¿Por qué adelgazar es difícil, pero mantener el nuevo peso es aún peor? Esto es lo que dice la ciencia al respecto

¿Por qué adelgazar es difícil, pero mantener el nuevo peso es aún peor? Esto es lo que dice la ciencia al respecto

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¿Por qué adelgazar es difícil, pero mantener el nuevo peso es aún peor? Esto es lo que dice la ciencia al respecto

A veces parece que el cuerpo no nos da tregua: si quitarse de encima esos kilos cabezotas que creemos que nos sobran ya supone un esfuerzo, a menudo mantenernos en el nuevo peso es aun más difícil. ¿Por qué insistís en volver, oh, odiados michelines?

No es en realidad culpa de nuestro cuerpo, o sí, pero el pobre no lo hace aposta. Existen distintas razones que intentan explicar por qué resulta tan difícil modificar nuestro peso (dentro de unos márgenes saludables) sin sufrir en el intento.

La evolución ha programado nuestro cuerpo para engordar

Esto no es exactamente así, claro, porque la evolución no programa nada. Veamos: la evolución humana, como la de cualquier especie, es un proceso que se asegura de que aquellos individuos que están mejor adaptados a su entorno son los que más papeletas tienen para reproducirse, y así pasar sus genes a su descendencia de generación en generación.

Sabiendo esto, no resulta difícil entender que, durante miles y miles de años, esa adaptación ventajosa suponía estar lo suficientemente nutrido en un entorno en el que los nutrientes escaseaban y había que buscarlos, cazarlos y recolectarlos.

Si cada bocado era un esfuerzo, aquel que más calorías (es decir, energía) aportase era especialmente apreciado. Así que nuestro cuerpo desarrolló formas de que los buscásemos con ganas. ¿Cómo? Haciendo que nos supiesen especialmente ricos. ¿No te has preguntado nunca por qué la comida con muchas calorías te sabe tan buena, y la comida sana, ni fu ni fa? Pues aquí tienes la explicación.

 

El problema es que hoy en día el mundo y la alimentación han cambiado, los nutrientes ya no escasean y es más fácil encontrar comida con muchas calorías que comida sin ellas. Nuestro cerebro sin embargo no ha cambiado porque la evolución va mucho más despacio: nos siguen gustando las calorías y ahora están por todas partes.

Por eso cuesta tanto cambiar unos hábitos alimenticios por otros más saludables en el que no le demos a nuestro cuerpo todas las calorías que le gustarían, sino solo las que necesita.

La teoría del 'set point' o punto fijo

Otra explicación, aunque aun no ha sido demostrada, es la teoría del set point o punto fijo. Según esta teoría el cuerpo de cada una de nosotras tiene un peso predeterminado del que es muy difícil desviarle durante mucho tiempo. Se puede bajar o subir de peso en un momento puntual, sí, tras varios meses de dieta y gimnasio, pero pasado un tiempo volverá a su peso inicial casi irremediablemente.

 

Según esta teoría, el cuerpo tiene distintas estrategias para mantenernos en ese peso: si comemos de más, aumenta la quema de calorías para evitar que se conviertan en grasa corporal, además de sentirnos saciadas antes; si comemos de menos, el metabolismo se ralentiza y quema menos calorías, sentimos hambre constantemente y, si la cosa dura demasiado tiempo, pueden aparecer el letargo e incluso la depresión, problemas con los que la actividad física se reduce y con ello el consumo de calorías. Lo que haga falta para mantenernos en ese punto fijo.

Los que defienden esta teoría sostienen que, en vez de pelear contra ese punto fijo, que resulta un enemigo incansable, las personas que quieran adelgazar deberían tratar de modificarlo. Algo que puede resultar un poco problemático, más que nada porque hasta ahora nadie ha explicado cómo se hace.

Por otro lado, y puesto que en teoría ese punto fijo se encuadra siempre dentro de nuestro peso saludable, de confirmarse esta teoría lo más eficiente sería simplemente despreocuparse del peso, vivir una vida saludable y aceptarnos tal y cómo somos. Lo cual es buen consejo tanto si la teoría del punto fijo resulta ser cierta como si no.

