Meryl Streep, la actriz con más nominaciones al Oscar de la historia de los premios, una de las mejores intérpretes del cine americano, es Miranda Priestly en El Diablo viste de Prada. La estrella realiza, con esta película de David Frankel, un excelente papel como directora de la revista de moda Runway, la Telva o Vogue española.
En la película, basada en la novela del mismo título, de Lauren Weisberger, todo gira entorno a Miranda Priestly, la legendaria editora de la revista femenina más importante de New York, una mujer de muy mal carácter, venerada por todos, tanto por sus empleados como por los grandes diseñadores de moda y capaz de marcar tendencia con un simple gesto. Una mujer que viste de Prada, Chanel, Dolce&Gabbana, Manolo Blahnik, Jimmy Choo, Hermès o Valentino (que hace un pequeño cameo en la película), y muchos más. Frente a ella está Andy, Anne Hathaway, una chica en busca de un puesto como periodista en un periódico y que para cumplir su sueño acepta ser la asistente de Priestly. De repente se encuentra en un mundo que no tiene nada que ver con ella, donde todo es superficial, la imagen es lo más importante y el estilo de vestir es lo más: es el mundo de la moda. Un mundo espectacular que para los que somos amantes de él, disfrutamos viendo esta película, como yo. Desfiles, prendas elegantes, vestidos espectaculares, complementos a la última, y todo de los grandes de la moda. En definitiva, un vestuario perfecto. Y si a todo esto le unimos el gran papel de ambas protagonistas, el resultado es casi impecable.
Y digo "casi impecable" porque hay una imperfección muy seria: la talla. Durante toda la película le dan mucha importancia a la talla femenina, ya que para Runway (en la película) y para el mundo de la moda internacional, la 34-36 es la talla perfecta de la mujer. Esto no es lo más grave, sino que en muchas ocasiones a Andy la llaman gorda por utilizar una 38. Esto sí me parece muy grave, no sólo por la manera despectiva cómo tratan el tema, como si el aspecto físico fuera lo único de las personas, sino porque a muchas jovencitas que vayan a ver este film le pueden causar un problema. Claro, que viendo estas semanas a las modelos de Londres, París, Milán, o New York en sus respectivas Semanas de la Moda, creo que sobran las palabras. Tan sólo un consejo, que aprendan un poquito de la nueva normativa de Cibeles. Otro punto que conviene reseñar es que El Diablo Viste de Prada no sólo es una comedia de guapas y feas, también tiene un tema de fondo: la dificultad de compaginar la vida laboral con la personal, y la dificultad de elegir una u otra. Un aspecto que seguro que os ha pasado a más de uno.
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