No, no solamente se obceca y empecina con las faldas de vuelo de Prada o los vestidos de Oscar de la Renta resort, en esta pasada Semana de la Moda de Nueva York, se ha puesto de manifiesto que el must de la temporada de su excelencia, la señora Anna Wintour, es este abrigo trench blanco en tejido brocado.
No se lo ha quitado en los siete largos días que dura la New York Fashion Week. Y es que y sabéis que la editora jefe de Vogue Usa, es una mujer de ideas fijas. Lo es a la hora de elegir a sus diseñadores preferidos, aquellos que una y mil veces protagonizarán sus editoriales, y aquellos que se harán famosos cuando los toque con su varita mágica; lo es a la hora de sustituir a las modelos por celebrities en las portadas de su revista, y lo es a la hora de mantener ese peinado que lleva por montera y que desde hace veinte años no se quita.
Y digo yo que aunque el clima de Nueva York sea muy cambiante, haría frío en la carpa de Bryant Park, porque sino, no me lo explico.
Se lo ha puesto en front-rows, sola, y acompañada por su hija, Bee Schaffer, la del vestido desmesurado en la Gala de los Diseñadores del Metropolitan celebrada el pasado mes de Mayo, y eso que su vástaga; que por cierto se parece una barbaridad a la hija de su alterego francesa, Carine Roitfield; iba mucho más acorde con la climatología. Y estaba muy guapa, todo sea dicho de paso, me encanta el mini vestido de encaje que llevó a los Fashion Rocks Stage, aunque quizás me sobren sus peep toes en color mostaza, y demasiado excesivos.
Afortunadamente, y casi como se hubiera adelantado a mi reflexión, Anna tamién nos ha regalado estilismos, primero, más propios de la época, y segundo, algo menos barrocos y un poco menos manidos.
Sin aparcar el blanco, aunque tirando ya más hacia el crudo, también la hemos podido ver, sí, con faldas de Prada, pero esta vez combinadas con twin sets (insisto, su hija le viene pisando los talones con fuerza y esta vez sus zapatos de Louboutin en gris, sí me gustan),
o al más puro estilo Carolina Herrera, con la típica camisa masculina.
Aunque tampoco descarta los vestidos, sin separarse de sus enormes gafas negras, no sea que los focos, la dejen sin su sexto sentido: su vista de lince. Vogue guarde a la reina.
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