Siguiendo con el especial novias que empezamos hace unos días con los vestidos de corte romántico, esta semana os contamos todo sobre la inspiración retro: los vestidos estilo vintage.
La palabra vintage suele evocar historia y sabor a pasado, ya sea inmediato (mínimo diez años atrás), ya sea lejano en el tiempo. Desde la época victoriana hasta los glamourosos cuarenta. De los locos años 20 a la revolución de los sesenta. Cada década tiene su momento y su lugar en las inspiración vintage.
Normalmente solemos englobar en lo retro todas aquellas texturas, formas, adornos, volúmenes y complementos que no son esencialmente modernos, todo aquello digno de un ajuar. El vintage es una alegoría de lo antiguo, una reminiscencia de aquello vetusto que no se ha vuelto rancio, sino tradicional. El sabor de lo nostálgico. La perpetuación de lo clásico.
El mundo de la moda de novia es muy dado a recuperar el preciosismo de épocas pasadas, elementos al desuso como la pasamanería o el encaje, los fruncidos, los rasos, las blondas, los tules, las plumas o el terciopelo, en definitiva los tejidos, ornamentos e hilos nobles, y Valentino, es el estandarte del valor de lo conservador.
En su colección para Pronovias encontramos el sabor de lo clásico en su sentido literal: la prolongación natural de la alta costura del siglo XX aplicada al universo nupcial.
Del otro lado del charco y muy en su línea encontramos a Oscar de la Renta, Carolina Herrera, Vera Wang o Monique Lhuillier, todos ellos incorporan en sus respectivas colecciones la vena retro.
Oscar de la Renta lo hace a través de lazos y bordados.
Carolina Herrera compagina la sencillez y la exquisita pureza de líneas de los años 30 con resquicios de los volúmenes y capelinas señoriales propias del siglo pasado.
Vera Wang huele a foxtrot y a swing. Sus novias, amantes del Chaleston y desnudas de complementos, se visten de sedas en tonos marfil.
Monique Lhuillier recupera el añejo sabor de la dorada época de Hollywood y recrea el más glamuroso de los escenarios con modelos emulando a la musa del cine mudo, Gloria Swanson.
Volviendo a España, pasamos al romanticismo bucólico de Lacroix mariée, una sinfonía de fruncidos, flores y volantes que jamás son demasiado: nunca son suficientes. Tocados maravillosos, lazos de terciopelo, y faroles en las mangas: auténticas damas de las Camelias en versión nupcial.
Victorio & Lucchino inundan la pasarela de influencias decimonónicas y parece que las ilustres infantas de Velázquez se han aliado con Maria Antonieta y han salido a la palestra. Tules a borbotones, organzas majestuosas, blanco roto y colores champán; tocados con plumas, todo suntuosidad. Un verdadero y real primor.
Por último, Hannibal Laguna presenta vestidos cargados de ornamentos incrustados en los tejidos haciendo gala de un trabajo artesanal de gran precisión. Faldas largas que empiezan más debajo de lo habitual y acaban en media cola, cuerpos de chantilly, minúsculos drapeados y diminutos plisados que atribuyen volumen al cuerpo y superposiciones simulando delicados y etéreos pétalos de flor.
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