Amy Winehouse es una gran cantante. En los Grammy (aunque no la dejaron entrar en los Estados Unidos para recoger los galardones), se llevó un buen montón de premios. Desde luego, su voz sorprende, pero todo lo que quieren otorgarle más allá, me parece excesivo. Me refiero a que una firma quiera tenerla como imagen. La verdad, no se me ocurre quién querría asociar su marca a esta chica demacrada, excesivamente delgada y con problemas reconocidos de drogas. Sin embargo, parece que se la rifan.
Karl Lagerfeld la ha convertido en un icono fashion al adoptar su look (básicamente su peinado tan característico y el maquillaje) para el desfile de la colección Pre-Fall 2008 de Chanel y al contratarla para animar la fiesta que organizó Fendi en la Semana de la Moda de París. También Vogue Paris dedicó un editorial de moda a esta chica bajo la temática de chicas malas (en la que también salían Kate Moss y Naomi Campbell).
Y ahora, el último rumor apunta a que Roberto Cavalli quiere convertirla en una especie de embajadora de su marca. Básicamente, Cavalli la vestiría en todos sus shows a cambio de ropa gratis (para seguir vistiendo de Cavalli). Se trata de un intercambio publicitario muy frecuente: la firma de ropa se beneficia de la popularidad y repercusión de esta chica y ella tiene ropa y zapatos de marca gratis (lo que todas desearíamos, vamos).
Vía | Vogue
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