Nuestros pies poseen multitud de conexiones nerviosas, hasta tal punto que pueden llegar a condicionar nuestro bienestar. Regálate un momento de relax sumergiéndolos en un buen baño. Su efecto variará en función de la temperatura del agua. Si el agua está fría, activará la circulación sanguínea, mientras que si la calientas a treinta grados, tus pies entrarán en modo relajación - sobre todo, ¡si te acuerdas de añadir un puñado de sal gorda al agua! Un tratamiento esencial tan bueno para tus pies como para tu mente.
La salud de los pies pasa por las uñas. Cuando las tenemos demasiado largas, son capaces de albergar todo tipo de impurezas que propician las infecciones. Así pues, resulta esencial conservarlas cortas con el fin de asegurarnos una buena higiene. Olvídate del cortaúñas, es mejor que optes por unas buenas tijeras de bordes rectos o de una lima, con el fin de irles dando una bonita forma redondeada o cuadrada.
Después del baño, lo normal es que tus cutículas se reblandezcan debido a la acción del agua. Aprovecha el momento para utilizar un bastoncillo de madera con el que poder retraer la cutícula. Luego, si eres manitas con los alicates para uñas, corta las pielecillas que sobran para una pedicura limpia y completa. Si ves que no estás muy ducha, es mejor que las dejes y que te olvides de ellas, antes que correr el riesgo de cortarte y provocar una infección.
Algunas zonas de la planta del pie se vuelven rugosas y ásperas por culpa del calzado cerrado o de los tacones. El talón y la planta del pie se vuelven duros y secos. Podemos intentar atenuar las callosidades con la ayuda de una piedra pomez que nos pasaremos sobre los pies húmedos, o pasando una lija sobre la superficie seca. Si somos constantes, la piel irá suavizándose, poco a poco.
También resulta indispensable eliminar las células muertas. Para lograrlo, lo mejor es utilizar un exfoliante para los pies y un guante de crin. Aprovechemos para aplicarnos un masaje circular, insistiendo en las zonas rugosas, lo que además de activar la circulación de la sangre contribuirá a relajarlos.
Durante el verano, la piel de nuestros pies está particularmente expuesta a todo tipo de agresiones externas: paseos por la arena caliente de la playa, sandalias de tacón alto, etc. Aprovecha que por la noche hace un poco más fresquito para administrarles una mascarilla nutritiva y regenerante.
Las vitaminas y los agentes reparadores se encargaran de nutrir y de restaurar su epidermis. Muy aconsejable para los pies especialmente secos. La aplicación debe ser generosa y no conviene aclararlos después. Aprovecha para volver a masajeártelos. Por la mañana, tendrás unos pies tan suaves como la seda.
Los pies están desprovistos de glándulas sebáceas, así que sólo se hidratan mediante el sudor. Por eso es tan importante hidratarlos todos los días. Lo mejor es utilizar una crema específica o elaborada con aceite de argán. De esta forma, la planta del pie se secará menos y se atenuarán las callosidades.
Antes de maquillarte las uñas, si las tenías previamente pintadas es importante desmaquillarlas con la ayuda de un disolvente suave que no tenga acetona. Si te los acabas de hidratar, espera a que la crema haya penetrado bien, y luego seca tus uñas con una toalla. Si tienes la superficie estriada, alísatela con un pulidor y luego, aplícate un tratamiento reparador. A continuación, píntate las uñas empezando por el centro. Aplica una segunda capa, y luego un topcoat para fijar el color.
Un último consejo: al igual que ocurre con las axilas o la nuca, a menudo se nos olvida proteger nuestros pies con una buena crema solar. Sin embargo, la piel de los pies es fina y frágil, y tiende a secarse con facilidad. Cuando tomamos el sol, se merecen la misma atención que el resto de nuestro cuerpo. Aplica sobre ellos una crema solar protectora por toda su superficie, sin olvidar la zona entre los dedos.
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