, mi jefa, me comentaba hace un tiempo que sentía que su trabajo era apagar fuegos. “Iba como pollo sin cabeza y con la sensación de que no terminaba nada”, afirmaba. El año nuevo el propósito era que aumentara su concentración, mejorara su productividad y cuando terminara su jornada, se fuera a la cama con la sensación de que el día le había dado mucho de sí.
Después de un año teletrabajando con esa dinámica, Iria afirma que se bloqueó, y eso le estresó aún más y le generó una mayor ansiedad. “Era como si ya no supiera qué tenía prioridad, a qué atender primero y qué tenía que hacer.” Y es que pretender ser productivas las 24 horas del día es una utopía que además nos genera ansiedad y estrés. Iria explica que al final de su día se preguntaba “¿qué he hecho? ¿En qué se me han ido las horas?”. Hasta ahora, que ha descubierto las burbujas de productividad.
Qué son las burbujas de productividad
Esta sencilla técnica nos ayuda a concentrarnos, a eliminar distracciones y a evitar cansancio y fatiga, según explica Jean-Philippe Lachaux en su libro Le cerveau attentif y en su charla TED. Las burbujas de productividad o burbujas de atención, son momentos de máxima concentración en una tarea concreta.
La solución para conseguir una mayor concentración es meternos en una burbuja lejos de las distracciones. Una burbuja en la que no cabe la multitarea, los dispositivos como el teléfono (incluso herramientas que nos distraigan con notificaciones como el email o el slack) y en la que es imprescindible que tengamos claro antes de entrar, cuál es la tarea que vamos a hacer. Es buscar un remanso de paz en el que focalizarnos y poder trabajar con el deep work, como si entraras en una sala blanca en la que solo hubiera una mesa, una silla y el ordenador. Nada más.
Esos momentos de máxima concentración, que pueden durar minutos u horas, han marcado la diferencia en el trabajo de Iria. Ahora completa más tareas usando menos tiempo porque evita las distracciones. El cerebro centra toda su energía en una tarea. en el caso de Iria cuando hace sus burbujas de productividad nos avisa: me desconecto que tengo que terminar una tarea”, silencia las notificaciones y durante un tiempo determinado, centra su atención en un único objetivo: terminar la tarea que tiene delante.
Cómo usar las burbujas de atención
Lo primero que haremos en una lista con las tareas que vamos a resolver ese día, ordenada por prioridades. Si son tareas grandes, asegúrate de partirlas en pequeñas porciones. Por ejemplo, en mi caso, al escribir un artículo puedo dividirlo en buscar información, contrastar fuentes, buscar imágenes y escribir las diferentes partes del texto. Se trata de tener pequeñas tareas para completar en tiempos de unos 6 minutos.
Aunque no es obligatorio que sean 6 minutos por burbuja, según explica Jean-Philippe Lachaux es un buen punto de partida. Y sí, debes marcar también los descansos, aunque no nos pasa como con la técnica Pomodoro y no tenemos porqué estar con el cronómetro en la mano. Ahora toca apagar las distracciones. Vamos a entrar en la burbuja y allí no hay nada más que nosotros y la tarea por hacer. Una vez terminada, la marcamos como finaliza y vamos a por la siguiente.
El efecto Zeigarnik y porque completar tareas con burbujas de productividad es también bueno para nuestra salud mental
Como psicóloga, Iria Reguera nos explica que el cerebro necesita ir haciendo “check” a las tareas y sentir que has hecho algo de principio a fin”. El cerebro no soporta que lo dejen a medias, por el llamado efecto Zeigarnik. Este efecto psicológico hace que el cerebro se quede pensando en lo que no se ha hecho cuando tenemos algo pendiente, lo que provoca malestar y puede generar ansiedad.
Cuando tachamos tareas de la lista, nos produce el efecto contrario. “Una vez finalizada se suspende el impulso por alcanzar la meta, lo que permite que cese la actividad cognitiva relacionada con ese objetivo y se reanude en el momento posterior”, afirman los autores de este estudio de la universidad de Florida sobre las listas y su efecto a nivel neurológico.
Según David Cohen, psicólogo y autor de más de una treintena de libros, las principales ventajas de hacer una lista de cosas es que nos ayuda a organizarnos y ordenarnos (con ayuda de la Matriz de Eisenhower, por ejemplo, podremos establecer las diferentes prioridades), ayuda a la memoria y nos ayuda a vencer la procrastinación, algo que ya ha comprobado de primera mano mi jefa.
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