Si todavía no sabes que muchas de las mejores playas de la costa española están en Galicia, no eres consciente de lo que te estás perdiendo. Tal vez se estén interponiendo en el camino de descubrirlo los prejuicios sobre el clima norteño, pero hay lugares tan sumamente preciosos como Foz. De hecho, aunque puede que esta sea la primera vez que escuches el nombre de este municipio lucense, nada tiene que envidiarle a los grandes éxitos mediterráneos.
El pueblo toma su nombre de una palabra gallega que designa una desembocadura de un río. Y es que, en Foz, el Río Lagares forma unas estupendas marismas antes de su entrada en el mar. Un remanso de paz perfecto para visitantes que quieran disfrutar de la gastronomía gallega, de la tradición pesquera o de la belleza del cantábrico.
Foz es una histórica villa marinera con un glorioso pasado en el que era habitual escuchar la lengua de marinos portugueses, ingleses o flamencos. A finales de la Edad Media, albergó uno de los astilleros más importantes de la costa gallega y en los siglos XVI y XVII, contó con un importante puerto dedicado a la captura de ballenas. No obstante, su historia se encuentra estrechamente ligada al mar desde el primer asentamiento prerromano en la zona y se mantiene hasta la actualidad, aunque ya no es el puerto que fue.
Por el Cantábrico llegaron a Foz los fenicios e incluso se dice que también navegantes llegados desde Tartessos, al sur de la península. En la actualidad, los 15 km de playas de finísima y blanca arena de su ría son un paraíso natural. A Rapadoira, Llas, Peizás o Aeralonga son algunas de sus playas más exquisitas.
En sus marismas se cobija una de las mayores colonias de aves acuáticas del noroeste, acompañadas desde las alturas por gaviotas, pardelas y alcatraces de los acantilados vecinos. Además, sus aguas atraen a amantes de los deportes náuticos de todas las modalidades: surf, windsurf, kite, piragüismo, vela...
Sin embargo, lo que uno no se espera es que en este marco natural incomparable se encuentre, además, la catedral más antigua de las que se conservan en España y la primera que se construyó en el sur de Europa. Se trata de San Martiño de Mondoñedo, que data del siglo VI y fue posteriormente transformada entre los siglos X y XIII.
Su estilo arquitectónico es poco habitual en el noroeste peninsular: románico lombardo-catalán, que se contrapone al dominante: el borgoñón o francés (introducido por el Camino de Santiago y con gran exponente en la catedral de Santiago). Tiene tres naves con tres ábsides semicirculares. Mientras que en la parte sur se encuentran el sepulcro del obispo San Gonzalo y el Museo parroquial.
Además, al lado de la basílica se encuentra la fuente de la Zapata, protagonista de una leyenda que cuenta que San Gonzalo tiró en ese lugar una zapatilla y brotó agua con propiedades milagrosas. No obstante, otra leyenda le atribuye a los rezos de este santo el fracaso de una incursión pirata en la ría de Foz.
Foto de portada | culpix
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