Mi mejor truco de productividad empieza fuera de mi teletrabajo, pero me ayuda a rendir más que la técnica Pomodoro

Un sencillo cambio de hábito que ha supuesto un antes y un después en mi vida, especialmente para mis niveles de estrés

Una de las grandes desventajas que tiene para mí el teletrabajo es que desconectar se vuelve más complicado que cuando trabajaba fuera de casa. El hecho de ir y volver al trabajo, ya sea a una oficina o donde sea, me permitía separar mejor la parte laboral de mi vida de la personal. Desde hace siete años eso se ha vuelto una complicación porque mi despacho es una habitación en mi casa.

Sin duda marcarme un horario se ha convertido en uno de mis imprescindibles cuando teletrabajo. Me planteo mi jornada laboral como si estuviera en una oficina, con los mismos descansos que cualquier otra persona tendría en su jornada laboral e incluyendo pequeñas paradas hasta para hacer estiramientos y aliviar los posibles dolores de espalda. Sin embargo, y a pesar de que el horario estaba establecido, al principio me saltaba un paso que hubiera hecho de estar trabajando fuera de casa: no dedicaba un tiempo a reconectarme con mi trabajo antes de empezar, como lo hubiera hecho de camino a la oficina.

La importancia de tomarse un tiempo para conectar con el trabajo antes de empezar

Al igual que cuando acaba mi jornada he incluido este hábito de 15 minutos cuido mi salud mental teletrabajando, necesito un tiempo antes de empezar una nueva jornada para no sentir que mi vida es solo trabajar. Cuando termino el día salgo a pasear o hacer ejercicio durante al menos 15 minutos. De esta forma, separo de una forma física el tiempo de trabajo del de ocio y cuando regreso a casa, mi cerebro sabe que el día de trabajo ha terminado.

Después de siete años teletrabajando he aprendido a la fuerza que al inicio del día también necesitamos un período de reconexión con el trabajo en el que nuestra mente se prepare para el día que le espera, igual que lo harías en el metro al ir a trabajar, o en el coche. No te hablo de planificar el día con antelación ni marcarte las prioridades de lo que tendrás que hacer, sino más bien que hagas el mismo trabajo de desconexión que haces al terminar, pero a la inversa. Tómate unos minutos por la mañana para volver a concentrarte en el trabajo pensando en lo que lograste el día anterior o en lo que esperas lograr durante el día en cuestión. Y no lo hagas delante del ordenador con agenda en mano y cinco minutos antes después de haberte levantado.

Dedica los primeros minutos del día a prepararte, a ti. Si eres de las personas a las que no les cuesta madrugar, levántate antes. No te pongas el despertador a las 8 y 20 si tienes que empezar a trabajar a las 8 y media. No te digo que hagas caso a los gurús que afirman que lo perfecto es levantarse antes de que amanezca. Nos han vendido que levantarse a las 5 de la mañana es el mejor truco de productividad, pero madrugar o no madrugar depende de tu genética y no solo de tus ganas. Solo necesitas no caerte de la cama y empezar a trabajar, dedicando 30-45 minutos antes a otras cosas para que tu cerebro vaya entendiendo que es hora de trabajar.

Un estudio publicado en la revista Nature Communications, afirma que si queremos madrugar más necesitamos tener en cuenta tres factores: el sueño, el ejercicio y el desayuno. Debemos dormir las horas necesarias, así que si vas a despertarte a las 7 y media y los expertos afirman que es necesario dormir entre 7 y ocho horas para tener un buen rendimiento, tendrás que acostarte entre las 11 y las 12. Además, hacer ejercicio con regularidad y que nuestro desayuno sea nutritivo, es completamente necesario según los investigadores del estudio.

Voy a contarte lo que yo hago y tú valoras si te encajaría o no en tu propia rutina. En mi caso, me levanto una hora y media antes de ponerme a trabajar. Lo primero que hago es abrir las ventanas de casa para ventilar y salgo a dar una caminata de 15 minutos o hago una rutina rápida de yoga para despertar mi cuerpo. Vuelvo a casa, me ducho y me preparo una infusión y un buen desayuno que me como sentada y no delante del ordenador. Recojo un poco la casa y dedico unos minutos a pensar en el trabajo que hice ayer y en lo que espero conseguir hoy. Y una vez que todo esto está hecho, estoy lista para empezar la jornada. El café lo dejo para el momento en que más efecto tiene en mi productividad, unas dos horas después de levantarme.

Despertarme antes y no empezar a trabajar con la legaña aún pegada en el ojo ha supuesto un antes y un después en mi vida especialmente para mis niveles de estrés. No siento que solo trabaje porque dedico los primeros momentos del día a mí y no ha contestar correos. El bienestar y la productividad están directamente conectados y, personalmente, este hábito me permite empezar los días más relajada y con menos estrés y eso influye directamente en mi productividad. Este sencillo hábito me ayuda a rendir más que la famosa técnica Pomodoro.

Fotos | Domenico Loia en Unsplash, Kinga Howard en Unsplash, Andrew Neel en Unsplash

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