El otro día, me lie la manta a la cabeza (¡y nunca mejor dicho!), vencí mis reparos y me atreví a probar en mi pelo el aceite de Leonor Greyl. Imagino que el saber que se trataba de un producto best seller desde hace más de cuatro décadas, y el que me lo enviaran los chicos de Alem Comunicación, que son auténticos gurús en cuestiones cosméticas, me acabó de animar.
Se trata de un aceite que hay que aplicarse antes de lavarse el pelo. Los de Alem me habían asegurado que además de proteger el color, repara los daños del sol, del cloro de las piscinas y del salitre - lo que resulta perfecto para esta época del año, que todos nos lanzamos a las piscinas con auténtico mono -, y que también lo desenredaba y lo nutría, reforzándolo. Pero, lo mejor de todo, es que era un producto cien por cien natural, sin siliconas, sulfatos y parabenos.
Así que, venciendo un poco mi aprensión me lo fui aplicando - con más miedo que vergüenza, para que os voy a engañar -, sobre el pelo seco, desde la oreja hacia las puntas. Me puse unas gotitas entre las palmas de las manos, las froté entre ellas, y luego procuré ir repartiendo el aceite que se me había quedado entre las manos de forma uniforme por el pelo. Como me habían dicho que debía dejarlo actuar durante 10 minutos, e iba un poco apurada de tiempo, me envolví la cabeza con una toalla, y mientras fui preparando lo que me iba a poner para salir. Incluso me dio tiempo a limpiarme los zapatos.
Luego, me metí en la ducha, y me lavé la cabeza como siempre. Bueno, como siempre no, porque me di dos buenos enjabonados, pero luego no me puse mascarilla pues quería comprobar si, de verdad, desenredaba y dejaba suave el pelo.
Yo no sé si será por el aceite de mongongo - un árbol que crece en el desierto de Kalahari que, por lo visto, contiene un altísimo porcentaje de vitamina E que, como bien sabéis, es un poderoso antioxidante -, o si fue por el aceite de copra que se obtiene tras la presión en frío de la pulpa seca del coco de toda la vida pero, la verdad, es que me quedó el pelo estupendo.
Estuve luego leyendo las instrucciones con más calma, y aconsejaban que, durante los meses de verano, nos lo volvieramos a aplicar cada cinco baños en el mar o en la piscina. A mi, eso, francamente, me parece un poco too much. Yo creo que con una vez al mes es más que suficiente. Aunque, me imagino, que todo dependerá de las horas al día que pasemos bajo el sol. El aceite en cuestión cuesta 32,10 euros (95 ml), pero cunde un montón. Se compra a través de la web de la marca.
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