Si os gusta esa belleza rara que tienen las payas urbanas, no os podéis perder la que probablemente sea la más bonita de toda España. La encontraréis en Peñíscola, Castellón, una pequeña ciudad muy completa y perfecta para viajar en primavera. Esa época en la que ya empieza a dejarse notar el buen tiempo pero cuando todavía no está todo invadido por los turistas del verano.
Peñíscola es un enclave "tres sesenta", que diría Paquita Salas. Un regalo para la vista en el que se mezcla el turismo de sol y mar con el cultural. Y es que, además de tener una costa condecorada con la Bandera Azul, estamos hablando de una ciudad medieval. Pero no una cualquiera sino de una que se adentra en el mar.
Como no podía ser menos, está presidida por un Castillo Templario en un fantástico estado de conservación. La fortaleza se encuentra en el punto más alto de la península y está rodeada de calles de trazado medieval que recuerdan a la alpujarra granadina y que caminarlas es sorprenderse con hallazgos tan singulares como su bufador.
El Papa Benedicto XIII, apodado Papa Luna, eligió el castillo de Peñíscola para recluirse y luchar por la unidad de la Iglesia Católica. No es de extrañar ya que su patio de Armas es un precioso balcón desde el que admirar el Mediterráneo. Por otro lado, la torre del Homenaje es una plataforma perfecta para contemplar la panorámica de la costa.
En primavera y verano este recinto amurallado acoge un festival de cine de comedia española y un festival de música antigua y barroca. No obstante, ningún visitante puede dejar pasar la oportunidad de conocer el Faro y el Museo del Mar y practicar senderismo o BTT en el Parque Natural de la Sierra de Irta.
Foto de portada | LianeM (iStock)
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