Es difícil, sí, pero no imposible

Pero vale ya de dramatismos, porque aunque mantener un nuevo peso es difícil, en la mayoría de los casos no es imposible si no existen problemas médicos o metabólicos añadidos, en cuyo caso lo aconsejable es que acudas a un médico para no poner en riesgo tu salud.

Aunque el cuerpo nos pida más calorías y tienda a recuperar el peso que hemos perdido, puedes mantenerte en tu peso siguiendo unos cuantos consejos.

1. No hagas dieta estricta: cambia de hábitos

 

Olvídate de eso de que "hay que comer de todo" porque no es verdad. Tu cuerpo no necesita alimentos procesados, fritos industriales, grandes cantidades de azúcares añadidos, bollería o alcohol, por ejemplo. Y todos esos alimentos conviene evitarlos especialmente si quieres mantenerte en tu peso.

El problema es que a menudo tratamos de adelgazar con dietas estrictas que sí, nos hacen perder peso, pero son imposibles de mantener a medio plazo. Cuando perdemos los kilos que queríamos, dejamos la dieta, volvemos a comer como antes y vuelven los kilos. Poca culpa podemos echarle ahí a nuestro cuerpo, y mucha a un plan de adelgazamiento mal enfocado.

A la larga, es mucho más efectivo mejorar nuestros hábitos alimenticios, eliminar los productos antes mencionados y consumir más verduras, legumbres, pescados, carnes magras, frutos secos, grasas vegetales... Quizá así la pérdida de peso sea más lenta, pero nos costará mucho menos mantenerla.

2. Ni se te ocurra dejar el ejercicio

 

Lo mismo que solemos hacer con la alimentación cuando queremos adelgazar, lo hacemos con el ejercicio físico: nos damos unas palizas tremendas en el gimnasio casi a diario, salimos a correr, subimos y bajamos montañas o echamos tres partidos de paddle al día hasta que el espejo nos refleja con una figura estupenda y entonces... abandonamos.

Y entonces, ¿qué ocurre? Pues que nuestro consumo diario de calorías disminuye y comiendo lo mismo que antes volvemos a engordar. De nuevo, poca culpa podemos echarle al cuerpo de esto.

Por eso, y porque el ejercicio es parte fundamental de una vida sana, no dejes el gimnasio, el running, el senderismo, el paddle o lo que sea. Es mejor que cojas un ritmo razonable y con el que disfrutes que apretar al principio y abandonar al poco tiempo.

3. Huye del estrés

 

Cuando estamos nerviosas o estresadas, a menudo lo tratamos de solucionar comiendo, y casi nunca es comiendo apio o zanahorias: buscamos alimentos dulces y calóricos. Por eso conviene evitar ese estado de estrés por todos los medios.

Es importante evitar especialmente que el peso se convierta en la fuente de ese estrés, porque podemos caer en un círculo vicioso poco saludable en el que engordar nos agobia y como nos agobiamos, comemos de forma descontrolada y por tanto engordamos.

Busca métodos para mantener el estrés a raya, por ejemplo practicando como yoga, pilates ¡o buceo!, con las que además estarás también cuidando tu cuerpo.

4. No te agobies

 

Si has conseguido perder unos kilos que te sobraban, y te ha costado un buen esfuerzo, es normal que te preocupe recuperarlos, pero intenta que eso no se convierta en una obsesión malsana porque entonces habrás conseguido tu objetivo pero pagando un precio muy alto: el de disfrutar de la vida y de tu día a día con tranquilidad.

Esfuérzate por mantenerlo, pero recuerda que recuperar medio kilo no es el fin del mundo. No es lo deseable, pero tampoco es un drama. Céntrate en seguir un estilo de vida saludable y en mantenerte en los márgenes de peso recomendables según tu altura y edad, y no te mires con ojos escrutadores cada gramo y cada michelín. Que a veces somos nuestra peor enemiga, y la vida es demasiado corta para eso.

Foto principal | Chiara Ferragni (Facebook)
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