Esta próxima semana se cumplen veinte años de la muerte de la princesa Diana de Gales en un trágico accidente de tráfico en París. Fue el 31 de agosto de 1997, y este verano parece haberse convertido en una sucesión constante de homenajes, entre los que destaca el documental que se estrena hoy mismo en la BBC y del que ya hemos conocido los momentos más destacados.
Diana, 7 Days recogerá lo que fueron aquellos siete días, aquella semana que transcurrió entre el accidente y su entierro en Londres, y contará con las declaraciones de sus hijos, Guillermo y Enrique, entre otros familiares. Hablan de lo que significó para ellos la muerte de su madre; de la actuación de su abuela, la Reina, y de su padre, el príncipe Carlos; y recuerdan con indignación la importancia de los paparazzi en los momentos finales de la vida de Diana.
Sobre cómo se sintieron al saber que su madre había muerto
Harry reconoce que su reacción inicial al enterarse de la muerte de su madre fue de «no creérmelo, negarme a aceptarlo». Tenía 12 años entonces y considera que nadie de esa edad tiene la capacidad para asimilar de golpe lo que significa realmente una pérduda así. Guillermo, por su parte, recuerda sentirse «entumecido, desorientado, mareado... y muy confuso. No dejaba de preguntarme '¿por qué yo? ¿qué he hecho para que me pase esto a mí?'». Pero añade que decidió sacar fuerzas de flaqueza porque «aquello podía definirme o romperme. Y decidí que me definiera. Quería que ella estuviera orgullosa de la persona en la que me convirtiera».
Con respecto al funeral de Diana, del que corrieron en su día ríos de tinta sobre si fue adecuado que los príncipes participaran en el recorrido por las calles de Londres tras el ataúd a una edad tan temprana, Guillermo reconoce que es «una de las cosas más duras que tuve que hacer en mi vida». Uno de los momentos más emotivos del documental llega cuando reconoce que usó su flequillo como una manta de seguridad durante aquel paseo tan largo y solitario: «Sentía que, si miraba al suelo y el pelo me tapaba la cara, nadie podría verme». Alude varias veces al concepto de «obligación» para justificar su presencia allí: «Tuve que encontrar el equilibrio entre el príncipe Guillermo, que tenía que estar allí, y el Guillermo privado que acababa de perder a su madre y solo quería meterse en una habitación a llorar».
Harry, por su parte, recuerda a las multitudes gritando, llorando, lanzando flores a su paso, desmayándose... «Era muy extraño para la gente ver que dos niños tan pequeños no llorábamos cuando todo el mundo estaba haciéndolo». Pero reconoce que él se enorgullecía de no haber llorado nunca en público y que tanto él como su hermano recurrieron a sus «caras de póquer», decididos a no llorar.
Sobre la actitud del príncipe Carlos
Los dos hermanos alaban la actitud del príncipe Carlos en aquellos difíciles momentos. «Una de las cosas más duras para un padre es tener que decirles a sus hijos que el otro padre ha muerto. No sé cómo se puede lidiar con eso», reconoce Harry. Los príncipes se encontraban de vacaciones en Balmoral aquel mes de agosto y fue allí donde conocieron la noticia: «Nuestro padre estuvo allí para nosotros. Era el que quedaba de los dos, e hizo todo lo posible para que nos sintiéramos protegidos y cuidados, a pesar de que él estaba también atravesando su propio proceso de duelo».
Y sobre la de su abuela, la reina
«La Reina se sintió dividida entre ser la abuela de Guillermo y Enrique y su propio rol como reina», Guillermo de Inglaterra.
Una de las actuaciones más polémicas en aquellos siete días en que los ojos de todo el mundo estuvieron entre Balmoral y Londres fue la de la reina Isabel II. La decisión de mantener a los niños en Escocia, en lugar de regresar a Londres, la organización de las exequias de la princesa... todo ello fue retratado en la película The Queen, protagonizada por Helen Mirren, y ha quedado también en el recuerdo de sus nietos.
«En aquel momento, mi abuela quería proteger a sus dos nietos, y también a mi padre. Sacó los periódicos de la casa y no pudimos saber lo que estaba ocurriendo. No había smartphones en aquella época, así que, por suerte, tuvimos la privacidad suficiente para llorarla, nuestro espacio lejos del público. No teníamos ni idea de que la reacción de la gente a su muerte sería tan masiva», declara Guillermo.
Sobre la actuación de los paparazzi
Los príncipes no han querido tampoco dejar pasar la ocasión de reprochar a los paparazzi su actuación en los últimos años de la vida de Diana, y muy especialmente en el día de su muerte. «Desgraciadamente, muchos de nuestros recuerdos son de nosotros intentando animar a nuestra madre. Lloró más por el acoso de la prensa que por ninguna otra cosa en su vida», confiesa Guillermo. También se refiere con rencor a la prensa como una «manada de perros» que siempre la perseguían y recuerda cómo su hermano y él se sentían frustrados por no poder ayudarla a evitarlo. «Francamente, hoy en día consideraríamos abominable el trato al que se la sometía», añade Harry, que recuerda también su infancia llena de persecuciones por parte de los fotógrafos y a su madre llorando constantemente por ello.
Pero el reproche más duro hacia los fotógrafos viene precisamente de la noche en que Diana murió. «Una de las cosas más difíciles de aceptar es el hecho de que la gente que la estaba persiguiendo en aquel túnel fue la misma gente que tomaron fotografías de ella mientras aún se estaba muriendo en el asiento trasero del coche. Guillermo y yo sabemos que fue así. Tenía una lesión craneal muy grave, pero aún estaba viva, y aquellos que causaron el accidente, en lugar de ayudar, empezaron a tomar fotos de cómo moría. Y esas fotos volaron a las agencias de noticias de todo el país», dice Harry, en uno de los momentos más duros y emotivos de un documental que se emite hoy por primera vez y que, sin duda, pasará a la historia como una de las pocas ocasiones en que hemos tenido ocasión de escuchar a los príncipes hablar en primera persona con tanta franqueza.
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